martes, 10 de febrero de 2015

Regalar besos...


No hay centro de educación secundaria que quede libre de polémica cuando algún/a profesor/a puritano/a queda encargado de merodear por los pasillos durante la hora del recreo, más si cabe cuando los alumnos ponen en juego el decoro en algún rincón apartado del bullicio, y la doble moral que se respira en sus dependencias queda desnuda ante los ojos ajenos... ¡No se alteren, por favor! ¡Sólo hablo de besos! ¡De esos cortitos que tanto dicen, de esos morreos interminables que campan por patios, verjas y bancos, al aire libre o bajo techo, dulces o emborrachados de pasión! ¡Simplemente besos!


Sean con lengua o sin ella, los besos dicen mucho. Hablan por sí solos en un mundo donde no abunda la espontaneidad, ni el cariño. A pesar de que algunos se dediquen a la censura en pro de la inocencia de los menos aventajados (N.B.: A veces creo que es la suya propia…, pero no se hable más si ellos mismos deciden enmascararla de otras virtudes), yo rompo una lanza por el gesto de amor más bonito que alguien puede recibir, sobre todo en un tiempo en el que la confusión enmaraña la realidad y uno no sabe desenredar la pornografía del afecto (Aviso para navegantes: ¿Se han dado cuenta de la paupérrima presencia de los besos en los medios de comunicación? ¿Dónde están? Yo sólo veo tetas, culos y entrepiernas... ¡Bazofia!... ¿Dónde quedó aquel intenso pico entre Gorbachov y Honecker que tantas tapias cubrió y que tanto simbolizó? ¡Lo que daría por ver otro entre La Merkel y Putin!).


Adoro los besos, esos que se ponen en la frente, esos que llenan cualquier mejilla, los que se dan sobre el vientre de una mujer embarazada, los que se posan sobre la palma de la mano, sobre su dorso, sobre las puntas de los dedos. También los que hacen cosquillas en la oreja, aquellos que acaloran el pescuezo y los que se dan en la coronilla. Los besos que significan perdón, gracias y hasta luego. Recorrer la espalda a base de besos y darlos en el momento menos predecible, ¡qué delicia! ¡Besos y más besos!


Y para que nos llenen el alma, los labios, la barbilla, el pecho y el ombligo de besos, aquí les traigo Siembra un beso, un enternecedor (ya saben que rehúyo de estas temáticas aunque sé reconocer su sitio) álbum ilustrado con texto de Amy Krouse Rosenthal, ilustraciones de Peter H. Reynolds (ya saben, el de El punto y Casi) y editado en castellano por Océano Travesía, que bien puede transformarse en un hermoso regalo entre enamorados (o entre cualquiera).



2 comentarios:

Pilar Mandl dijo...

A mí también me encantan los besos... Y los abrazos...
El libro parece t
"Tierno" que es lo que yo le pido a los libros infantiles ilustrados. Lo buscaré.

Gracias de nuevo por compartir.

Román Belmonte dijo...

¡Cuánto tiempo sin verte por estos lares! Me alegro de que te gusten los libros tiernos... ¡y me acabas de dar una idea! Un abrazo.