Dormir
es un placer, sobre todo para quien puede hacerlo… Guardias hospitalarias,
recogidas de basuras, programas radiofónicos, cubatas y cerveceo, hijos
lloricas, turnos en fábricas, preocupaciones y depresiones, pan fermentando y
viajes incansables, son buenas (o malas, según el caso) razones para permanecer
despierto y hacer un hueco a la vigilia invisible, esa que muchos desconocemos,
bien por suerte, bien por desgracia.
Aunque
bastante tranquilo, no debe ser agradable para neuronas, músculos y esqueleto, permanecer
en vela la mayor parte de la noche, mientras el resto, la inmensa mayoría,
duerme con aplomo sobre cualquier superficie horizontal. No envidio en absoluto
a todos esos insomnes que, por necesidad laboral, trastornos orgánicos o
voluntad propia, se cuelgan de la madrugada día a día, mes a mes, año tras año.
He
visto caras mortecinas, amoratadas y en parte amarillentas, en definitiva,
destrozadas, que constatan mi fortuna y suerte, más todavía cuando experimento
en mis propias carnes esa horrible sensación de soñar y no poder, de girar de
uno a otro lado de la cama, como si de una larva en su crisálida se tratase, y
terminar -por fin- con un nuevo amanecer entre una amalgama de alivio y tortura,
de alterado descanso.
Y
así pasa, que con tanto asueto, un resfriado de vías altas en fase de extinción
y meditación espiritual a todas horas, me han tocado dos tazas... ¿Será que
necesito una buena dosis de nocturnidad y alevosía para regular el ciclo
día-noche? Ya les diré el próximo día pues este fin de semana no he parado y
creo que será la cura a todos mis males durante las noches que se acercan.
Es por ello que, para darle la bienvenida a la noche, esa que nos recoge y repone, la editorial Corimbo edita en castellano el clásico anglosajón Buenas noches, luna, con texto de Margaret Wise Brown e ilustraciones (un tanto naïf y surrealistas) de Clement Hurd, un buen aperitivo que, después de seducir a millones de lectores, puede ser la maravillosa antesala de una noche reparadora.
Es por ello que, para darle la bienvenida a la noche, esa que nos recoge y repone, la editorial Corimbo edita en castellano el clásico anglosajón Buenas noches, luna, con texto de Margaret Wise Brown e ilustraciones (un tanto naïf y surrealistas) de Clement Hurd, un buen aperitivo que, después de seducir a millones de lectores, puede ser la maravillosa antesala de una noche reparadora.