El empeño de ciertos sectores del mundo del Libro Infantil y Juvenil por recomendar títulos que eduquen en valores a los pequeños lectores me apesta. Sí, lo que lee, me resulta completamente nauseabundo, casi repugnante (creo que esta apreciación se debe, en cierto modo, a los ritmos gitanos de Goran Bregovic, que acompañan sonoramente a esta noticia).
Si creo que debe haber algo estrictamente necesario para el buen lector, es la Libertad (con mayúscula, por supuesto). El niño, como lector potencial, debe elegir, decidir qué leer, pasear entre las estanterías de una biblioteca, de una librería, y seleccionar lo que quiere leer. Claro está que, si ese niño rebelde, que además de desafiar a las videoconsolas, los videojuegos, el poder de Internet y una sociedad tecnócrata y exenta de emociones, tiene que sortear los numerosos obstáculos ilegibles que los adultos, en su empeño por formar e impartir dogma ponen sobre las baldas de bibliotecas y librerías, termina soberanamente aburrido y cansado.
La sociedad en torno al Libro está dirigida dictatorialmente por grupúsculos de la más alta progresía que abogan por obras ñoñas e insufribles. Esos títulos democráticos, políticamente correctos, faltos de acción y pudorosos que las editoriales, incansablemente, sacan al mercado, son el caldo de cultivo, casi propagandístico, para el hombre del mañana. Sencillamente soez.
Amén de todo esto, está el papel del ala crítica y liberal de esta maraña: los que abogamos por la libre elección del lector, por la lectura de las obras más salvajes, plenas, divertidas y con carácter, títulos que enganchen al joven desde los comienzos en su andadura como integrante de una sociedad libre. Lo chocante es que, este pensamiento no es compartido por los dirigentes del asunto, tachándonos de incompetentes, desorientados, ambiguos y otras lindezas varias, por lo que, para consolarnos, apelamos a las palabras de Gianni Rodari que nos advierten de que, para el fascismo, el desacuerdo es traición.
El discurso une, el diálogo consensúa y el trabajo cooperativo aporta cohesión a los propósitos y fines que nos planteamos, por ello, tener en cuenta todos los puntos de vista, valorando todas las aportaciones, podremos ensalzar la figura del Libro por encima de otras muchas y, por supuesto, al Lector, nuestra diana y objetivo.
Si creo que debe haber algo estrictamente necesario para el buen lector, es la Libertad (con mayúscula, por supuesto). El niño, como lector potencial, debe elegir, decidir qué leer, pasear entre las estanterías de una biblioteca, de una librería, y seleccionar lo que quiere leer. Claro está que, si ese niño rebelde, que además de desafiar a las videoconsolas, los videojuegos, el poder de Internet y una sociedad tecnócrata y exenta de emociones, tiene que sortear los numerosos obstáculos ilegibles que los adultos, en su empeño por formar e impartir dogma ponen sobre las baldas de bibliotecas y librerías, termina soberanamente aburrido y cansado.
La sociedad en torno al Libro está dirigida dictatorialmente por grupúsculos de la más alta progresía que abogan por obras ñoñas e insufribles. Esos títulos democráticos, políticamente correctos, faltos de acción y pudorosos que las editoriales, incansablemente, sacan al mercado, son el caldo de cultivo, casi propagandístico, para el hombre del mañana. Sencillamente soez.
Amén de todo esto, está el papel del ala crítica y liberal de esta maraña: los que abogamos por la libre elección del lector, por la lectura de las obras más salvajes, plenas, divertidas y con carácter, títulos que enganchen al joven desde los comienzos en su andadura como integrante de una sociedad libre. Lo chocante es que, este pensamiento no es compartido por los dirigentes del asunto, tachándonos de incompetentes, desorientados, ambiguos y otras lindezas varias, por lo que, para consolarnos, apelamos a las palabras de Gianni Rodari que nos advierten de que, para el fascismo, el desacuerdo es traición.
El discurso une, el diálogo consensúa y el trabajo cooperativo aporta cohesión a los propósitos y fines que nos planteamos, por ello, tener en cuenta todos los puntos de vista, valorando todas las aportaciones, podremos ensalzar la figura del Libro por encima de otras muchas y, por supuesto, al Lector, nuestra diana y objetivo.
Criticar tan salvajemente los libros que intentan educar a los niños en valores y citar más tarde a Gianni Rodari me parece un tanto inconsecuente... ¿Cuánto hace que no les has dado un repaso a los "Cuentos por teléfono"?
ResponderEliminarEn cualquier caso, a mí también me caen gordos muchos de estos libros bienintencionados. Pero no solo los hay para niños: libros como los de Susanna Tamaro o Paulo Coelho, o como "El caballero de la armadura oxidada" (ninguno de los cuales he leído, llevada por un sólido prejuicio al que no pieso renunciar) resultan, supongo, tan insufribles como los que criticas. En todas partes se cuecen habas, y lo que importa no es tanto lo que se cuenta como la forma de contarlo.