lunes, 13 de mayo de 2013

Eclipsados por el progresismo



Las convulsiones de esta época tan agitada son dignas de estudio. Entre marea verde y marea blanca, una lechuga bien espigada (con estos calores no es para menos…). No es de extrañar que la gente se apunte a un bombardeo: es preferible asentir a pies juntillas y bailar al son que nos marcan unos u otros, que leer el Boletín Oficial del Estado, ese documento bíblico que últimamente parece un panegírico más que una tabla de salvación…
Hace un tiempo, el de mi inocencia, creía que ese papel de regalo que envuelve todas las propuestas de corte social se sustentaban en el bien común y la necesidad de que los servicios básicos fueran universales, una conclusión que ha ido cambiando mientras veía como votantes de ¿izquierdas? inscribían a sus hijos en escuelas concertadas o los amenazaban con internados religiosos (laicos, claro está), como preñadas de clase baja se pirraban por parir en clínicas privadas o como progres de toda índole hacían gasto en seguros médicos para hacer realidad el quiero y no puedo sanitario, tres realidades tras las que se parapetan los electos salvadores para privatizar hasta el último resquicio de esa España solidaria…  ¿Quiénes son los culpables? Quede la respuesta a su libre albedrío.
Lo del progresismo tiene mucho que ver con esa falsa democracia que se vende en cualquier esquina. Una doble moral que insulta, no sólo a sudamericanos, homosexuales, prostitutas, tullidos, mujeres maltratadas y drogadictos, sino que se usa de bandera para caer en el más soez de los discursos y darse bombo, no sólo mesiánico, sino auspiciado por los Hare Krisna de “Todo a cien” . Y así nos va, pasando página y en la cola del paro en busca de alguna subvención…
El sumun de ese discurso bicéfalo llega cuando, tras sufrir a hordas de padres lamentándose sobre el aborto, la píldora del día después o el sexo explícito de algunos programas de televisión, veo en las librerías  Montañas en la cama, un álbum ilustrado de Maricuela y Sonja Wimmer (editorial OQO)… Siendo consciente del interés que suscita el que aquí se mencione este libro y no otro (¡viva la publicidad!), he de decir que, aunque la idea sea buena y las ilustraciones alcancen cierto nivel de exquisitez (aprovecho para felicitar a Sonja Wimmer por su maravilloso trabajo), no creo que el tratamiento del texto sea el adecuado. Se defenderán diciendo que soy puritano, arcaico y trasnochado, que si pertenezco a alguna secta religiosa, o, incluso, me tacharán de fascista (¡qué originales!), pero confieso que, aunque se obvien las escenas de cama (no así en los diálogos), el resultado deja cierto regusto amargo que oscurece la inocencia de la niñez, trasladándola a los suburbios de la libertaria (que no liberal) vida adulta.

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