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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Imbéciles de la sociedad del bienestar


Cuando tengo que enfrentarme a la costosa tarea de presentarme ante un mostrador y solicitar algún trámite burocrático o cierta información a la administración competente de esto o aquello, noto como se va erizando mi vello corporal y esa sensación de cangrena que va minando los capilares del cerebro, sobre todo si el encargado de atenderme es lo más parecido a un pescuño de magra con ojos. En definitiva: que me pongo enfermo. Y es que, de este tipo de seres está bullendo el funcionariado. Incluso un servidor, a veces, se parece a estos engendros… Pero lo que no soporto (clara evidencia de que me estoy haciendo viejo) es que un imbécil me dé lecciones sobre lo bien que vivimos, cosa que me sucedió la semana pasada… El discurso de este caballero (entrecomillen la calificación si les place) versaba sobre la relación (agárrese) entre “la sociedad del bienestar” (¿Quién acuñaría este término? ¿Algún rico?), las viviendas con algún tipo de calificación, las retenciones desorbitadas que se está gastando la administración –también llamada “clase política”- últimamente (¿será que no tienen ni un duro para pagar los salarios de los que sí trabajamos?) y el derecho a defender la propia vida. Esta disertación, que ya aburre –sea dicho de paso-, espero que no se le ocurra soltarla en algún país castigado por el autoritarismo, la dictadura (de izquierdas o derechas, tanto monta que monta tanto) o la violencia (llámese guerra o como se quiera), porque se puede llevar una hostia por soez e indocumentado.
Y les dejo, que voy a seguir con Guerra y paz (Leo Nikolaievich Tolstoi), a ver si disfruto y de paso, aprendo algo.
Imagen: Ivan Kramskoy. Retrato de Leo Tolstoy. 1873

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