Estoy hasta los mismísimos de que nos pasemos los trescientos sesenta y cinco días del año celebrando cosas. Invento este muy útil para todos los medios de comunicación, ya que, año tras año, se pueden hacer eco de las mismas noticias sin que el informado se sienta engañado, y de paso, rellenar la parrilla. Creo que, si nos lo propusiésemos, podríamos contabilizar más de un centenar de efemérides en el mismo día. Y es que el género humano lo celebra todo, desde el cumpleaños de un abuelo al que estamos deseando enterrar en pro de un hueco donde poner la tele de plasma, hasta el día en el que nos divorciamos de la única persona en este vasto universo que podría soportar nuestros ronquidos…
Lo mejor de todo es cuando conmemoramos postreramente: he aquí mi especialidad. Aunque mi madre diga que me acuerdo de lo que quiero, a veces intento acordarme hasta de lo que no me interesa, tarea harto difícil ya que nunca tengo éxito, así que, directamente, me olvido de todo (creo que la construcción gramatical anterior se debe a una clara influencia de la ministra Maleni… perdónenme, no era mi intención insultar su comprensión lectora).
Hoy, tras visitar ciertas bitácoras amigas, he caído en la cuenta de que me olvidé por completo de la celebración del “día de la paz” en este crítico rincón. Asunto casi herético, puesto que el tema pacifista ha llenado no pocas páginas en este género de la Literatura Infantil.
Como penitencia, en este “no-día de la paz”, les voy a endosar El hombrecillo de papel, un clásico del libro-álbum español que cumplió el pasado año treinta años de supervivencia editorial. Galardonada con varios premios, entre los que contamos el Nacional de Literatura Infantil o el Diploma de Honor H. Ch. Andersen, la obra de Fernando Alonso nos habla sobre las noticias desagradables del mundo, de su oscura sombra y del deseo de cambio para que las nuevas generaciones disfruten de un mundo mejor, más justo, más libre y hermoso.
Y prometiéndoles que, durante los trescientos veintiséis días que restan del presente año, recordaré el “día de la paz”, me despido hasta más ver.
Lo mejor de todo es cuando conmemoramos postreramente: he aquí mi especialidad. Aunque mi madre diga que me acuerdo de lo que quiero, a veces intento acordarme hasta de lo que no me interesa, tarea harto difícil ya que nunca tengo éxito, así que, directamente, me olvido de todo (creo que la construcción gramatical anterior se debe a una clara influencia de la ministra Maleni… perdónenme, no era mi intención insultar su comprensión lectora).
Hoy, tras visitar ciertas bitácoras amigas, he caído en la cuenta de que me olvidé por completo de la celebración del “día de la paz” en este crítico rincón. Asunto casi herético, puesto que el tema pacifista ha llenado no pocas páginas en este género de la Literatura Infantil.
Como penitencia, en este “no-día de la paz”, les voy a endosar El hombrecillo de papel, un clásico del libro-álbum español que cumplió el pasado año treinta años de supervivencia editorial. Galardonada con varios premios, entre los que contamos el Nacional de Literatura Infantil o el Diploma de Honor H. Ch. Andersen, la obra de Fernando Alonso nos habla sobre las noticias desagradables del mundo, de su oscura sombra y del deseo de cambio para que las nuevas generaciones disfruten de un mundo mejor, más justo, más libre y hermoso.
Y prometiéndoles que, durante los trescientos veintiséis días que restan del presente año, recordaré el “día de la paz”, me despido hasta más ver.
¿No has soltado palomas desde tu ventana? Hay que ver... Perfecta elección, el libro de Fernando Alonso (que como bien dice, ya era famoso antes de que apareciera la Fórmula 1 en este país).
ResponderEliminarUn saludo,
Chiki
Qué buen libro! Gracias.
ResponderEliminarTodos los días son el día de algo,
ResponderEliminartodos los libros tratan de algo,
todos los días son el día del libro.
Así es la lógica, de la que hablabas hace muy poco.
Si hay que celebrar, celebremos leyendo...