viernes, 29 de enero de 2016

Premios y poesía infantil y juvenil en español


Ayer, la Fundación Cuatrogatos hizo públicos sus premios anuales, un certamen creado hace unos cuantos años para amplificar la labor de editoriales, autores, ilustradores y editoriales del mundo de la literatura infantil y juvenil en español, una lengua que aglutina a 559 millones de personas. En su magnífica y equilibrada selección de 2016 que pueden descargar AQUI, además de incluir los veinte títulos ganadores, también encontramos los libros finalistas y los pre-seleccionados. Entre todos ellos destacan bastantes obras de poesía, algo que se agradece a la hora de aupar a un género que es patrimonio de todos los que habitamos este y aquel hermoso lado del charco.

Dentro de los ovillos hay un planeta de lana,
que si fueras pequeño podrías habitar.

Tejer una casa con una silla,
una ventana.

Y sentarte a mirar cómo se desenreda la tarde.

María José Ferrada.
En: Escondido.
Ilustraciones de Rodrigo Marín Matamoros.
2014. Santiago (Chile): OchoLibros.


Do re mi fa sol la sí
una zamba
el grillo canta
para mí.

Pañuelo al viento
bailo descalza
las siete notas
de su garganta.

Nelvy Bustamante.
Zamba.
En: Orejas negra, orejas blancas.
Ilustraciones de Claudia Degliuomini.
2015. Neuquén (Argentina): Ruedamares.


miércoles, 27 de enero de 2016

Buena literatura vs. ediciones preciosistas


No son pocos los monstruos que me han reprochado en algunas ocasiones que reseñe o incluya en mis selecciones libros que, a su juicio, no son muy sobresalientes y que consideran más bien mediocres. Siempre que me lo permiten, les rebato el argumento diciéndoles que está obnubilados por este mundo consumista y que confunden lo mediocre con lo modesto, es decir, suelen (solemos, que uno no es de piedra...) mezclar los términos “buen libro” y “libro bien editado”. ¡Y de eso va el post de hoy!


Es cierto que la edición es una parte verdaderamente importante de un libro o álbum ilustrado redondo, como bien dije AQUÍ , pero no todo es tan obvio y hay que apuntillar un poco para concretar ciertas cuestiones... Lo primero es darle un tirón de orejas a muchos editores que se valen de la preciosista (o bonita) edición para vender productos mediocres. Seguramente porque son pocos consumidores/lectores que se dan cuenta de ello debido al exquisito envoltorio en el que se presentan. Cajas de bombones, frascos de perfume, paquetes de chicles..., todo lo que se encuentra a la venta tiene un componente estético dirigido a un público determinado, entra por los ojos y ¡voilá!: soltamos la pasta. Es por ello que hay que discernir entre contenido y continente, no sea que con tanta imagen y edición, nos vendan humo a precio de oro.


En segundo lugar me gustaría llamar la atención sobre lo que yo llamo los “libros-objeto”, un fenómeno que surge de elevar a la enésima potencia la edición para dejar a un lado el fin mismo del libro: el lenguaje textual y/o ilustrado, algo que lleva a muchos lectores a confundir un libro bien editado con esto (no todo lo que está hecho de papel es un libro en el sentido estricto de la palabra). Como ejemplos puedo citar los pop-up decorativos o algunos libros que da pena abrir.


También hay que hacer una defensa de todos aquellos buenos libros que serían excelentes si se hubiera cuidado su edición mucho más. Claro está que también hay que apelar al sentido común, y decir que no somos nosotros quienes ponemos el dinero sobre la mesa. Debemos comprender que muchas editoriales están limitadas tanto en medios, como en presupuesto, y no pueden subrogarse por entero a la maquetación, el diseño, la tipografía, el papel, la impresión, el cartón y otros detalles que conllevan un coste más elevado del proceso. Por otro lado tengo que destacar la labor que muchas de estas empresas desarrollan dentro del mundo editorial ya que, si no fuera por ellas, muchos proyectos personales que no tienen cabida dentro de las grandes y conocidas, y que han sido desechados por diversas razones, no verían nunca la luz y se empobrecería el espacio LIJ.


Por último quiero decir que lo ideal en un álbum ilustrado es que el contenido y la edición se acoplen como un efectivo engranaje para moverse al unísono, algo que pocas veces ocurre pero que, cuando sucede, da lugar a obras como Álbum para días de lluvia, de Dani Torrent y editado en castellano por Bonito Editorial; un libro de buena calidad que nos cuenta la historia de un niño que recoge momentos cálidos y luminosos para cuando llegue el tiempo gris y que hoy les traigo como ejemplo de simbiosis entre historia honesta y buena edición. ¡Que bien vale una mención!


lunes, 25 de enero de 2016

Vegetarianos e ignorantes


No teniendo bastante con los partidos animalistas, se ha sucedido en España la revolución vegana y -¡cómo no!- tengo que destripar este fenómeno fotosintético para deshuevarme un rato (¡Qué buenos momentos me está procurando este desmadre colectivo!).
Aunque cabe decir que estos rollos vegetarianos vienen de lejos, claro está (no se olviden del jipismo, de la revista Integral y de mis compañeros de facultad), hay que tener en cuenta el componente temporal que, como en todas las modas, los hace resurgir. Y es que a los hipster les ha dado por engullir eco-lechuga... No voy a negar que esto le venga de puta madre a nuestro sector agrícola (creo que el más grande de todo el entorno europeo), ni que a algunos les depure el karma hincharse de tomate y soja, pero no sé hasta qué punto este hábito puede contribuir a mejorar nuestra salud, hermanarnos con la madre Naturaleza y afianzar el respeto hacia nuestros hermanos los animales (incluidas cucarachas, parásitos intestinales y ratas... criaturicas de Dios...).


Si atendemos a los factores metabólicos y teniendo en cuenta que las proteínas de las plantas difieren bastante de las de nuestro organismo por un mero factor evolutivo, y que no son capaces de aportar sustancias como la vitamina B-12, tenemos el primer frente ante esa nutrición supuestamente completa que puede aportarnos una dieta de procedencia exclusivamente vegetal (llamo la atención entre la diferencia que existe entre alimentación y nutrición). Esto obliga a numerosos veganos a consumir suplementos nutricionales que en la mayor parte de los casos tienen un origen sintético (¡A la mierda nuestra integridad de naturópatas!), algo que me parece una incongruencia (¿Enriquecer más todavía a las farmaceúticas? Ni de coña). Lo que sí es de locos son las dietas infantiles vegetarianas (y me callo por no caer en el insulto...).
También tenemos a aquellos que echan mano de la horticultura ecológica (daría lo que fuese por ver el derroche de agua, el empobrecimiento del suelo, la adición de abonos industriales y plaguicidas de síntesis que utilizan/llevan a cabo muchos en sus huertos de ecologistas concienciados que poco tienen que ver con el respeto a los procesos naturales), de los que -se creen- no consumen productos transgénicos (Buenos días, aquí la Monsanto©, ¿qué desea?) o de los bancos de germoplasma y las variedades de cultivo tradicionales (¿Y dónde quedan las razas ganaderas autóctonas?). Pero déjenme decirles: ¿en qué porcentaje contribuye esto a hacerles una vida más sana y respetuosa con el medio ambiente? Creo que los discos de vinilo, la sacarina, el teléfono móvil, las cámaras fotográficas o las minas de coltán son pruebas fidedignas de que nuestro ocio impacta mucho más sobre el medio ambiente que nuestra alimentación.


Terminemos con el tema animal, el más gracioso de todos... Desde tiempos inmemoriales, gatos, vacas, perros, cerdos, conejos y jilgueros han entrado en los hogares con un fin determinado (salvaguardas, exterminadores, productores lácteos, cárnicos o cantores), pero ahora, no sé qué mosca nos ha picado para convertirlos en meros juguetes o acompañantes (¡Mamaaa, quiero una cabraaaa!). Si a ello le unimos que nos vemos obligados a vivir en cajas de cerillas (a mi modo de verlo, jaulas grandes) poco aptas para su quehaceres cotidianos, la cosa se va de madre (¿Acaso eso no es maltrato?). 
También hay mucha tontería y poca educación con las mascotas: las veo en el metro, durmiendo sobre las camas o comiendo en los bares, algo que, a pesar del cariño que cada cual les tenga, yo sigo diciendo aquello de “cada uno en su casa y el burro en la linde” (que no a todos nos va el pelo y, ante todo, respeto). 
Por último y hablando de taxonomía, les invito a que indaguen en las relaciones filogenéticas  entre hongos y animales, y constaten que están más próximos de estos que de las plantas (un nuevo alimento vetado). 


Y ahora, mi alegato:
No soy partidario de obligar a la dieta omnívora (que cada uno coma lo que le plazca, de hecho me encanta la dieta vegana). Tampoco de abusar de los producto cárnicos (la dieta tradicional incluye mucha legumbre, hortaliza, verdura, buenos mojes, pipirranas y asadillos, aunque alguna vez le peguemos un buen viaje a la tripa de chorizo). Aborrezco el modo en el que se cría al ganado y el impacto que las grandes explotaciones pecuarias tienen sobre nuestro mundo. Pero también he de decir que el modus operandi de muchos vegetarianos deja en evidencia una vez más que los humanos, lejos de hacer gala de esa razón que los millones de años de evolución nos han regalado, sacamos de quicio las cosas, nos vamos a los extremos y nos decantamos por el integrismo y la demagogia (un clásico).
Así que, harto de reír y como buen botánico, me voy a poner a leer El niño semilla (Greenling en inglés) de Levi Pinfold (editado por Nubeocho en castellano y Templar en la edición inglesa) mientras disfruto de la primavera, el hortal y sus favores. Me gustan las plantas, adoro las plantas, son parte de mi vida, adoro su simbolismo, exotismo y vigor, así que prefiero disfrutar de la belleza que recogen discursos como los de este libro, que de otros más utilitaristas. Y no hay nada más verde que decir.

viernes, 22 de enero de 2016

Hablando de LIJ con... María Cristina Ramos


Román Belmonte: Me encanta y me halaga que haya accedido a este tercer grado. Es un honor charlar sobre poesía infantil con una dama rimada. Y a las damas, no hay que tutearlas, más si cabe, cuando las admiras a través de sus palabras... Defínase con unas cuantas.
María Cristina Ramos: Mecer, golondrina, tejido, silencio, sandía, mirada, misterio…
R.B.: Por cierto, ¿con que rima monstruo?
M.C.R.:
Monstruo no sabría con qué rima
pero tengo palabras que se arriman,
que rodean con gracia y que perviven
con los monstruos y el lugar en donde viven.

R.B.: (Boquiabierto)
M.C.R.: Y yo pregunto:
¿Qué es el aire cuando acaba de nacer?
R.B:
Un vuelo suave, tranquilo... Ligera poesía.
M.C.R.:
¿Por qué los cangrejos se dedican a la relojería?
R.B:
Porque ellos, como el tiempo, andan del derecho y del revés

Perdone las dobleces pero, ¿piensa o escribe en verso?

M.C.R.:
Ay, Román, usted siempre con sus treces!
Cabría responderle en dulce prosa
pero usted me provoca con palabras
ligeras y fragantes como rosas.
Si acaso no declina
el entredós,
si acaso no se espina
el tú o el vos,
puedo seguir jugando
en entreversos;
avise usted si pierdo la hebra fina.


R.B.: Recíteme unos versos infantiles en voz alta...
M.C.R.:
Quiero a la sombra de un ala
contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala,
la que se murió de amor.

R.B.: Hablando de palabras, versos y rimas... ¿es más fácil hacer un soneto con acento argentino?
M.C.R.: Tal vez...

No sé si fue la madre que cantaba
el revolar de espumas y de olvido.
No sé si algo de luz o algo de nido
tuvo la sombra que el parral me daba.

Si fácil no es la vida, la palabra
¿acaso es pan verbal, casi destino
que se vuelve vitualla en el camino
cuando el cielo sin paz se descalabra?

En agua de sonetos yo he bebido
voz de abuelos lejanos que vivieron
sueños de mar y oleajes peregrinos.

De sus voces secretas he nacido
y está el mar redondeando mi silencio
que habla a solas de todo lo perdido.


R.B.: Somos pocos los divulgadores de la Literatura en general y la Literatura Infantil en particular, que abanderamos versos infantiles en nuestro ideario de forma regular, ¿cree que eso va en detrimento de la visibilidad de un género tan minoritario?
M.C.R.: No somos muchos, pero somos buenos… Y como no atino mucho a responder, ¿podría responder usted?
R.B.: (Risas) ¡No deje la pelota en mi tejado o se llenará de peros!... El pero número uno: ¿Cómo vamos a engordar la poesía con lo pobres de rimas que andan las estanterías?; el pero número dos: ¿Dónde están los poetas cuando se les necesita? (Arrime la oreja, Doña Cristina... Hace un par de años hice un llamamiento a poetas y/o poetisas -N.B.: Como yo no entiendo de connotaciones peyorativas, prefiero prestarle atención a sus palabras y avanzar con la poesía infantil- para poder seguir llenando los viernes de los monstruos con dulce rima, y no se sorprenda si le digo que aún los ando esperando...); y el pero número tres (estoy algo soñoliento): la poesía es a la literatura, lo que la música al arte. Está tan presente que no le importa a nadie.
Cambiando de tercio... Siempre he creído que poetas o poetisas como Gloria Fuertes o María Elena Walsh trascendieron en sus respectivos países dedicándose al público infantil porque fueron aupadas por las instituciones gubernamentales y educativas, así como por los medios de comunicación, algo que en nuestros días es impensable... ¿A que se debe la falta de apoyo a la cultura hoy?
M.C.R.: Disiento un poquito. María Elena Walsh se abrió camino en nuestro país de la mano de la música y de su propia excelencia. Fue una voz fundadora de una sensibilidad en un momento de país.
En cuanto al apoyo institucional, en Argentina ha habido en los últimos años un gran apoyo al libro y la lectura. Aún así hay conexiones rotas que hay que reparar. Seguimos buscando docentes que descubran la poesía y la compartan gozosamente. Y digo poesía, no texto rimado solamente.
R.B.: ¿Por qué la poesía infantil es una parcela la mar de femenina?
M.C.R.: No lo sé. Creo que se impone aún un prejuicio que impide que el mundo masculino se deje impregnar por lo poético.


R.B.: Cada vez que visito una librería me doy de bruces con la realidad: cuatro libros de poesía frente a tropecientos de narrativa... ¿Será más difícil parir una poema que una novela? ¿Será más fácil vender párrafos o estrofas?...¿A qué cree que se debe?
M.C.R.: Es un tema complejo. Los libros de poesía se venden menos en parte porque se los asocia con cierta dificultad en la lectura, en un tiempo en que todo debe ser rápido y cambiante, en un mundo que parece alimentarse de vértigos. Es más, la narrativa que se lee mayoritariamente es una narrativa lavada, sin demasiado trabajo de discurso. Si bien estoy generalizando, extraño ese tiempo en que leíamos narrativa y remarcábamos párrafos para volver a leer o para compartir, porque su impacto nos desbordaba, alimentaba nuestra sed de leer. Además, volviendo a la poesía, a veces hay encuentros con textos de estafa. Llamo así a aquellos escritos en verso, que no llevan a la hondura, a la reconfortante alegría o al deslumbramiento de lo poético. Si lo más frecuente es encontrarse con ese tipo de textos es natural ponerse a salvo, huir hacia otra cosa.
R.B.: Los teóricos defienden la poesía infantil, junto a retahílas y canciones, como grandes aliadas a la hora de construir lectores. En un mundo en el que poco queda ya de los juegos a pie de calle y la tecnología sirve de distracción, ¿sigue vigente esa interacción entre rimas y lectura o deberíamos buscar alternativas?
M.C.R.: Las dos cosas me parecen acertadas. Pero en mi experiencia no hay niños que no disfruten de la poesía si se les lee bien. Pero ¿qué es leer bien un poema? Haberlo leído previamente, haber conectado con su mundo de sugerencias, haber encontrado la voz capaz de acompañarlo. Muchas veces descubrimos la belleza de un poema cuando alguien nos lo lee dedicando su tiempo y su voz, donando su propia lentitud, su singular delicadeza.


R.B.: La primera vez que leí su Papelitos, recordé algo... En mis años de escuela, los maestros nos obligaban a memorizar poemas. Todavía me acuerdo de muchas estrofas y, aunque en aquel entonces no comprendía las razones, hoy me alegro de que alguien se empeñara en que guardásemos versos en la cabeza. ¿Sigue siendo el maestro el mayor divulgador de Literatura Infantil?
M.C.R.: Sin dudas, el maestro y el bibliotecario. Y creo que hay que volver a invitar a los chicos a que memoricen poemas. Y digo invitar, que no se trate de una imposición. Memorizar un poema elegido es también encontrar un territorio interior con el cual vincularse cada vez. Y son espacios que necesitan de esa cadencia, de ese acompañamiento de sensibilidad que reside en la palabra poética.
R.B.: ¿Y esos libros dedicados que me iba a enviar? ¿Para cuándo?... No me gustaría que le concedieran el Andersen (ese al que ya ha sido nominada una vez) y no tener en mi poder algo que valdría millones...
M.C.R.: Ahora, cuando cambie la luna.
R.B.: Me chifla jugar, comer y leer... ¿A que le gusta jugar a usted? ¿Y comer? ¿Y leer?
M.C.R.: Jugar sobre todo con las palabras, como en el casi contrapunto del inicio de esta tan linda, refrescante y a la vez seria entrevista que creaste, Román.
Comer, uva moscatel. Leer aquello -que no es fácil encontrar- que me hace detenerme en el tiempo, cerrar los ojos, paladear las frases, sentir que se renueva el mundo.




Aunque la ciudad de Mendoza (Argentina) vio nacer a María Cristina Ramos Guzmán en 1952, esta reside en Neuquén, la Patagonia, desde 1978, desde donde ha ejercido su labor como poeta/isa, escritora, editora, divulgadora y profesora de literatura. De entre el sinfín de libros de poesía infantil que ha publicado destacan Un sol para tu sombrero (Libros del Quirquincho, 1988, Re-ed. Sudamericana, 1999), Maíces de silencio (obra con la que fundó la editorial Ruedamares en 2002), La luna lleva un silencio (Anaya, 2005), Papelitos (FCE, 2007) o Dentro de una palabra (Sudamericana 2014). También ha cultivado la narrativa para niños (Cuentos de la buena suerte, El libro de Ratonio o Belisario), para adultos (La secreta sílaba del beso) y el ensayo (Aproximación a la narrativa y poesía para niños: los pasos descalzos y La casa de aire: la literatura en la escuela). De entre todos los galardones y reconocimientos, destaca su nominación para recibir el premio H. C. Andersen en 2013.

miércoles, 20 de enero de 2016

Mil posts y ¿cómo elegir un buen álbum ilustrado?


Ilustración: Noemí Villamuza.

Hoy se cuentan 1000 entradas (o posts) en este lugar y, como hay que celebrarlo, aquí uno de los que les gustan...
Imaginen... El Román se cuela en una librería. Mientras escarba entre los lomos de los libros alguien le toca el hombro. “¡Nene! ¿Ya estás con el vicio otra vez?” Joder... Enanos por todas partes que no me dejan leer tranquilo. “He venido a buscar un libro para mi sobrina, que es su cumpleaños.” Mu' bien (digo y sonrío). Como lo elijas tú, la pobre va apañá (pienso y callo). “¡Me podrías echar una mano, tu que sabes de esto!” El mismo coñazo de siempre... Lo quiero despachar pronto y empiezo a sacarle clásicos ilustrados de la balda. Este gusta mucho... Este es genial. Muy divertido... Mira que ilustraciones... “Ay, no sé... No me convencen...” ¿Qué le gusta a la cría? (Ya me empiezo a cansar...). “Lo típico, princesas, muñecas...” Al final le comprará un libro de barbis, ya verás... (musito). Diez minutos de negativas después y tras revolver todas las estanterías, se me enciende la bombilla, miro el reloj y exclamo: Nene, qué rápido se me pasa el tiempo entre libros, ¡y yo he quedado! Me piro... ¡A ver si encuentras algo que le guste! “Je, je, a ver... ¡Muchas gracias!” Levanto la mano y cuando giro la cara hacia la salida digo ¿Gracias, por qué...?
Como muchos de ustedes habrán estado involucrados en situaciones similares, el pasado diciembre y tras ser invitado por la librería Circus de mi ciudad para hacer una actividad sobre álbumes ilustrados, pensé que lo mejor era idear una serie de consejos o sugerencias básicas a tener en cuenta a la hora de seleccionar un libro ilustrado para niños, de manera que sirviera de guía para todos aquellos tíos, abuelos, padres, maestros, bibliotecarios, libreros, amigos y lectores, que quisieran comprar o regalar libros de este tipo. Al final, resumí este tipo de consideraciones en seis puntos, es decir una especie de hexálogo de los buenos libros ilustrados, que entregué impreso en unas octavillas a los asistentes tras presentar una buena tanda de libros.
Aquí se lo dejo para que, si lo creen conveniente, lo hagan volar por librerías, bibliotecas y otros centros dedicados a la letra impresa (si algún diseñador/ilustrador valiente se atreve, acepto una buena maquetación, tipografía bonita o algún detalle ilustrado... ¡Y que me lo mande en formato PDF!). Es totalmente gratuito, aunque, eso sí, les pediría una mención a mi persona y a este blog. Ahí va en castellano. ¡Disfrútenlo!

LOS 6 REQUISITOS DE UN BUEN ÁLBUM ILUSTRADO

1. Un buen álbum ilustrado TIENE GRAN CAPACIDAD NARRATIVA. Esto no depende de si tiene mucha o poca letra impresa, sino de su poder comunicativo.
2. Un buen álbum ilustrado GUARDA UNA CARGA ESTÉTICA ELEVADA. Esto no tiene que ver sólo con su colorido, el estilo o la cara bonita de los personajes, sino con su valor artístico.
3. Un buen álbum ilustrado DEBE POTENCIAR LA IMAGINACIÓN. Algo que no tiene que ver con ser irrealista, inverosímil o fantástico, sino con que ayude a enriquecer y ampliar el mundo del lector.
4. Un buen álbum ilustrado CONTIENE HUMOR. Esto no se relaciona con los chistes, lo extremadamente absurdo o el mal gusto, sino con arrancarnos una limpia y amplia sonrisa (visible o invisible).
5. Un buen álbum ilustrado ESTÁ BIEN EDITADO. No debe abusar de los juegos, de tipografías pretenciosas o de los recursos impactantes, sino que tiene un formato concordante, honesto y adecuado.
6. Un buen álbum ilustrado NOS HACE LIBRES. Algo que no depende de las emociones, de la moraleja o de lo que enseñe, sino de que el lector construya un mensaje propio y personal a través de él.


Ilustración: Katie Harnett


martes, 19 de enero de 2016

Pollos con éxito y libros bien pensados


De vez en cuando, en este extraño universo de la literatura infantil, hay libros que pegan el petardazo (algo bastante inaudito puesto que, aunque se vendan millones de euros en forma de papel ilustrado, no son muchos lo títulos que consiguen por si mismos un elevado volumen de ventas) y es lógico que un servidor, en vez de mirar para otro lado, se vea abocado a analizar los porqués de tan vertiginosa carrera. Mera curiosidad y aprendizaje.
Esto es lo que ha sucedido con El pollo Pepe, un pequeño libro ilustrado de Nick Denchfield y Ant Parker que combina, en tan sólo diez páginas, juegos de palabras (sólo 53 en todo el libro), alguna rima, técnicas de solapas desplegables y pop-up, para conseguir que más de 100.000 ejemplares hayan caído en las manos de cientos de críos (sí, sí, así me quedé yo cuando lo leí... como decimos por aquí, picueto).
Sé que ustedes me van a decir que bien podrá El pollo Pepe vender todo esto teniendo detrás a la todopoderosa SM, pero tampoco hay que ser así, más que nada porque en el catálogo de esta editorial hay cientos de títulos a los que se ha prestado mucha importancia comercial y que no tienen, ni de lejos, la aceptación de este libro, algo que deja bien claro que grandes y pequeñas empresas sufren el veredicto del público. Por lo tanto, yo propongo respirar, echar un traguico de agua, dejar nuestros prejuicios a un lado y ser objetivos y analizar el libro desde un punto de vista técnico...


El pollo Pepe está estructurado como un boardbook clásico (entre 10 y 14 páginas, generalmente), pero hay que denotar que no está elaborado con cartón, sino con una especie de cartulina (más gruesa que el papel y que facilita la inclusión de elementos de pop-up en su interior), y tiene un tamaño más grande que estos (por tanto llama más la atención). Las ilustraciones tienen un colorido básico (nada de medias tintas), algo que encaja perfectamente con la percepción visual básica que desarrollan los niños a edades tempranas, y poseen un lenguaje propio que va complementando el texto añadiendo detalles, movimiento y humor. El argumento no es nada pretencioso, sino más bien expositivo y se desarrolla en un texto rítmico y que tiene algo de retahíla, lo que ayuda a la lectura conjunta (adultos-niños o niños-niños). Y para terminar decir que tiene un final concluso y redondo, algo que siempre se agradece. Si a todo ello añadimos que el traductor tuvo mucha vista al llamar al protagonista con un nombre típico español que cuando lo oímos ya nos saca una sonrisa (por lo menos a mí), la cosa ya es de traca.


Es cierto que el libro no rebusca en el interior de nuestra alma las vicisitudes de nuestra existencia (a veces hay que pasárselo bien sin demasiada trascendencia), pero sí tiene méritos más que destacables (a mi modo de ver las cosas crear un personaje que se abra hueco en el ideario de nuestros pequeños lectores, ya es más que suficiente) en una reseña de este espacio.

lunes, 18 de enero de 2016

Pros y contras de la nieve


No era de extrañar que en algún momento hicieran aparición el frío y la nieve (aunque dicen que durarán bien poco), esos que durante el invierno boreal (el nuestro) suelen asolar Europa y Norteamérica. Y como todo en la vida, la nieve, ese meteoro a la vez tan ligero, a la vez tan pesado, se puede mirar desde una doble perspectiva, la de los niños y la de los adultos.


La mirada infantil queda nublada por la magia de la naturaleza. Sólo tienen que retrotraerse a su niñez y verse a sí mismos mirando por la ventana, rezando porque los copos perdurasen, por ver toda la calle cuajada de blanco. Recuerden la primera vez que tocaron la nieve: algodón frío y helado, algo bastante extraño que aún hoy día me sigue sorprendiendo. Notar como los pies se hunden bajo el mullido manto, mirar atrás y ver las huellas que sembramos a cada paso. Eso unido a las batallas, los muñecos de nieve y deslizarse por las pendientes resbaladizas hacen que el invierno se vuelva luminoso e inmaculado.


La mirada de los grandes esta basada en los miedos sobre los que se asienta lo humano (¡Díganmelo a mi que en un par de veces me he jugado el tipo con el hielo! Todo por ir a trabajar..., al español que se lo digas no se lo cree). La nieve, además de agradar a los esquiadores y otros deportistas y aficionados, puede tener nefastas consecuencias en nuestra vida cotidiana: incomunicación (de todos aquellos que viven en valles de montaña o de los que tenemos que coger el coche a diario), hundimiento de tejados, rotura de ramas y cornisas, proliferación de carámbanos de hielo, caída del tendido eléctrico, e incluso la congelación de las conducciones de agua para más tarde, durante el deshielo, provocar aludes y avalanchas.


En cualquier caso y dejando a un lado el tremendismo, a veces estas dos visiones pueden conjugarse con un poco de cabeza (sobre todo si se trata de nuestra integridad física), algo que nos muestra Tormenta de nieve, un álbum ilustrado de John Rocco (Tramuntana) que nos cuenta la historia de un nevazo de un par de metros sobre la costa este de Estados Unidos que impidió moverse de sus hogares durante unos cuantos días a miles de personas, una buena excusa para que un niño con su trineo se dedique a realizar transacciones y recados a la gente del vecindario. ¡Una aventura en toda regla!


viernes, 15 de enero de 2016

En defensa de la poesía


Teniendo en cuenta que la mayor parte de las publicaciones o bitácoras dedicadas a la Literatura Infantil marginan a la poesía como a un hijo bastardo, y lejos de emular a Shelley (a Percy, no a su esposa), hoy me he atrevido con este pequeño alegato.
A pesar de que el mundo editorial presta cada vez más atención a las obras poéticas (al César lo que le corresponde) y que, durante los últimos años, se han buscado nuevos autores y formatos en los que darle protagonismo -véase el álbum ilustrado, las antologías y otras obras más personales y experimentales-, su visibilidad dentro de los círculos lijeros sigue siendo la misma: testimonial. Aunque si bien es cierto que poetas y poetisas han abandonado esa imagen mística del pasado para hacer gala de cierto aperturismo mundano, rimas y sonetos siguen varados, a la espera de que especialistas, mediadores y lectores, por ella queden encantados (pareado al canto).


Aunque esta marginación va perdiendo gravedad, hay que seguir gritando que todo lo que no sea narrativa permanece en un segundo plano (y menos mal que no estamos como el teatro infantil, eso sí que es para llorar...) y es necesario darle alas entre los lectores para que las palabras sigan volando, algo que defiende la (mi) concepción (visión) diversa de la palabra, esa en la que todo cabe.
¿No creen que es una pena? Si no me equivoco, la mayor parte de nosotros (no digo todos porque siempre hay excepciones), procedamos de un sitio u otro, pertenezcamos a una u otra cultura, nos hemos criado al son de nanas, canciones, retahílas, rimas, juegos de palabras y, por supuesto, rimas, esa patria común por la que, hace mucho tiempo, decidí dedicar los viernes a este género.


Jean Cocteau dijo en cierta ocasión “Sé que la poesía es imprescindible, pero no sé para qué”, y es hora de esgrimir una buena tanda de motivos para replicar a tan absurda aseveración: ¿Quién de ustedes no conoce el fragmento de un poema? ¿Quién no ha declamado una rima en voz alta jamás? ¿Nunca han buscado versos en las palabras? ¿Fue consonante o asonante su primer amor? ¿Sabía usted que las bromas lucen más con ritmo y entonación?
Está claro que la poesía está presente en las ocasiones especiales, pero también nos cuenta cosas, nos transmite mensajes que, aunque rítmicos y sonantes, tienen inspiración en lo cotidiano. Es por ello que narrativa y poesía se cogen de la mano... Al igual que novelas, cuentos y relatos, la poesía toma prestada la realidad para ordenarla en otro formato, quizá más estético, menos mundano, pero, al fin y al cabo, toda la literatura confluye en el mismo punto, el ser humano, sólo que los poemas saborean su existencia con ritmo, sonido y métrica, con pureza y tiempo, pero nada vano.

[...]
En un instante , la tinta de sus dos caligrafías
se fundió en un rojo bermellón,
tan intenso como su pasión.

Y el beso se vistió de amor,
Un amor transparente, dulce, cálido.
Con un toque de bruma y espuma
y una pincelada de papel celofán.
Un amor de caricias y adverbios en flor,
de palabras tendidas al sol.
Un amor de verbos conjugados
en el vapor de recuerdos y anhelos.
Un amor rumor de galaxias, espiral en el tiempo.
Un amor de ecos, sonidos y voces mirando al cielo.
Un amor con mil mariposas dentro.
Un amor casi sueños...
casi versos...
[…]

Asunción Carracedo.
En: Leyenda de un beso.
Ilustraciones de Bett.
2015. Villaobispo de las Regueras (León): Amigos de Papel.
Imágenes de la entrada: Bett.


jueves, 14 de enero de 2016

De polémicas, madres y lactantes


En el circo (otrora congreso) de los diputados ya tenemos nuevo espectáculo. No teniendo bastante con fieras, domadores y payasos, siguen despuntando nuevas estrellas que brillan con luz propia en el firmamento político. Así pasa, que al final, a todos se les acaba viendo el pelaje... ¿Sus fines? Coronar el "candelabro" y untarse de mandanga (dejando ínfulas y ganas de figurar a un lado). Y en tanto, nosotros seguimos embelesados ante tanto glamour y pandereta, para olvidarnos de lo verdaderamente importante.
“A todos nos gusta hacer lo que nos sale del fandango” decían ayer dos compañeras de trabajo (madres ambas, muy votantes y comprometidas por la causa) “pero ni las aulas, ni los bares, ni el hemiciclo, son lugares para un lactante... Si quieres hacer el mono con tu hijo, ¡llévatelo al parque!” A lo que otras replicaban “ Bendita tu eres entre todas las mujeres, y bendito sea el fruto de tu voto, Miguel.” Y mientras, algún hijoputa seguía echando más madera a la estufa...


La verdad es que me interesan muy poco las lecciones que peperos, podemitas, sociatas, falangistas, ciutatanos, cuperos y coladores nos tienen que dar a los ignorantes (estas partidas de ping pong son muy poco instructivas y nada enriquecedoras cuando seguimos viviendo en un país pobre, económica y culturalmente hablando, porque a tontería no nos gana nadie). Llámenlo como quieran. Valentía, demagogia, feminismo, populismo o postureo son algunas de las denominaciones que se le ha dado al numerito de esta nueva demócrata en las redes sociales, pero para mí -que cada vez que veo un buitre de esta enjundia en la tele, la apago- no deja de ser otra vacilona, otra privilegiada.
Mientras ella se pasa las convenciones por el arco del triunfo y su “babysitter” pasea al vástago con faldones de cristianar (excentricidades aparte), otros miles de mujeres están jodidas y a merced de empresarios/as que, una vez han cobrado las subvenciones, las mandan al paro cuando vienen con un pan bajo el brazo. Sí, sí, cuéntenme que por lo menos ha hecho visible lo difícil que es ser mujer (aquí y en Madagascar), pero les replico que hacer denuncia social es muy fácil con todo tipo de prebendas (No me negarán que esta salvadora se lleva el canto de un duro con la infanta, La Obregón o La Panto...). Lo difícil es hacerlas cuando una madre está sujeta a la caja de un supermercado, una cadena de montaje o una máquina de coser, sin más prerrogativas que un par de ovarios.


Zanjando el tema y sin ningún antojo más (ya hay otros más caprichosos) sólo me queda recomendarles El menino, un libro de Isol Misenta (editorial Océano Travesía) que, dejando a un lado las polémicas, se interna con humor somero y sutil en los avatares de la maternidad, una que conlleva mucho sacrificio, resignación y, generalmente, felicidad.


miércoles, 13 de enero de 2016

Selección de libros ilustrados para jóvenes y adultos


Hemos dejado atrás la navidad y con ella se han ido las ilusiones y los deseos (in)cumplidos de muchos niños. No sabemos si esas ganas de soñar regresarán el año próximo o, si por el contrario, se borrará el brillo de sus ojos por culpa de lo que los adultos llaman la madurez, que unas veces trae el tiempo y otras la propia vida. 
No se entristezcan (es lo peor que pueden hacer), por todos es sabido que Peter Pan sólo hay uno y que el resto de los mortales tenemos que conformarnos con andar sobre una sonrisa y utilizar nuestra imaginación para sobrevivir a tanto zarandeo. Pero algunos dirán, ¿y cómo lo hago...?
Tienen muchas formas de volver al lugar en el que viven los monstruos. Quizá de golpe y porrazo, siendo padres o que sus hijos les conviertan en abuelos. Son la formas más clásicas, pero a mí, de entre todas las posibles, hay una que me encanta: la del camino inverso...
¡Shhh! Escuchen... Sólo tienen que acudir a bibliotecas o librerías y buscar los escalones perdidos. Quizá estén ante sus mismos ojos y se hayan negado a abrirlos... ¡Acérquense! ¡En silencio!... Se llaman álbumes o libros ilustrados para jóvenes/adultos... Y aquí les dejo unos cuantos de excelente factura que nos dejó el año anterior (N.B.: he incluido niveles de complejidad: básico [*], intermedio [**] y avanzado [***]) para que vayan abriendo boca y la mirada de los niños que olvidaron, esa que se esconde en el alma.


Eva Sánchez. 2015. Dip. Más allá de la oscuridad. Edelvives [*]


Ray Bradbury. 2015. Eran morenos y de ojos dorados (o cómo dar un nombre). Ilustraciones de Óscar Sanmartín Vargas. Tropo Editora [***]


Daniel Nesquens y Harantula. 2015. Pez misterio. Canica Books. [*]


Carl Norac y Stéphane Poulin. 2015. En el país de la memoria blanca. Barbara Fiore. [**]


Grassa Toro y Cecilia Moreno. 2015. Ya. Nunca. A Buen Paso. [**]


Franz Kafka. 2015. La metamorfosis. Ilustraciones de Luis Scafati. Libros del Zorro Rojo. (Edición del centenario). [***]


H. M. Enzensberger, Irene Dische y Michael Sowa. 2015. Esterhazy. Fulgencio Pimentel e Hijos. [**]


Washington Irving. 2015. Rip van Winckle. Ilustraciones de Noemí Villamuza. Nórdica Libros. [**]


Roald Dahl. 2014. La cata. Ilustraciones de Iban Barrenetxea. Nórdica Libros. [**]


Sophie Strady y Jean-François Martin. 2015. La memoria del elefante. Barbara Fiore Editora. [*]


Jimmy Liao. 2015. Paisaje de amor. Barbara Fiore Editora. [*]