Después de una presentación y un prefacio algo inusual, he decidido rendir homenaje al autor que le da nombre a este espacio, Maurice Sendak.
Donde viven los monstruos, además de ser el lugar elegido para extender esta alfombra plagada de palabras –unas veces legible y otras, incomprensible-, es un sitio en la imaginación de Sendak. Es el lugar donde se desarrollan las fantasías, donde se da rienda suelta a los placeres más primarios, adonde nos dirigimos cuando la evasión llama a nuestra puerta… más que eso: es el regalo que Maurice Sendak ha hecho a todas las generaciones nacidas después de 1963, año en el que creó esta obra.
Todos hemos sido alguna vez como su protagonista, Max. Nos hemos rebelado, enfrentado a las reglas y desafiado al poder. Max crea ese mundo maravilloso donde él mismo establece las normas, toma sus decisiones y se comporta dependiendo de sus deseos y necesidades. Es rey de un universo propio, a caballo entre la imaginación y la realidad, donde sus súbditos le aclaman y lo necesitan. Allí, donde viven los monstruos, no es el lugar horrible donde uno no puede soñar… ¿O sí?... A veces, el regreso a la realidad, la necesidad de lo tangible, de ser querido, de sentirse especial mediante una caricia, basta para hacernos olvidar ese espacio propio que aparca nuestra existencia del mundo. Y como muestra, un botón:
“[…] Entonces desde el otro lado del mundo le envolvió un olor de comida rica y ya no quiso ser rey del lugar donde viven los monstruos. […]”
Y ahora… la justificación: por todo esto y mucho más, que espero entresaquéis de las páginas de este, ya clásico, álbum ilustrado, he decidido bautizar a este espacio cibernético de manera homónima, esperando que sea el lugar donde vivamos los monstruos, donde podamos dar rienda suelta a nuestras risas, nuestros deseos, donde seamos libres, donde la tristeza y el juego campen a sus anchas, ese sitio donde podamos ser como queramos, sin necesidad de justificar nuestros actos, palabras, ni emociones… para que más tarde, podamos regresar a nuestro mundo tangible con la voluntad renovada de vivir (Nota del autor: a estas últimas palabras, dé el lector un tono menos dramático del esperado y reste solemnidad a vocablos con tanto peso).
Atendiendo a los datos técnicos de la obra, decir que posee una acción bien hilada, con un lenguaje extremadamente sencillo y cercano. Ilustraciones magníficas, de gran calidad, próximas a la técnica del grabado tradicional y bien secuenciadas.
Son muchas las obras de Sendak que tratan los deseos, las necesidades primarias del individuo, la sexualidad infantil, los pequeños placeres de la existencia. Libros –muchos de ellos descatalogados durante muchos años- como El letrero secreto de Rosie o La cocina de noche, que aproximan la psicología infantil a la del adulto, libros con gran acogida por parte del público infantil, e incluso censurados por ciertos sectores conservadores (La cocina de noche, donde su protagonista se pasea por muchas de sus páginas completamente desnudo, es un buen ejemplo).
Además de estos trabajos propios, el autor ha construido imágenes que han acompañado a autores como Else Holmelund Minarik (toda la colección de Osito) o el premio Nobel, I. B. Singer (“Cuentos judíos de la aldea de Schlem”, otra gran obra de la Literatura Infantil y Juvenil).
Y con esto y un bizcocho, me despido hasta el próximo atisbo de inspiración, que espero no sea dentro de varios lustros…
Donde viven los monstruos, además de ser el lugar elegido para extender esta alfombra plagada de palabras –unas veces legible y otras, incomprensible-, es un sitio en la imaginación de Sendak. Es el lugar donde se desarrollan las fantasías, donde se da rienda suelta a los placeres más primarios, adonde nos dirigimos cuando la evasión llama a nuestra puerta… más que eso: es el regalo que Maurice Sendak ha hecho a todas las generaciones nacidas después de 1963, año en el que creó esta obra.
Todos hemos sido alguna vez como su protagonista, Max. Nos hemos rebelado, enfrentado a las reglas y desafiado al poder. Max crea ese mundo maravilloso donde él mismo establece las normas, toma sus decisiones y se comporta dependiendo de sus deseos y necesidades. Es rey de un universo propio, a caballo entre la imaginación y la realidad, donde sus súbditos le aclaman y lo necesitan. Allí, donde viven los monstruos, no es el lugar horrible donde uno no puede soñar… ¿O sí?... A veces, el regreso a la realidad, la necesidad de lo tangible, de ser querido, de sentirse especial mediante una caricia, basta para hacernos olvidar ese espacio propio que aparca nuestra existencia del mundo. Y como muestra, un botón:
“[…] Entonces desde el otro lado del mundo le envolvió un olor de comida rica y ya no quiso ser rey del lugar donde viven los monstruos. […]”
Y ahora… la justificación: por todo esto y mucho más, que espero entresaquéis de las páginas de este, ya clásico, álbum ilustrado, he decidido bautizar a este espacio cibernético de manera homónima, esperando que sea el lugar donde vivamos los monstruos, donde podamos dar rienda suelta a nuestras risas, nuestros deseos, donde seamos libres, donde la tristeza y el juego campen a sus anchas, ese sitio donde podamos ser como queramos, sin necesidad de justificar nuestros actos, palabras, ni emociones… para que más tarde, podamos regresar a nuestro mundo tangible con la voluntad renovada de vivir (Nota del autor: a estas últimas palabras, dé el lector un tono menos dramático del esperado y reste solemnidad a vocablos con tanto peso).
Atendiendo a los datos técnicos de la obra, decir que posee una acción bien hilada, con un lenguaje extremadamente sencillo y cercano. Ilustraciones magníficas, de gran calidad, próximas a la técnica del grabado tradicional y bien secuenciadas.
Son muchas las obras de Sendak que tratan los deseos, las necesidades primarias del individuo, la sexualidad infantil, los pequeños placeres de la existencia. Libros –muchos de ellos descatalogados durante muchos años- como El letrero secreto de Rosie o La cocina de noche, que aproximan la psicología infantil a la del adulto, libros con gran acogida por parte del público infantil, e incluso censurados por ciertos sectores conservadores (La cocina de noche, donde su protagonista se pasea por muchas de sus páginas completamente desnudo, es un buen ejemplo).
Además de estos trabajos propios, el autor ha construido imágenes que han acompañado a autores como Else Holmelund Minarik (toda la colección de Osito) o el premio Nobel, I. B. Singer (“Cuentos judíos de la aldea de Schlem”, otra gran obra de la Literatura Infantil y Juvenil).
Y con esto y un bizcocho, me despido hasta el próximo atisbo de inspiración, que espero no sea dentro de varios lustros…
Imagino que ya lo conoces, pero por si las moscas.
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=SzMtTr84n-8
gran libro, y gan crítica. :) escribes genial
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