lunes, 20 de septiembre de 2021

¡Feliz comienzo de curso! (con algún cambio)




Damas y caballeros, se avecinan cambios. Y no lo digo porque Ayuso vaya a aparcar las limitaciones horarias en la hostelería o porque Sánchez se reúna con los independentistas catalanes. Me refiero a cosas de importancia, como cambiar de lugar de trabajo, algo que ha hecho el menda durante el presente curso escolar.


Necesitaba darle una vuelta a la vida, olvidarme de la rutina tóxica en la que me había instalado los últimos seis años, pasar de coche, mecánicos y gasolineras, y renovarme como docente. Y eso hice: he abandonado esa escuela rural en la que ha invertido los últimos doce años de mi carrera profesional y me he venido para la ciudad.
Por el momento, el cambio solo es efectivo durante el presente curso escolar. Suficiente para orearme y recordar lo que era trabajar lejos de esos pueblos de la España profunda donde me he ido consumiendo. Seguramente, quienes vivan en una gran ciudad piensen que no hay tanta diferencia entre trabajar en una ciudad de provincias y hacerlo en un pueblo cercano, pero el caso es que sí.


Todo tiene pros y contras, evidentemente, pero hay cuestiones de suma importancia que conviene saber... En los pueblos existe cierto rasero monetario y la diferencia de clases no es tan notable. Por un lado están los cuatro que tienen manteca, y por otro, el resto. En la ciudad todo es más variado y heterogéneo, hay mezcolanza de ideas y estares, que nunca están de más si el fin es enriquecerse.
Tampoco hay que olvidar que en los pueblos los lazos son más estrechos. Mucha cosanguinidad. Primos, hermanos, retíos, abuelos, hijos y sobrinos. En la ciudad, ni te enteras a menos que hurgues en el libro de familia.


Otra de las consecuencias de esos ámbitos cerrados es que el alumnado tiene más contacto intergeneracional, tanto dentro, como fuera del centro escolar. Los pequeños aprenden de los mayores y viceversa. Algo que cuando nos referimos al consumo de alcohol, drogas o el sexo es para echarse a temblar.
Por último llega la fama, la dichosa fama. Cualquier cosa que se escape de lo normal es susceptible de crear un antecedente, un tachón o una corona de santo que te persiga el resto de tu vida escolar sin comerlo ni beberlo. Una veces una bendición, otras, la putrefacción del futuro.
Con todo esto nos metemos en harina un curso más haciendo lo que se puede (con virus y sin él), que al final es lo que queda, y de paso también les aviso de que, a pesar de animarme a seguir con ustedes este 2021-2022, estos post que les regalo serán más intermitentes que de costumbre. Esta es una tarea no retribuida y no quiero sentirme lastrado por ella hasta el hartazgo. Hacer lo que se puede ya es bastante.
Para empezar traigo tres libritos inspirados en el maravilloso mundo de la escuela y sus pormenores (de entre los montones que hay de esta temática) para que a todos nos pese un poco menos este septiembre.


El primero es ¡Pronto iré a la escuela! un álbum de gran formato de Marianne Dubuc y publicado por Juventud, donde un pequeño duende descubre lo que es la escuela el primer día del curso. Aunque se parece a la que nosotros conocemos, también hay elementos mágicos y especiales (recuerden que es una escuela para duendes en mitad del bosque…) que hacen de la escuela un espacio onírico y lleno de fantasía.


El segundo aborda el tema de los nervios escolares personificado en uno de los personajes más queridos de Mo Willems. La paloma tiene que ir al cole (editorial Andana) echa mano de mucho humor –como es costumbre en el trabajo de este autor- para desencadenar montones de carcajadas en los más pequeños y de paso animarlos para que se aventuren en el desconocido pero siempre satisfactorio universo escolar.


Y para terminar no podía dejarme en el tintero uno de las novedades más entrañables que se han abierto camino este septiembre. Tuve una maestra de Kobi Yamada y Natalie Russell, editado en castellano por Bira Biro, es una oda a la figura de los docentes y la labor de enseñar a los más pequeños. Un reconocimiento lleno de belleza y sentimentalismo que acompañado de unas ilustraciones desenfadadas y ágiles (esta vez el ilustrador ha preferido desmarcarse de su estilo más conocido) puede ser el mejor regalo para cualquier maestro que fue y será.

4 comentarios:

miriabad dijo...

Bienhallado comienzo de curso. Gracias!!!! Y feliz curso. Siempre es bueno renovar el aire.

Unknown dijo...

Mucha suerte en tu nuevo destino, me alegra saberte de vuelta a este espacio..¡¡dispuesta a disfrutar con tus recomendaciones!!

Encarnita dijo...

Hola Román, qué alegría volver a leerte.Cuanto me gustan, entretienen, enseñan y ayudan para elegir regalos y autoregalos.Dices que hacer lo que se puede es ya bastante, yo creo que es enorme el trabajo que realizas para estos post.Como bien dices, mejor espaciarlo para no agobiarte.Eso sí,que sepas que lo valorarmos, disfrutamos y agradecemos infinito.Encarnita

Unknown dijo...

Qué bien volverte a ver!