miércoles, 17 de noviembre de 2021

Aguas termales en mitad del frío


Da mucha pereza bañarse en invierno, se lo dice uno que se pasa el día en las piscinas. El primer tiritón lo pasas al quitarte la ropa. Se te ponen los pelos como escarpias al mínimo soplo de aire. El segundo viene cuando rozas el agua con el dedo gordo del pie. Es suficiente para temblar ante lo que nos espera. Pero lo peor viene cuando nos lanzamos de golpe al líquido elemento y encogemos una cuarta (como mínimo). Eso sí que es impresión.


Me encantan los balnearios. Si fuera por mí, me pasaba todo el invierno escaldándome en un spa. Lo malo es que no suelen ser lo suficientemente grandes como para nadar más de cinco metros. Un baño tranquilito hasta que te arrugues como una pasa y poco más. Males menores de los pequeños lujos de la vida.
No sé si sabrán que se considera agua termal a todas aquellas que superan en 5ºC a la temperatura ambiental. Dependiendo de la temperatura que alcancen se definen varios tipos, que van desde las hipotermales (superior a 20ºC) hasta las supertermales (superior a los 100ºC).


El que alcancen una temperatura u otra se debe a su origen. Se pueden formar por la infiltración del agua a través de las fallas hasta llegar a las capas profundas del subsuelo donde la temperatura es mayor, o se pueden generar por el calor que emana de un enclave plutónico o magmático próximo.
El hecho de que sea caliente, facilita la disolución de los minerales del entorno, por lo que muchas de ellas tienen alto contenido en iones como hierro, cloro o azufre en su composición. La razón por la que se utilizan desde tiempos inmemoriales para el tratamiento de ciertas afecciones, sobre todo dermatológicas, digestivas, nerviosas o musculares.


Algunas de las fuentes termales más conocidas son las de Archena (Murcia, aquí cerquita), Széchenyi (Hungría), Carlovy Vary (República Checa), Bath (Inglaterra), Grindavik (Islandia), o el Parque de Jigokudani, la reserva natural situada en la prefectura de Nagano (Japón), que inspira nuestra historia de hoy.
Onsen. ¿Qué hacen los monos? se llama el álbum de Pato Mena y A Buen Paso que, además de presentarnos una curiosidad de la siempre sorprendente naturaleza (vean la foto y entenderán de qué les hablo), explora el comportamiento que desarrollan los monos que protagonizan esta historia a caballo entre ficción y realidad -al fin y al cabo yo lo veo como un cuaderno de etología-.


Los monos despiertan en mitad de la nieve y comienzan con una rutina diaria que se llena de idas y venidas hacia las aguas termales, todo ello narrado por la voz de mi paisano ya fallecido Constantino Romero (si suelen ver los documentales de La 2, entenderán que me haya permitido esta licencia). Una seriedad que contrasta con la vis cómica que tienen esos monos en los que parece reflejarse el lector-espectador.


Si a esta estructura le unimos los recursos comunicativos que, a modo de pictogramas, ha desarrollado el autor, se establece un libro circular en el que aprendemos y reímos a partes iguales, algo que, bien pensado, es bastante para un libro de prelectores o primeros lectores.

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