miércoles, 27 de agosto de 2008

Lección de poesía y astronomía


A veces se siento insignificante. No es una cuestión de tamaño, sino más bien de importancia. Por un lado me vienen a la cabeza los políticos, los millonarios, los jueces o las llamadas celebrities. Por otro, aparecen artistas e intelectuales de la talla de Albert Einstein, Miguel de Cervantes, Francisco de Goya o Charles Darwin. No soy nadie. O mejor dicho, soy un pelele, otro ignorante más.


Algunos pensarán que no está tan mal, que ellos se consideran incluso menos. Otros le quitan hierro al asunto echando mano de la familia y los amigos, el conformismo, los retos personales, el amor por los demás, las aficiones y otras muchas herramientas de esa felicidad que nos han hecho creer necesaria.


La respuesta está en encarar el cielo nocturno, ese vasto tapiz estrellado, y pensar que ese es el único y enorme rasero que nos iguala en condiciones y posibilidades. Mundos desconocidos, la brevedad del tiempo, ínfimas partes de materia y energía, esa levedad que nos hace prescindibles. Pero sobre todo, me deslumbra el infinito, uno al que solo yo le pongo límites. Indebidamente, por supuesto, pues no debería pensar en ellos como lo hago. "Román, déjate llevar, mira más allá, fantasea, vive" me digo. Lo hago y floto. Ligero como un niño, como el protagonista del libro de hoy.


El astrónomo es la interpretación que nos ofrece Loren Long del poema When I heard the learn’d astronomer del libro Hojas de hierba de Walt Whitman. El ilustrador norteamericano desarrolla una pausada e inspiradora narración en formato libro-álbum que, como otros, utiliza el color, la alternancia de planos fotográficos y la perspectiva cinematográfica para impregnar a pequeños y grandes lectores de su particular mirada.
Publicada en nuestro país por la editorial Juventud, esta historia cotidiana construye un alegato necesario sobre la imaginación como instrumento creador y, sobre todo, a la capacidad del ser humano para fascinarse ante la realidad del mundo en el que vive tomando como excusa la mirada infantil.
La inmensidad de la noche frente a los sueños personales, el conocimiento de lo infinito frente a las pequeñas emociones, la razón frente a lo espontáneo, lo evidente frente a lo íntimo… Un vaivén de sensaciones que se balancean en las palabras y las imágenes.


Cuando escuché al sabio astrónomo […]

2 comentarios:

Sàlvia dijo...

Es un libro fantástico. Pero resulta curioso que a los niños de la biblioteca les encanta y sus padres no saben muy bien como "cogerlo". Yo lo recomiendo siempre que doy cursos sobre animación lectora o bibliotecas escolares. Pequeñas joyas como esta no deben pasar desapercibidas.

Besadetes

Evaristo dijo...

El curso pasado ya estuvimos leyendo poemas en mis clases de segundo de secundaria. Este curso se han animado más compañeros y vamos a organizar cinco audiciones poéticas a lo largo del curso. En la primera, Baladas de otoño, se oirán las voces de Bécquer, Machado, Lorca, Ángel González y otros diez autores. Ya te contaré.