jueves, 26 de abril de 2018

Leyendo en los jardines



No sé quién dijo una vez que los humanos y la naturaleza se encuentran irremisiblemente unidos por una costura invisible y que la mejor prueba de ello es que, desde tiempos inmemoriales, las civilizaciones humanas se habían empeñado en crear en mitad de sus ciudades, los más hermosos jardines, lugares a imagen y semejanza de  bosques y otros parajes. Desde el mismo jardín del edén bíblico hasta los minimalistas jardines zen, son muchos los parques y espacios ajardinados que se reparten por toda la geografía mundial. Lugares de obligada visita, algunos de culto, en los que se entremezclan muchos intereses, que van desde el juego infantil a la contemplación estética.
Verano, otoño, invierno y primavera pasan por ellos caracterizándolos con diferentes formas de vida, así como desprenden diferentes estados anímicos para con el visitante. Unos prefieren el picnic con la caída del sol veraniego, mientras que otros gustan del colorido otoñal, yo sin embargo conecto más con la primavera, el jolgorio de los arriates, los brotes reventones que llenan los árboles, el cerezo en flor o el olor tras los chaparrones. Esta es la razón por la que me he esperado hasta hoy para reunir tres historias exquisitas que sobre jardines nos ha dado la LIJ de los últimos meses.


El primero de ellos es Teo Muchos dedos, un álbum escrito por Catalina González Vilar, ilustrado por Pere Ginard y publicado por A buen paso. Con una prosa muy rica, no sólo en el aspecto verbal (he aquí la razón por la que se ha optado por definirlo como, lo que yo llamo, álbum narrativo, ese que intenta darle mayor significación al texto), narra la historia de un habilidoso jardinero utilizando la estructura del cuento tradicional. 


Sin lugar a dudas cautivador y muy delicioso, se pueden entrever en él las influencias del folklore y muchas de las funciones de Propp en pro de un alegato por la belleza que guardan los jardines y una defensa de la libertad y su reconocimiento social y comunitario (para mí lo más sabroso de este libro). No les voy a destripar el argumento (¿acaso no les sirve mi palabra de que les va a encantar?) y de sus evocadoras ilustraciones elaboradas con la técnica del collage digital sólo haré referencia al detalle de unas guardas que regalan una sorpresa final y enmarcan temporalmente (entre principios de la primavera y finales del verano) esta bella historia.


En segundo lugar tenemos que hacer referencia a esa explosión de colorido que es El jardín, un álbum ilustrado de Atak y editado por Niño Editor. 


Quizá sea el libro más poético de los tres, sobre todo por la enorme carga estética que guardan las escenas que lo componen y en las que se hace claros guiños a un mundo exuberante donde campan la vida, el amor y las edades del hombre. Asimismo en esta comunión entre humanidad y naturaleza (y donde botánicos y zoólogos se perderían encantados), unas veces dominada, otras salvaje, recuerda en parte a un río desbordado de emociones. Por si esto no fuera poco, en sus ilustraciones aparecen guiños a libros como La isla misteriosa, uno de los cómics de Tintin, o a cuadros como El desayuno sobre la hierba de Manet.



Por último, traigo un poquito de poesía de la mano de Andrea Pizarro Clemo y su Júbilo, un álbum de poesía que fue pergeñado durante la realización del Máster en Album Ilustrado de IconI y fue publicado por la editorial argentina Limonero. 


En él se nos narra en forma de romance el nacimiento de una primavera nueva, no sólo en el jardín, sino en el corazón de su jardinero jubilado, una coincidencia un tanto metafórica que contextualiza el poder de las relaciones intergeneracionales desde un punto de vista humano. Ya saben que cuando ante mí se despliega un libro de versos, prefiero dejarlos cantar a su suerte y que ustedes mismos busquen en las rimas sus propias palabras.


-¿Por qué tu invierno no deja
la primavera acercarse?
Aquí traigo mi impaciencia,
¿puedo con ella sembrarte?


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