lunes, 27 de febrero de 2012

¡Celebrando cuatro años!


Después de una semana carnavalera de lo más agitada, dejamos a un lado las biografías de ilustradores con renombre y nos disponemos a celebrar el cumpleaños de este espacio, que nunca viene mal darse un homenaje…, aunque vistos los pocos comentarios que recibo últimamente, la tentación de cerrar esta bitácora se agudiza cada día más (uno no sabe si las horas que dedico a actualizar los contenidos o a desarrollar nuevas ideas sirven para algo…). 


Y para soplar otra vela más sobre este pastel de reseñas bibliográficas, pensamientos e imágenes, acudiremos a otra de las obras de nuestro personal padrino, Maurice Sendak, ilustrador y narrador que tiene mucho que ver con el bautismo de este lugar. Ya era hora de reseñar Outside over there (1981), otra de las controvertidas obras de Sendak que inspiró a Jim Henson para su película En el laberinto (¿recuerdan a una jovencísima Jennifer Connelly que intenta rescatar a su hermano de las manos de David Bowie?) y cuyo agradecimiento a Maurice Sendak aparece en los títulos de crédito. 


En este álbum ilustrado con el que me topé en una biblioteca parisina hace un par de años y que rescató la editorial Kalandraka hace unos años, se narran las peripecias que Ida, una pequeña y despistada heroína, sufre para salvar a su hermano de los malvados goblins que lo han secuestrado haciendo acopio de un chubasquero amarillo y una imaginación ilimitada. 


Bajo esta historia que fue inspirada por el secuestro del hijo de Charles Lindbergh (sí, sí, el aviador) en 1932, una noticia que marcó a Sendak según él mismo, subyace el sentimiento de indefensión que sufre cualquier niño. Al mismo tiempo y en clara alusión a su propia y protectora hermana, Sendak nos lleva al mundo de la aventura a través de los ojos de Ida, una niña que sufre una transformación en este pequeño viaje iniciático: de los celos y el rencor, al cariño y la responsabilidad, un camino que cualquier infante ha de recorrer y que algunos álbumes ilustrados han recogido entre sus páginas, véase el caso de Cambios de Anthony Browne. 



Y nada, con este título tan galardonado, y animándoles a seguir visitándome de vez en cuando, a opinar de mis opiniones y a quejarse de mis irreverencias y desatinos, este servidor se dispone a apagar la cuarta vela que “Donde viven los monstruos: Literatura Infantil y Juvenil” se ha ganado en el ciberespacio gracias a ustedes.

martes, 14 de febrero de 2012

Grandes figuras de la ilustración LIJ (XII): N. C. Wyeth















Llegamos así a la figura de N. C. Wyeth, la que para mí encarna al prototipo moderno de ilustrador, no sólo por su profesionalidad, marcada por una formación académica especializada, sino porque todavía hoy siguen vigentes sus ilustraciones, es decir, el lector actual identifica el texto con ellas.
Empezamos…
Newell Convers Wyeth nació en Needam, estado de Massachussetts, el 22 de octubre de 1882, en el seno de una familia con larga tradición militar. Varias generaciones de Wyeth, entre las que se contaba la de su padre, Nicholas Wyeth, habían luchado en enfrentamientos bélicos como la Guerra de 1812 o la Guerra Civil Americana, lo que también provocó una larga tradición oral de historias y vivencias personales que marcaron a toda la familia, y por consiguiente, al joven Wyeth. Su madre, de origen suizo y con cierta cultura, intenta que este desarrollara sus aptitudes artísticas tras ver las acuarelas que ha pintado con sólo 12 años, a lo que su padre se opone, proponiendo a N. C. Wyeth que oriente su talento a fines más prácticos. Así, el joven Wyeth se matricula en el Instituto de Artes Mecánicas de Boston en mayo de 1899. Tras una etapa de idas y venidas académicas, con el apoyo de su madre, N. C. Wyeth se inscribe finalmente en la Escuela Normal de Arte de Massachussetts, donde recibe clases de la mano de Richard Andrew, quien lo introduce en el mundo de la ilustración.
Durante el verano de 1901, estudia con Eric Pape, Charles W. Reed y George L. Noyes. Al terminar este periodo de formación y haciendo caso del consejo de dos buenos amigos y artistas, Clifford Ashley y Henry Peck, Wyeth decide marcharse a Wilmington, Delaware, y matricularse en el curso de 1902 de la Escuela de Arte del conocido ilustrador Howard Pyle.
Bajo la tutela de Pyle, el talento de Wyeth se desborda y en menos de un año su primera ilustración sale a la luz como portada de The Saturday Evening Post (1903). Tras esto, otras revistas como Success Magazine, Harpers, McClures, Scribners y el mismo Saturday Evening Post, contratan sus servicios con regularidad.
En 1904, Wyeth se gradúa en la Escuela de Arte de Howard Pyle, lo que no significará que abandone sus dependencias, ya que Wyeth continua acudiendo allí para pintar. Durante la época que comprende 1904 y 1906, Wyeth, animado por Pyle, se traslada a Colorado y Arizona, para conocer de primera mano el lejano y viejo oeste americano e impregnar así de realismo trabajos como In the Cristal Dephs (1906).
Así, Wyeth gana renombre como ilustrador de aventuras del lejano oeste, pintando las escenas que acompañarían Arizona Nights de Stewart Edward White o Hopalong Cassidy de Clarence Mulford. En 1907, Outing edita Wyeth Portfolio, The indian in his solitude, un trabajo donde Wyeth se encuentra inspirado por la obra de George De Forest Brush.
En 1908, se instala en Chadds Ford, Pennsylvania, donde llega su matrimonio con Carolyn Bockius, con la que tendrá cinco hijos que también destacarán por sus dotes artísticas.
Con la publicación del Portfolio a color de Wyeth, Charles Scribner’s Sons deciden emparejar la obra de Robert Louis Stevenson con la de Wyeth, creando así un tandem que no ha dejado de publicarse hasta nuestros días. Entre las obras de Stevenson que N. C. Wyeth ilustró tempranamente contamos con La isla del tesoro (1911), Secuestrado (1913) o La flecha negra (1916). Tras el éxito de estas publicaciones, que contaban con 8-16 imágenes a color de Wyeth, la misma casa editorial decide que Wyeth trabaje para otros clásicos de aventuras como La isla misteriosa de Julio Verne (1918), El último mohicano de James Fenimore Cooper (1919) o Miguel Strogoff de Julio Verne (1927).
Al mismo tiempo que con Scribner’s, Wyeth decide trabajar con otras editoriales e ilustrar clásicos como El extraño misterioso de Mark Twain (en 1916, para Harpers), el Robin Hood de Paul Creswick (en 1917, para David McKay), su inolvidable trabajo para el Robinson Crusoe de Daniel Defoe (en 1920, editado por Cosmopolitan) o el Rip Van Winkle de Washington Irving (en 1921, para David McKay).
Así, N. C. Wyeth es considerado uno de los grandes ilustradores norteamericanos de su tiempo, quedando plasmada su obra en carteles, calendarios, revistas, mapas (National Geographic Society), campañas publicitarias (para Coca-Cola o Lucky Strike) e incluso pinturas murales como aquellas que realizó en el Missouri Capitol State Building, algunas centrales bancarias, hoteles, la National Geographic Society o la Metropolitan Life Insurance Co.
La vida de N. C. Wyeth y uno de sus nietos, se truncó cuando el coche en el que viajaban fue arrollado por un tren el 19 de octubre de 1945.
Respecto a su trabajo caben destacar características como la composición y su lenguaje dramático (me aventuraría a decir que aproximado al lenguaje fotográfico), la recreación de una atmósfera romántica en cada trabajo, su pincelada rápida que crea formas un tanto angulosas, la luz vespertina de sus cuadros (muchos de sus trabajos me recuerdan a las puestas de sol, ¿a usted no?) y el fiel reflejo de la vida rural de la época. Los estudiosos engloban su trabajo en dos corrientes, por un lado, sus ilustraciones tempranas -sobre 1910- beben del impresionismo, mientras que las más tardía (ca. 1930) se adscriben al movimiento realista americano. Todo un artista.

lunes, 6 de febrero de 2012

Grandes figuras de la ilustración de LIJ (XI): Jessie Willcox Smith















Si el año pasado dedicaba una de estas entradas a Kate Greenaway, la primera ilustradora del Viejo Continente, creo que este año es oportuno dedicársela a Jessie Willcox Smith, la primera ilustradora de Norteamérica.
Jessie Willcox Smith nace el 6 de septiembre de 1863 en Philadelphia. Durante la juventud, sus padres, Charles Harry Smith y Katherine Hewitt Willcox, la animan para que se forme como maestra en un jardín de infancia y con 16 años viaja a Cincinatti para cumplir ese deseo mientras vive con sus primos. Es en esa época en la que una muchacha que jamás había cogido un lápiz entre sus manos, choca accidentalmente con uno en la clase de dibujo que recibía uno de sus primos y dibuja una lámpara que desencadena una pasión por el arte que dura toda la vida.
Abandonando la idea de ser institutriz, Jessie regresa en 1984 a Philadelphia y se matricula primeramente en la Escuela de Diseño para Mujeres y, a posteriori, en la Academia de Bellas Artes de Pennsylvania donde recibe clases de Thomas Eakins, de quien aprendió anatomía artística, entre otros. Poco antes de su graduación en1888, comienza su carrera como ilustradora apareciendo su primer trabajo en la revista mensual infantil St. Nicholas.
El éxito como ilustradora no fue inmediato. Jessie encontró trabajo en el departamento de publicidad de The Ladie’s Home Journal, puesto que ocupó entre 1889 y 1894. Cuando en 1894 Howard Pyle empieza a impartir clase en Howard Pyle School of Illustration Art, Jessie es aceptada y se convierte en la alumna más longeva del aula, diferenciándose en tan sólo diez años de su profesor. Es en estas clases donde conoce a Elizabeth Shippen Green y Violet Oakley, forjando una amistad que perdurará a lo largo de toda la vida.
En 1897, Smith -junto con Violet Oakey- obtiene su primer encargo a través de Pyle para una edición que Houghton Mifflin prepara de Evangeline. Tras abandonar el Instituto Drexel y rechazar una oferta para enseñar allí, Jessie decide junto con Elizabeth Shippen Green y Violet Oakley, establecer un estudio propio.
Durante 1901 y 1902, Smith realiza ilustraciones para el número de diciembre de Scribners Magazine, así como las ilustraciones para dos calendarios junto con su colega Green. Así llega 1903 y un segundo encargo para ilustrar junto con Green el libro de Mabel Humphrey titulado The Child, que obtuvo gran éxito entre el público.
A partir de este momento, la carrera de Jessie toma un ascenso meteórico y sus ilustraciones son solicitadas por las revistas Century, Collier's Weekly, Leslie's, Harper's, McClure's, Scribners, Ladies' Home Journal y Good Housekeeping, revista institucional para la que realizó portadas durante15 años (1918-1933) y por las cuales cobraba la friolera de 1800 dólares. También lleva a cabo una serie de ilustraciones para el libro por entregas In a Closed Room de Frances Hodgson Burnett, que finalmente sería editado en un único volumen, e ilustra una enorme cantidad de libros infantiles entre los que se cuentan A Child's Garden of Verses (1905), A Child's Book of Stories (1911), The Water-Babies (1916), At the Back of the North Wind (1919), Boys and Girls of Bookland (1923), Dickens' Children (1912), The Everyday Fairy Book (1915), A Child's Book of Modern Stories (1920) y Heidi de Juana Spiri (1922).
En 1933, Jessie Willcox Smith, la primera dama de la ilustración del Nuevo Mundo, realiza un frustrante viaje a Europa, y dos años más tarde, el 3 de mayo de 1935, muere tras una larga enfermedad
Durante los 44 años que su carrera profesional, Jessie ilustró más de 60 libros, colaboró con 250 publicaciones y realizó 200 portadas, así como carteles y calendarios, cuya impronta desgrano a continuación… Aunque el talento de esta autora es indudable, su trabajo tiene un poso técnico muy evidente: es la primera artista que acude a clases profesionales de ilustración. Este dato se aprecia sobre todo en la composición de sus obras, estudiada y milimétrica. Al mismo tiempo, el lenguaje visual que utiliza es marcadamente comercial, publicitario, debido probablemente a su trabajo en dicho campo durante bastantes años, lo que marcaría sus creaciones posteriores. Las escenas, cargadas de felicidad, quizá debido a la captura de luz que hace con la gama cromática limpia que la caracteriza, denotan curiosidad por el realismo, es decir, Smith capta la esencia de la imagen desde el modelo mismo, desde el mundo cercano, cosa que hicieron otros ilustradores como Kate Greenaway o Carl Larsson, un hecho que aporta cercanía al lector, al espectador.

jueves, 2 de febrero de 2012

La comida sobre la mesa



Comer y beber son dos premisas básicas para mantener con vida este pellejo, ese que no para de danzar de un centro educativo a otro y de un pueblo a otro, asunto incompatible con llenarse el buche a base de los guisos maternos. Menos mal que mi señora madre a veces se apiada de un servidor y guarda algún que otro Tupper en el congelador… Cocido, albóndigas o estofado, que de vez en cuando deleitan mi paladar y así recuerdo lo que vale el cariño de una madre.
Y en un día como hoy, en el que el frío aprieta y no debemos hacer ascos a un caldo calentito con sus correspondientes yema de huevo y chorreón de jerez, aprendan a poner la mesa con estas instrucciones rimadas que les traigo…



Les toca poner la mesa,
a Luiso y a Teresa.
Lo primero, el mantel,
que quede bien colocado.
El mantel es de papel,
de frutas todo pintado.
Platos llanos,
platos hondos,
vasos de agua,
tenedores y cucharas,
los cuchillos,
servilletas…
Todo en orden en la sala.




Ester García
En: Menú de versos.
Ilustraciones de Borja Sauras.
2009. Barcelona: Pintar-Pintar.

lunes, 30 de enero de 2012

Grandes figuras de la ilustración de LIJ (X): Howard Pyle





















Aunque Howard Pyle fue un ilustrador demasiado prolífico, y para mi gusto, estuvo muy encasillado en ciertos géneros, he considerado oportuno referirme a él en esta sección, dada su importancia, por un lado, como defensor entusiasta de la ilustración literaria entendida como tal, y por otro, como profesor y mentor de una generación de grandes ilustradores norteamericanos.
Pyle nace el 5 de marzo de 1853, en Pennsylvania en el seno de una familia de cuáqueros a cuya cabeza se encontraba, William Pyle, su padre, y Margaret Churchman, su madre. Como la mayor parte de los miembros de esta hermandad, sus progenitores estaban interesados por la cultura, heredando así Pyle, sus ambiciones literarias.
Como la cultura de estas sectas centroeuropeas estaba basada en las doctrinas místicas escandinavas y en las leyendas populares de corte anglosajón, la educación que Pyle recibió, sobre todo en el ámbito familiar ya que obligado por los negocios comerciales la familia se desplazaba con frecuencia, estuvo marcada por un poso europeo e idealista.
Al mismo tiempo que trabaja en el negocio de cuero paterno, su madre le contagia el entusiasmo por Leech o John Tenniel, ilustradores ingleses clásicos que despertarán en él sus inclinaciones artísticas y que desarrollará más tarde en el estudio de Van der Weilen, Philadelphia, donde se forja inicialmente su estilo pictórico.
Tras escribir un artículo ilustrado por él mismo sobre las costumbres de Chincoteague, Virginia, en 1976 se le abren las puertas del periodismo ilustrado en Nueva York de la mano de la revista Scribner’s Magazine. Tras esta primera publicación y dado que el panorama editorial no era muy halagüeño por la dura competencia, Pyle, tarda otros dos años en ver publicado otro de sus trabajos en Harper’s Weekly, que le abre finalmente camino en el mundo editorial. En 1880 regresa a Wilmington, Delaware, con cierto renombre como escritor-ilustrador y un año más tarde contrae nupcias con Anne Poole.
Desde 1983, año en el que colaboraba con las publicaciones más importantes de la época sin moverse de su hogar, empiezan a ver la luz muchas de sus obras. Como consecuencia de su reputación, Pyle comienza a impartir clases en varias instituciones de Pennsylvania, el Drexel Institute of Arts and Sciences and Industry de Philadelphia o en Chadds Ford (Wilmington, Delaware) donde funda su propia escuela. En julio de 1903, la Howard Pyle School of Illustration Art, comienza su primer curso en el que están matriculados Jessie Willcox Smith, Maxfield Parrish, Harvey Dunn, Percy Ivory, Frank Schnoover y N. C. Wyeth, destacados ilustradores norteamericanos que junto a otros han pasado a la historia con el sobrenombre colectivo de “The Brandywine School”. En total, 110 artistas norteamericanos de la primera mitad del siglo XX -40 de ellos mujeres- fueron alumnos suyos. Todo un hito para la época.
Durante esta época Pyle publica 20 libros de los que es autor, todos ellos también ilustrados por él mismo utilizando diversas técnicas entre las que destacan el revolucionario fotograbado y la impresión a color. Así, podemos citar The Merry Adventures of Robin Hood (1883), Whithin the Capes (1886), Pepper & Salt (1886), The rose of Paradise (1888), The Wonder Clock (1888), Otto of the Silver Hand (1888), Men of Iron (1892), A Modern Aladdin (1892), The Garden Behind the Moon, The ghost of Captain Brand (1896), Book of Pirates (1921) y los cuatro volúmenes de las leyendas artúricas: The Story of King Arthur and His Knights, The Story of the Champions of the Round Table, The Story of Lancelot and His Companions, y The Story of the Grail and the Passing of Arthur (1903-1910). Además ilustra obras de otros autores como N. Hawthorne (A Wonder Book for Girls and Boys), W. Irving (History of New York), A.Tennyson (The Lady of Shalott) o Mark Twain (Saint Joan of Arc).
Tras realizar diversos encargos de pintura al óleo que hoy día se pueden ver en el Museo de Arte de Delaware–podemos citar “The Nashville Battle” (1906)-, Pyle se da cuenta de que, como autodidacta, necesita ampliar sus conocimientos técnicos sobre pintura clásica y decide viajar al viejo continente, concretamente Italia, con toda su familia en 1910 para estudiar con profundidad la Historia del Arte Universal.
El 11 de noviembre de 1911, a los 58 años, muere víctima de una fuerte depresión y un cólico renal que le sobrevinieron en la ciudad de los artistas, Florencia.
Del arte de Pyle destacar que, aunque como otros artistas contemporáneos -Randolph Caldecott o Walter Crane- denota cierto sabor a grabado casero de aire pétreo y estático, avanza hacia el movimiento y la composición, característica que supo imprimir en muchos de sus discípulos. Decir también que es de los primeros artistas que despuntan en el trabajo a color, trabajando el difumino de las formas, técnica que ensalza, más que el dramatismo, la tragedia, una visión muy adecuada para las historias de corte histórico que ilustró. Para finalizar decir que, aunque su obra no me llena en exceso, Howard Pyle era ordenado, exigente y vibrante, cualidades que hicieron de él, el mentor y maestro de toda una generación de ilustradores.

jueves, 26 de enero de 2012

Convivir...



En estos tiempos de crisis a todo quisqui se le ve el plumero: el “Yo, mi, me, conmigo” es la consigna que abandera más de uno, dada la gran cantidad de muertos de hambre que pululan por las calles. Porque oiga, aquí, de esa solidaridad con la que nos bombardean desde todos los púlpitos políticos, ni gota. Es mejor preocuparse de uno mismo, que preocuparse por el vecino, ese que de vez en cuando baja a llamarte la atención porque las doce no son horas de andar dándole el follón, sólo porque le jode que un servidor organice una cena al año y sea feliz de vez en cuando... Ya sabemos todos, el primero Mark Twain, que, entre risa y risa, bien nos joden. ¡Que se lo digan a mi compañera de piso, que con un fandango del tamaño de la torre Eiffel y no contenta con que su novio le prepare los Tupper de toda la semana, saque brillo a la cubertería, deje el suelo como los chorros del oro y de vez en cuando se la trajine, pretende que un servidor descuide sus tareas y le hornee la casa mientras ella se dedica a trabajar! ¡Así va España!: Lo mío para mí, y lo de los demás, a repartir.
A la postre, toda esa panda de vendepeines, ilustrados de todo a cien, cariacontecidos, chantajistas emocionales y víctimas de su propia ineptitud, predican que todos seamos como hermanos y apoyemos el hombro para llevar la mortaja que ellos han tejido con su malfacer, algo a lo que me niego en rotundo… Bastante castigo tengo con aguantarles la envidia, el único y solemne castigo que compartimos desde que nos inscribieron en el registro civil de un país como este.
Así, y deseando conocer alguna de sus malas experiencias en cuanto a convivencia se refiere, les dejo con ¿Cuándo se irán estos?, un álbum ilustrado de Ute Krause que pueden encontrar en la línea editorial de Corimbo y que refleja a la perfección las situaciones insostenibles que pueden originarse cuando los intereses de unos y otros chocan en un día a día mutuo.

lunes, 23 de enero de 2012

Grandes figuras de la ilustración de LIJ (IX): Iván Bilibin


Iván Yàkovlevich Bilibin, más conocido como Iván Bilibin, nació el 4 de agosto de 1876 en Tarjovka, un suburbio de San Petersburgo (Rusia). De su infancia, poco he podido encontrar, de la juventud, algo más... Ingresó en el liceo en 1890 y terminó con Medalla de Plata, cinco años más tarde. A partir de 1895 asiste a la Escuela de la Sociedad de Estímulo de las Artes, al mismo tiempo que inicia sus estudios de Derecho en la Universidad de San Petersburgo.
En marzo de 1899 la revista Mir Iskusstva (Mundo del Arte) le encarga unos dibujos que darán inicio a su carrera como ilustrador de libros. Unos meses después, en el mismo año, Bilibin asiste en Moscú a una exposición de Victor Vasnetsov (exponente de la pintura romántica de inspiración nacional) cuyas obras incluían escenas folklóricas, como Bogatires, y, profundamente impresionado, Bilibin se siente inspirado para dibujar sobre las costumbres y la imaginería de la vieja Rusia. Tras contemplar las acuarelas de esta época, el Departamento Ruso de Documentos de Estado le pide una serie de ilustraciones para una edición de cuentos rusos. 


En 1900 se graduó en Derecho obedeciendo al mandato paterno, sin embargo nunca ejerció dicha profesión (curiosa similitud con Edmund Dulac…).
Bilibin también recibía clases en el taller dirigido por el pintor y escultor realista Iliá Repin, donde presentó diez ilustraciones de cuentos folklóricos: El cuento del zarevich Iván, El pájaro de fuego y el lobo gris, La zarevna rana, El pequeño pato blanco, Vassilisa la bella y La pluma de Finist, el halcón resplandeciente.


Entre 1902 y 1904 el artista viajó por el norte de Rusia, donde quedó impresionado por la arquitectura antigua y el folklore ruso. Fruto de ese viaje es su escrito Artes folclóricas del norte de Rusia (1904).
Otra influencia importante en su arte fueron las impresiones tradicionales japonesas, conocidas como ukiyo-e, una evidencia que queda plasmada en una de las ilustraciones de El Romance del Zar Saltán, de su hijo el príncipe Guidón Saltánovich, famoso y poderoso paladín, y de la bellísima zarievna Cisne de Alexandr Pushkin, que recuerda a La gran ola de Hirosige.


Entre los años 1905 y 1906, Bilibin publicó dibujos en revistas satíricas. Uno de ellos le valió un apercibimiento administrativo. Se titulaba El asno Equus asinus al 1/20 del natural y aludía claramente al zar Nicolás II.
Bilibin es considerado uno de los fundadores del arte gráfico ruso, pero su obra no se limitó a la ilustración. En 1904 por encargo del Teatro Nacional de Praga realizó los decorados y el vestuario de la ópera Snegúrochka, de Rimski-Kórsakov, dedicándose desde entonces al arte escenográfico en óperas como Ruslan y Ludmila (1913) o Sadko (1913-1914).


El artista deja Rusia en 1920 y se instala en Egipto hasta 1925, donde abre un estudio, realizando acuarelas y paneles murales en El Cairo -Borís y Gleb en un barco (1921)- o los frescos y un iconostasio para la iglesia ortodoxa siria de Alejandría. Asiste en París a la apertura de la Exposición Universal, donde regresará más tarde (1927) para una exposición de artistas rusos. Durante 1926 y 1927 realiza también unos frescos y otro iconostasio para la iglesia rusa del cementerio de Praga.
Retomará su labor como ilustrador de cuentos rusos y orientales para un editor francés en 1931 al mismo tiempo que realiza trabajos murales como El bogatir Míkula Selianínovich del consulado soviético en París (1935). En 1936 regresa a Rusia, donde impartirá clases y conferencias en la Academia Soviética de las Artes hasta 1941, y se embarcará en numerosos proyectos como El Cuento de la Ciudad de Kiev y los Bogatires Rusos.


La Segunda Guerra Mundial le sorprende mientras trabaja en Leningrado en la ilustración de bilinas, y en los decorados y el vestuario para una película cuya realización se vio interrumpida por la guerra: El herrero Coloso. Tras el asedio que desde 1941 a 1944, sufre la ciudad por las tropas de Hitler, centenares de miles de personas mueren, y entre ellos, Iván Bilibin. El 7 de febrero de 1942 los Cuentos Populares Rusos recopilados por Afanasiev se quedaron huérfanos.


Sobre el trabajo de Bilibin, yo destacaría el preciosismo y la calidad geométrica del ornato que acompaña a cada una de sus ilustraciones, que no sólo es propia de la corriente modernista, el art-noveau, en general y de este autor en particular, sino de toda una generación posterior de ilustradores soviéticos (ver por curiosidad el trabajo de Guennadi Pavlishin en los Cuentos del río Amur de Naguishkin). Estas orlas, son casi un marco que delimita la realidad dentro de la ficción de un modo diametralmente opuesto a la imagen televisiva, lo enriquece y eleva a otra categoría narrativa.
Sobre la temática, destacar los elementos naturales. Bosques, lagos, caminos, cumbres montañosas, paisajes nevados son los escenarios elegidos para ubicar la acción, cosa que ocurre en muchos ilustradores eslavos, véase John Bauer.


La composición teatral de las escenas dota a los personajes del movimiento que en un principio no cabría esperar por las líneas marcadas del dibujo. Si a ello añadimos el realismo de las formas, bien definidas, fieles y graves, tenemos imágenes impactantes, introduciendo al espectador en la narración y haciéndolo partícipe de la lectura.
Por último hablemos del color… Bilibin no sólo sabe de composición, dónde colocar los elementos que definen la imagen para causar impacto, rozando lo teatral y cinematográfico, sino que sabe darles el color apropiado. Lo que en un principio puede parecer una gama cromática plana y homogénea, resulta ser un contraste entre luz y oscuridad que, a modo de signos de puntuación, resaltan lo importante de la ilustración, sus focos de atención y nos acercan a la realidad.


Si buscan donde contemplar las ilustraciones de este señor, sólo tienen que buscar los cuentos rusos de Afanasiev. Hubo un tiempo (hace casi cuarenta años) que podíamos encontrar todas  las ilustraciones reunidas en los tres tomos editados por Anaya dentro de su colección Laurín. Como está ya descatalogada (quien la tenga que la cuide porque hoy día vale una pasta) y el interés por estos autores parece renovado son dos las editoriales que se han lanzado a editar algunos cuentos con las ilustraciones de Bilibin, concretamente, Basilisa la bella y otros cuentos populares rusos de Reino de Cordelia y El pájaro de fuego y otros cuentos rusos de Libros del Zorro Rojo. Así que ya saben: háganse un regalo.




jueves, 19 de enero de 2012

¡Esto es viajar!



En un abrir y cerrar de ojos nos encontraremos con otras vacaciones, con otro puente. Espero que no sea en el ecuador de enero, ese mes tan sufrido para el bolsillo, que, después de los turrones y los regalos navideños, se ha quedado, más que vacío, deshuesado. Aunque la primera cuesta del año se resienta, siempre sacaremos algo de dinero. Debajo del colchón, en esa hucha olvidada (por si acaso, no confíen sus ahorros a bancos y otras entidades con ánimo de lucro, que bien es sabida la voracidad que gastan…). Lo mejor es invertir su dinero en algo que de verdad necesiten o, en su defecto, les apetezca (mientras no pasen hambre... todo vale). Y si no lo tienen, cierren los ojos, imaginen que nadan en un mar de billetes, y déjense llevar… ¿Qué les apetece? ¿Ese anillo de brillantes que les deslumbra cada vez que se cruzan con el escaparate de Chopard? ¿Ese deportivo de alta gama que cada mañana les adelanta en el camino del trabajo? ¿O ir a un “estrella Michelín” para catar todas las chucherías que elabora ese cocinero de moda?
Mientras se deciden y atendiendo a lo modesto de mi presupuesto, intentaré perderme por Londres o París, dos destinos la mar de interesantes. Quizá piensen que soy un sibarita detestable por pensar en esas frivolidades cuando otros no tienen con qué calentarse, pero les aviso que los únicos viajes que pienso hacer en los próximos meses son a través de las páginas de los libros de Sasek, reeditados por la editorial madrileña Nórdica Libros (la primera vez en 1958 por la editorial inglesa W. H. Allen), y que recogen multitud de rincones de las citadas ciudades. 


Metro de Londres

Miroslav Sasek..., otro de esos ilustradores que hay que conocer...
De familia bohemia (de la región, no trashumantes) y molinera, nace en Praga en 1916, años antes de la II Guerra Mundial. En su juventud empieza a trabajar para una gran casa editorial, un hecho que le despierta sus inclinaciones artísticas desde la adolescencia. No obstante estudia arquitectura ya que sus padres no veían nada claro que el oficio de artista fuera serio (aunque bien es cierto que el chico está un tiempo estudiando en la Academia de Bellas Artes de París). Tras la entrada del comunismo en Checoslovaquia en el 48, Sasek decide emigrar a Munich, Alemania, donde su mujer tiene su puesto de trabajo. Allí ejerce como locutor para la cadena radiofónica "Free Europe" desde 1951 hasta 1957. Durante este periodo de tiempo, Sasek no se desvincula del mundo artístico y realiza otros trabajos, así como proyectos personales.


Mercado de pájaros cercano a Notre Damme

Así nace Esto es París, el primer libro de la colección viajera de Sasek, que ve la luz en 1959. En esta obra, su autor rinde un tributo a la ciudad de las luces, a su gente, sus avenidas, edificios históricos y museos. Y es que, aunque Sasek se consideraba un ciudadano del mundo, siempre sintió cierta debilidad hacia la capital francesa, el lugar donde se instalaría durante sus últimos años de vida.
Gracias al éxito de Esto es París, Sasek se anima a ampliar la colección con un segundo libro, Esto es Londres, otro magnífico título en el que da alas al humor fino e irónico del viajero moderno que no sólo busca turisteo, sino embeberse del día a día. Escoge estampas cotidianas que por un lado suenan a costumbre y por otro a parodia, unas imágenes que recuerdo y con las que me río cada vez que visito la polis del Támesis.


Kiosco en el Sena


Cola en una parada de bus londinense

A estos dos títulos le siguen otros nuevos como Esto es Roma, Esto es Nueva York o Esto es Edimburgo (N.B.: Este último junto a Esto es Venecia y Esto es Hong-Kong eran los favoritos de su autor). Un total de dieciocho libros que todavía hoy sirven de guía de viajes para muchos niños soñadores. 
Hoy en día es difícil hacerse a la idea de porqué unos libros de viajes infantiles alcanzaron tanta fama, pero no olvidemos que en esa época, las escapadas y odiseas que nos marcamos muchos y la omnipresente televisión, no estaban al alcance de cualquiera. Por ello los niños y sus familias agradecían productos que mostrarán de primera mano los entresijos de las grandes ciudades desde una perspectiva objetiva y detallada, algo a lo que Sasek prestó sumo cuidado pues, según sus propias palabras, "El detalle es muy importante para los niños".
No se lo piensen dos veces, abran estos libros, vayan pasando sus páginas y contemplen vistas panorámicas, estampas callejeras y obras de arte. Desde los Campos Elíseos a los variopintos personajes del metro de Londres ¡No me digan que eso no es viajar!