lunes, 17 de junio de 2013

Niños que dejan de ser niños


Esto de España no tiene nombre. Y es que en este país, hay más tontería que la que tiene el rabo de una vaca. Eso de que la tontería es gratis y que cada uno coge la que le viene en gana, lo sabemos todos, desde padres hasta abuelos, o seres del celuloide. Una idiosincrasia que no sólo se deja entrever en los peinados rubios de las enfermeras, los yates de algunos médicos, la ecografías en tres dimensiones, seguros médicos de quiero-y-no-puedo, los perros de pura raza que comen mejor que sus amos, las toneladas y toneladas de ropa sin estrenar que se guardan en los armarios, pubis depilados a golpe de láser (luego dicen que el cáncer abunda…), preadolescentes tatuados hasta el cóccix, bicicletas que valen millonadas y que viven cubriéndose de polvo en los trasteros, y juguetes de última generación que sólo se utilizan el día de reyes, sino en lo decadente de una sociedad que se supone avanzada y con autoridad moral superior.
Lo digo a sabiendas, no sólo cuando veo los cuartos de baño que los pobres se gastan para parecer ricos, ni de esos votantes socialistas que se decantan por la escuela concertada y católica (manda huevos que luego se coloquen la camiseta verde para cubrir el expediente…), sino al contemplar ese crute-lux que, a golpe de exclusividad y primeras marcas, cubre de un sobrio celofán  los colores ácidos y naïf del pensar nacional, tan hortera como pueblerino.
Y claro, con tanto aspirantón, tanta Anatomía de Grey, tanto Masterchef, tanto coche de alta gama, tanta celebración y tanto beso de Judas, nuestros hijos, esos de los que dependeremos en unos años, crecen en un ambiente de abundancia, hipocresía y ficción, para dejar de ser niños a edades tempranas y pasar a ser engendros que no saben distinguir un reproche de una caricia. Chantajistas, consentidos, descarados y perversos, los niños de hoy día son todo menos niños, algo que La roca, esa a la que Jorge Luján (texto) y Chiara Carrer (Ilustraciones) han dado vida de la mano de la editorial Kókinos, y que, con una sola pregunta, sabe discernir entre la mente infantil y un alma corrompida por los excesos y este cretino mundo… O al menos, eso es lo que creo haber leído…

1 comentario:

Micarma dijo...

Cómo me gusta escuchar (o más bien leer), aunque cuando leo un texto tuyo, tu voz aparece, con ese tono sincero, aparentemente enfadado y malhumorado. Pero a lo que iba, como me gusta comprobar que los seres humanos nos entendemos, que aunque nos encontremos dormidos y cansados antes de luchar; sigue habiendo voces que nos despiertan y que alzan en voz alta lo que estamos todos pensando.