lunes, 25 de septiembre de 2017

España, un país de colores


Eran las 10:53, una hora hermosa para premiarse con un descanso. Es lo que tiene la vida doméstica: trabajo y disgustos.
Apoyé el palo de la fregona en el quicio de la puerta y me dejé caer sobre el sillón. El sol de septiembre se abría camino entre los visillos. Sobre la mesa, montones de libros, sobre los libros, toneladas de polvo, y sobre el polvo, las huellas de mis dedos. Me incorporé e intenté poner algo de orden apilando uno sobre otro. ¿Aquello se llamaba “descansar”...? La pajarera de oro..., Espera..., El soldadito de plomo... Coroné aquel rascacielos de papel con Barrios de colores de Ana González Menéndez y Kike Ibáñez (Milrazones), el flamante ganador del último Premio Lazarillo. Lo cogí, dibuje su contorno con mi mano y me dispuse a leerlo.



Pasaba las páginas. Buscaba con la yema de mis dedos cada una de las formas que dibujaban los colores sobre la cuadrícula. Era la historia de un barrio, como el tuyo y como el mío. De un barrio dónde la gente convive, dónde las flores crecen en las ventanas y los niños juegan a la pelota. De un barrio, de una ciudad como la tuya y la mía, en la que pueden pasar muchas cosas. En la que, de repente, se va perdiendo la alegría, todo se vuelve gris y los vecinos empiezan a mirarse de soslayo. Todo por el empeño de unos hombres cenicientos que ensombrecen el ánimo, empercuden la realidad y roban uno a uno los gestos amables. Menos mal que, como en todos los barrios, como en todas las ciudades, como en todos los países, nadie es capaz de detener la primavera, esa que hace crecer las semillas que inundarán de verdes, rojos, amarillos y añiles, avenidas y ensanches, plazas y campanarios.


Cerré el libro y con una media sonrisa llegué a la conclusión de que unas veces son los libros quienes nos acercan al mundo y otras, es la propia vida la que nos lleva hasta ellos. Aquella era la historia de un barrio como el tuyo y como el mío, de una ciudad como la tuya y la mía, de un país como el tuyo y el mío. De un “País de colores”.


Y de fondo, en la emisora de turno, le cantaba Pablo Alborán a toda España una de amor y desamor... “No vaya a ser que te quiera y te vuelvas a ir, no vaya a ser que me enamore aún más de ti. No vaya a ser que me equivoque y te vuelva a perder, no vaya a ser que me caiga otra vez...”


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