miércoles, 2 de abril de 2014

Reflexiones en torno al libro infantil


En este Día Internacional del Libro Infantil, además de abogar por la defensa de dicho género y la enorme diversidad de tipologías que encierra, cabe desarrollar el sentido crítico y desmenuzar los pormenores de un sector que engloba innumerables editoriales, escritores, ilustradores, mediadores y, cómo no, lectores.
La industria del libro infantil, aunque ha vivido momentos álgidos durante la época de los años noventa y los primeros dos mil, todavía es un negocio redondo (¡Que se lo digan al ganador del ALMA... ¡500.000 euros!), no sólo porque da de comer a muchas bocas, sino porque la inversión en la industria es menor que en aquella enfocada en la literatura para adultos y la rentabilidad es mucho mayor. Si atendemos al caché de escritores e ilustradores infantiles, este es infinitamente menor que el de novelistas consagrados, algo que repercute en las ganancias editoriales aunque los gastos de impresión sean más caros (tapa dura, cartoné y/o cartón sueco, con una tirada inicial en torno a las 1500 unidades… poquita cosa…).
Al igual que su hermano mayor, la edición de LIJ se ha diversificado notablemente durante los últimos años y los géneros son difíciles de encasillar y clasificar (¡que se lo digan a todos los bibliotecarios!)… Desde el álbum ilustrado, el cómic, el libro-juego, el libro de conocimientos, el cartón-book, el libro musical y los cancioneros, la poesía infantil, los best-seller, a los productos de marketing, etc., se han creado una amalgama en la que es sumamente sencillo perderse. Y para constatarlo, sólo tienen que acudir a las ferias especializadas de Bologna Ragazzi, Guadalajara-México o Valladolid (Ilustratour). Todo ello ha provocado el florecimiento (y el posterior hundimiento) de decenas de modestas editoriales que han apostado por este tipo de libros, cuyo éxito depende más de la suerte y las modas cambiantes, que del marketing y la publicidad.
El libro infantil, algo que empezó estableciéndose al calor de ciertos clásicos narrativos como los cuentos tradicionales, La isla del tesoro o los relatos de Beatrix Potter, se ha convertido en otro producto de consumo en el que mucho tienen que decir los ritmos frenéticos del capitalismo, las novedades, la compra-venta de derechos, los "royalties", los visionarios y otros gurús de la LIJ entre los que se cuentan blogueros, ilustradores superventas y las multinacionales anglosajonas (las que se inventaron el cotarro).
Seguramente hoy importe más la cantidad que la calidad, una que se perdió con los grandes ilustradores de los años sesenta, setenta y ochenta, que además de innovar en técnicas y estilos, pretendían entretener, divertir y enseñar, pero lo cierto es que (como tantas veces he apuntado) vislumbro un parón creativo en pró del parné y en contra de la originalidad, algo que se constata en los nuevos valores de las grandes escuelas de ilustración -Children’s Book Illustration CSA/Anglia Ruskin University o la ENSAD de París- que siguen la directrices marcadas por otros coetáneos que han tenido sus días de gloria en el sector, véase Rebecca Dautremer o Oliver Jeffers. Este tirón de orejas gratuito es el mismo que intenta animar a los creadores que han salvado el mercado editorial con un complemento tradicional capaz de hacer sombra a los medios audiovisuales y la omnipresente red: la ilustración.
Y mientras, los lectores y aficionados, esperamos días mejores desembuchando los quince euros que de media vale un álbum ilustrado para seguir viviendo como niños e intentar que otros vivan de su magia, gritamos esa consigna de: ¡Y que viva el libro infantil!

3 comentarios:

Daniela Carolina Cañete dijo...

Gracias por acordarte de nosotros los bibliotecarios!!! y muy buena crítica a el negocio que encierra la Literatura Infantil, sigo disfrutando de los libros ilustrados como el ultimo de Quint Buchholtz "En el país de los libros" y desembolsando aquí en Bs.As. mas de 200$ que cuesta de media gracias a la devaluación que padecemos. Un beso desde Bs.As. Daniela de Mi librotek blog

Carmen dijo...

¡Cómo se nota que te gusta leer y qué bien te expresas! Es cierto que para conseguir un buen album hay que tener unos euros, bastantes , en el bolsillo pero también es verdad que a veces nos olvidamos de todos esos libros que adquirimos o nos regalaron y quedaron olvidados en alguna estantería.Propongo que echemos un vistazo porque seguramente nos encontraremos grandes sorpresas. Un abrazo.

miriabad dijo...

¡Viva!