Me río un poco de aquellos que, o por pura hipocresía, o por ganarse el cielo, exclaman a los cuatro puntos cardinales que la belleza, el aspecto, la apariencia o como quieran llamarlo, no les interesa lo más mínimo. Y es que claro, esta sociedad de la imagen nos hace creer en la superficialidad y así, no se puede… (noten mi ironía). En fin, que además de la violencia de género (no sé qué tipo de mentecato habrá acuñado este término: de por sí, la violencia ya es detestable, ¿alguien encuentra algún sentido a su clasificación y taxonomía?), la anorexia y demás trastornos alimenticios de origen psicológico, el acoso escolar, el acoso laboral, el acoso sexual (todos ellos conocidos hace un tiempo como “pute-arte”) y otras trepanaciones colectivas, el mundo de la imagen tiene la culpa del paro y demás afecciones nacionales.
Y hablando de libros, que es lo que nos toca, también el aspecto, la imagen y las ediciones tienen su parte de culpa a la hora de la elección.
Hace poco una de mis fans “blogueras”, Miriam, me pedía consejo sobre una edición elegante de El último mohicano (reseñado en este espacio hace unas semanas) y antes de sufrir un ataque de risa nerviosa le respondí que desconocía su existencia y que si daba con alguna, me pondría en contacto con ella. Y es que la culpa de que muchas obras canónicas no tengan la acogida esperada se debe a la labor editorial, que no se plantea en ningún momento hacer un lavado de cara a las ediciones obsoletas e ilegibles de muchos títulos clásicos. Y aunque digan lo contrario, yo sigo con mi “tole-tole”: hallábame una tarde de noviembre por uno de esos lugares conocidos como “biblioteca” deambulando entre estanterías, cuando di con un libro que me llamó la atención… El velo alzado… George Eliot (para quién no lo sepa le diré que es el pseudónimo de una de las mejores novelistas inglesas, por no decir la mejor, Mary Ann Evans -¡Feministas del mundo! ¡Aquí hay otra gran mujer!). De tapa blanda y tamaño de libro de bolsillo (adviértanse dos características que abaratan bastante la edición), descubrí un relato de gran belleza y un lenguaje exquisito. Por supuesto que no podemos compararlo con Middlemarch, pero sí creo que es una buena forma de que los adolescentes se familiaricen con autores clásicos.
Y hablando de libros, que es lo que nos toca, también el aspecto, la imagen y las ediciones tienen su parte de culpa a la hora de la elección.
Hace poco una de mis fans “blogueras”, Miriam, me pedía consejo sobre una edición elegante de El último mohicano (reseñado en este espacio hace unas semanas) y antes de sufrir un ataque de risa nerviosa le respondí que desconocía su existencia y que si daba con alguna, me pondría en contacto con ella. Y es que la culpa de que muchas obras canónicas no tengan la acogida esperada se debe a la labor editorial, que no se plantea en ningún momento hacer un lavado de cara a las ediciones obsoletas e ilegibles de muchos títulos clásicos. Y aunque digan lo contrario, yo sigo con mi “tole-tole”: hallábame una tarde de noviembre por uno de esos lugares conocidos como “biblioteca” deambulando entre estanterías, cuando di con un libro que me llamó la atención… El velo alzado… George Eliot (para quién no lo sepa le diré que es el pseudónimo de una de las mejores novelistas inglesas, por no decir la mejor, Mary Ann Evans -¡Feministas del mundo! ¡Aquí hay otra gran mujer!). De tapa blanda y tamaño de libro de bolsillo (adviértanse dos características que abaratan bastante la edición), descubrí un relato de gran belleza y un lenguaje exquisito. Por supuesto que no podemos compararlo con Middlemarch, pero sí creo que es una buena forma de que los adolescentes se familiaricen con autores clásicos.
Así que, lo dicho: libro bien editado es bienhallado.
Lo confieso, sucumbo ante una edición lujuriosa, y si el contenido está a la altura la rendición es absoluta ¿Pura superficialidad?, pura.
ResponderEliminarSoy la susodicha Miriam.
ResponderEliminarBien, yo creo que la belleza sin fondo es artificio.
Pero la belleza (el arte) sumado a la buena literatura es sublime.
Por eso pregunté por una buena edición. La única que encontré fue una de Cátedra. Que para leer una página tiene siete acotaciones que dificultan en mucho la lectura porque al final te quieres leer las acotaciones. Y sinceramente, quería regalar algo bonito además de bueno.
Pero vamos, me alegro de que te rieras a mi costa. Siempre es sano reírse.
Miriam
Espero que no me hayas malinterpretado, Miriam... Que lo de la risa era un decir (era una forma de meterme con las editoriales) y de haberlo hecho, seguramente nos hubiésemos reído juntos, nunca el uno del otro... A ver si te vas a enfadar y vas a dejar de seguir este blog que tanto necesita de tu buen hacer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es muy difícil que me enfade. Soy un ser pacífico. No te libras de mí, aquí estoy leyéndote. ;-)
ResponderEliminarSaluditos, Miriam
He leído este finde EL VELO ALZADO. Efectivamente la edición está muy cuidada y el texto es BELLO. Se lee de un tirón.
ResponderEliminarAunque no tengamos el don de la clarividencia, que tiene el protagonista, ¿quién no ha descubierto alguna vez el fondo de alguien y se ha llevado una buena decepción? Un saludito, Miriam