lunes, 8 de noviembre de 2021

Viejos y pellejos


Si algo me han dejado claro los años, es que los ancianos son complicados. Y no es que tenga abierta cruzada alguna en contra de los viejos, simplemente voy notando el paso de los años por cuenta propia, percibiendo ciertos cambios que otrora solo asociaba a mis padres y abuelos, creyéndome en el deber de reflexionar sobre ello y, de paso, avisarles.


Llámenlo experiencia, picardía o sabiduría, pero el caso es que hay que andarse con mucho ojo cada vez que nos cruzamos con algún miembro de la llamada tercera edad. Manipuladores, suavones, tercos, pedigüeños y desafiantes. Lo tienen todo, como los niños. Bueno… Todo, todo, no. Todo menos la juventud.
Tiemblo cada vez que uno de esos compañeros que rozan la jubilación toma la palabra en algún claustro. Tiemblo cuando en la cola del supermercado tengo delante a una señora de avanzada edad. Tiemblo cuando mi padre pilla un resfriado. Tiemblo cuando, mientras leo un libro en el parque, alguno se sienta al lado. Tiemblo pero no de miedo. Tiemblo porque son tan impredecibles que cualquier palabra mal dicha, el mínimo y descontrolado gesto, puede desembocar en un desencuentro de amarrarse los machos.


Lo más inteligente es dejarles a sus anchas, que hablen, que te cuenten batallitas, que opinen de esto y lo otro, decir lo que les venga en gana, que ya se lo pueden permitir casi todo. Un ejercicio de lo más sano en estos días de pose e impostura, donde se aprende más en un mercadillo que en los escolapios.
Si bien es cierto que hay que pillarles el puntito, también necesitan que les marquen el paso, que si no se te suben a la chepa y no hay quien se haga con ellos, algo que saben muy bien el personal asistencial, trabajadores de lo social, camareros, dependientes y cajeras, los del banco, y algún que otro familiar.


Y con estos consejos para disfrutar, sufrir y domesticar yayos, nos acercamos a Las nietas de Baba, uno de esos cuentos tradicionales convertidos en álbum gracias a Ina Hristova y la editorial A buen paso.
La autora se deja llevar esta vez por sus raíces búlgaras para internarse en una de las historias que le encandiló en la infancia de la mano de su abuelo. En ella, Baba, una anciana que sale al bosque a recoger yerbas y bayas, se topa con un lobo hambriento al que, para salvarse de sus garras, le promete entregarle a sus tres nietas, unas niñas de nombres sugerentes que el lobo no puede rechazar.


Como podrán imaginar, tratándose de una vieja y de un cuento de toda la vida, nada termina como parece a pesar de ese punto de partida que suena a infanticidio. Nada como una vieja sabia, experimentada y ocurrente para desarrollar un discurso jugoso, inteligente y chispeante donde el doble sentido nos arranca una sonrisa y las palabras se convierten en el mejor acicate para la supervivencia.
Arquetipos clásicos de la tradición oral, la recurrencia del número tres, la omnipresencia del bosque como escenario mágico, aprendizajes varios, una buena dosis de humor y la vis gráfica del este de Europa, hacen de este libro un regalo inmejorable para todos los ancianos que llevan a gala esa de “Sabe más el diablo por viejo que por diablo”.

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