martes, 30 de septiembre de 2014

De empresarios y ahorradores


Dejando a un lado los nacionalismos paletos y acaparadores (¡Como si no hubiese cosas más importantes de las que hablar!), se constata una vez más que tendremos que esperar muchos años todavía para volver a las tasas de desempleo de hace unos años (denoten que va para casi una década ya…), si es que alguna vez las recuperamos… No queramos ser pájaros de mal agüero y confiemos en los empresarios españoles y sus ideas para relanzar nuestra economía (es nuestra única esperanza dado que banqueros y políticos han dado muestras evidentes de ser grandes corruptos y unos completos inútiles).
Ahora me dirán que “¡De los empresarios fíate tú! ¡Menudos son! ¡Esclavistas y vividores! ¡Avaros y arribistas!”…, a lo que les responderé: Tienen toda la razón del mundo, pero… un empresario es un inversor -no nos olvidemos-, y por tanto, nunca quiere perder dinero (¿acaso usted quiere perder sus ahorros, el fruto de su trabajo…?). En lo que no le llevo la contra es que, como en botica, los hay de todas clases y que, algunos de ellos, ni sienten ni padecen cuando han de mandar al paro a sus trabajadores. Pero también me consta que otros muchos -por no decir una inmensa mayoría- sufren lo indecible a la hora de despedir a las personas con las que han crecido sus negocios y beneficios, a la gente que ha invertido su tiempo y esfuerzo en alimentar el tejido productor de este país.
Nos encanta demonizar a jefes, propietarios y autónomos, porque todos ellos enmascaren pequeñas y grandes operaciones especulatorias, pero también es cierto que, si no fuese por ellos, el dinero no iría de mano en mano y el capital quedaría inmovilizado por las grandes fortunas, algo que no conviene en un sistema económico liberal como este en el que la circulación de bienes debe ser el mejor de los combustibles para luchar contra una crisis que tan de cabeza nos trae.
A lo que voy: inviertan, emprendan y arriesguen en sus ideas, porque todo puede ser que algún usurero, algún lince cambista, salga corriendo con sus cuentas corrientes y le deje con dos palmos de narices (y sin beneficio alguno)... Algo de lo que mucho puede hablarnos la protagonista de El cochinito de Carlota, una historia del genial David McKee (que últimamente nos hace llegar mensajes bastante complejos) y publicada por Fondo de Cultura Económica, que se ve engañada por una hucha con forma de cerdito volador (y bastante cabrón).


viernes, 26 de septiembre de 2014

Perezoso...


Cada noche, al volver de las vacaciones, mi cuerpo se transforma en un enorme saco de patatas. Su peso se rinde ante cualquier superficie horizontal y el despertador se asemeja a un objeto inerte ante el que, cualquier movimiento se hace eterno. Los párpados pesan más de la cuenta y, bostezo tras bostezo, uno llega hasta la tarde, en la que, tras ingerir algo, cae rendido de nuevo ante la indescriptible atracción del sofá...

Hija de un bostezo
nieta de una almohada
la pereza cuelga
bajo la enramada.

En un mismo sitio
duerme todo el día,
igual si es de noche
o si es mediodía.

No sale a pasear
ni a ver las estrellas.
Sólo ronca y ronca
La pobre doncella.

Fanny Uzcátegui.
La pereza.
En: Taquititán de poemas. Antología de poesía.
Ilustraciones de Ana Palmero Cáceres.
2014. Caracas: Ekaré.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

De malhechos y gimnasios


Aunque el culto al cuerpo es un mal mediterráneo, llama bastante la atención que nuestros socios comunitarios se hayan rendido de manera rotunda al gimnasio y sus beneficios para con la musculatura y el mamoneo. Alemanes, holandeses, nórdicos o ingleses se ponen a tope con los entrenadores personales, la zumba, el pilates, el spinning o el boxeo (ahora lo más de lo más, cuando antes era lo menos de lo menos…) y de paso, lucen palmito a lo largo de la costa (cosa buena para nuestra deprimida economía), dando buena muestra de que, no sólo a los/as chulazos/as de playa les sienta bien el ejercicio, sino que la globalización también los prefiere fornidos hasta los tuétanos.
Para los que no invertimos en batidos de proteínas y bancos de abdominales es una lata pasear a orilla de nuestras benditas playas: uno se siente desprotegido ante tanto organismo bien formado y, empequeñecido, intenta disimular las lorzas metiendo barriga -el más antiguo de los remedios- o estirando los brazos al cielo... Lo más evidente de todo es que nos vamos quedando (además de orondos y perimétricos) en clara minoría… Será que aquellos que no invertimos los consabidos treinta euros mensuales en ponernos a tope a golpe de pesa y mancuerna, ¿”semos rarunos”?... No creo… en todo caso ¡somos naturales! Una cosa es mantenerse saludable, poner a rajatabla el sobrepeso, disminuir el colesterol y controlar la hipertensión, y otra muy distinta es convertirse en esclavos del tono muscular y la forma física, pareciendo androides desprovistos de toda personalidad. ¿Quién quiere ser igual que otro, perder los rasgos que le caracterizan y moldear su cuerpo a golpe de movimientos aeróbicos y dietas especializadas?… (Y dijo una abuela sorda… “Cada vez me es más difícil distinguir a la Jenny de la Selena, y al Yoni del Christian, ¡si parecen clones!”).


¡Decidido! Lo mío es ser yo, quererme a pesar de mis kilos de más, sin importarme los cánones definidos por anunciantes de ropa interior. Prefiero estar sano por dentro que divino por fuera. Y reírme… reírme mucho… porque, aunque lo desee con todas mis fuerzas, jamás alcanzaré la perfección absoluta. Una gran verdad de la que toman buena nota Los cinco desastres (yo hubiera traducido el título por Los cinco malhechos, que también existe esa palabra) de Beatrice Alemagna y editado en castellano por A buen paso, gracias a un advenedizo perfecto que, como de costumbre, resulta ser el más imperfecto de todos.


lunes, 22 de septiembre de 2014

De grises a cromáticos


Tras dejarme los higadillos -y la cartera- en la feria, y sufrir un comienzo de curso bastante aburrido (necesito algo más excitante y diferente), aquí regreso tras un verano movidito (tanto por el kilometraje, como por las emociones) en el que mi cabeza ha dejado a un lado letras y problemas, y se ha dedicado a otros menesteres más banales (léase comer, beber y dormir: la columnata del descanso). Y he aquí el resultado: una verborrea no tan aguda como de costumbre (como cualquier vehículo aparcado durante meses, el cerebro necesita su tiempo para arrancar…) y un discurso no tan bien articulado como me gustaría, pero… ¡Empezamos!
Pasados ya julio, agosto y buena parte de septiembre, cogí el mando a distancia y, haciendo un esfuerzo sobrehumano para recordar su funcionamiento, encendí el televisor, constatando una vez más, que la actualidad (en contra de lo que cabe esperar) sigue siendo similar a la de junio: un coñazo. Un crecimiento económico que no llega, la Merkel sigue jodiéndonos, Putin dando por culo, los yihadistas más que Putin, Mas continua a cuestas con la consulta soberanista, nuestro flamante rey pinta menos que una mona, Rajoy gobernando a la gallega, y todo el mundo engrosando las listas del paro. En resumidas cuentas, un septiembre igual de gris que los anteriores…


A pesar de ello, algo me dice que debemos ser optimistas. No por la liquidez que Europa insufla a los bancos, ni por las temibles ideas de Montoro (el amor de este hombre por las clases medias es inhumano), ni por el (des)esperanzador discurso de Podemos, ni por la popular aproximación del tal Pedro Gómez a las clases obreras (manda huevos que haya que hacer uso de “Sálvame” para captar abuelas y analfabetos… ¿por qué no va también a MHYV?), sino por nosotros mismos. Hay que creer en nuestra capacidad para idear, para imaginar nuevas formas de negocio, para revolucionar los campos de la ciencia, de la tecnología, de la empresa, de los servicios sociales, del arte y de la literatura. Se empieza a ver algo de color en nuestras vidas, a tornar el blanco y negro en algo más productivo, algo más especial; un mensaje similar al que El hombrecillo vestido de gris y otros cuentos de Fernando Alonso y con ilustraciones del genial Ulises Wensell, un libro ya clásico (desde que ganara el Premio Lazarillo en los setenta) y  recién re-editado por Kalandraka (creo que han aprovechado para comprar todo el fondo de armario de Alfaguara), hace referencia.
Empiecen bien la temporada lijera y no se lo pierdan.