Francisco de Goya y Lucientes. 1819-1823. Hombre leyendo.
Harto de tanto exprimirme la materia gris (en ocasiones, la imaginación se desvanece y encontrar algo nuevo con lo que sorprenderles se hace la mar de tedioso), hoy inauguro una nueva sección -si la podemos llamar así…- en la que trataré de dilucidarles los pormenores de lo que algunos llaman “planes de lectura”. Así que, ¡allá voy!
A cualquier cosa le llaman “plan de lectura” -se lo digo yo que de asuntos pedagógicos y didácticos sé un rato…-. Esto de los planes lectores es algo parecido a los “planes hidrológicos”, que menos ahorrar agua y repartirla con cierto respeto y equilibrio, hacen de todo: campos de golf, reservas de la biosfera, maizales o cualquier otra patochada.
El caso es que en España en cuanto algo va mal, montamos un plan, cosa que se puede resumir en poner vallas publicitarias y dar de comer a algunos estómagos agradecidos (¿quién se habrá hinchado de chuletas a costa de los “planes lectores”…? Ya le podían haber regalado un libro a quién fuera…).
¿Ha visto usted alguna vez algún “plan de lectura” o son una ficción administrativa/literaria como Macondo? Existen, créanme. La cuestión es que no los llaman así, sobre todo porque las personas que los idean, los llevan a cabo y recogen sus frutos, son muchos docentes y trabajadores anónimos, casi invisibles, que viven a la sombra de todos esos y esas que, a falta de un buen chorizo de Cantimpalo al que clavarle el diente, se han tragado varias escobas.
Y es que me meo yo sobre tanto intelectual de tres al cuarto que resume un “plan de lectura” en atiborrar las bibliotecas escolares (¡Ah! ¿Pero hay de eso en España…?) de todo tipo de bazofia editorial y, emulando al mismísimo Cristo, ordenar al alumno/a en ciernes “Levántate y lee”. Así pasa, que el personal docente ya no está para milongas, ni para “planes de lectura”:
-Oiga usted, ponga un “plan de lectura” en su vida.- Le dijo el Uno al Otro.
-Yo lo que necesito es un buen “plan de pensiones”.- Le dijo el Otro al Uno.
Así que nada, entre plan y plan, los políticos siguen engañándonos mientras se untan de billetes y saliva, las editoriales y los libreros se hacen de oro a base de subvenciones, las bibliotecas continúan medio llenas, medio vacías, los padres pensando en qué vitrina del salón ubicarán los premios Nobel de sus hijos, los hijos con los ojos llenos de pan y España a la cola del informe PISA.
(Continuará).
A cualquier cosa le llaman “plan de lectura” -se lo digo yo que de asuntos pedagógicos y didácticos sé un rato…-. Esto de los planes lectores es algo parecido a los “planes hidrológicos”, que menos ahorrar agua y repartirla con cierto respeto y equilibrio, hacen de todo: campos de golf, reservas de la biosfera, maizales o cualquier otra patochada.
El caso es que en España en cuanto algo va mal, montamos un plan, cosa que se puede resumir en poner vallas publicitarias y dar de comer a algunos estómagos agradecidos (¿quién se habrá hinchado de chuletas a costa de los “planes lectores”…? Ya le podían haber regalado un libro a quién fuera…).
¿Ha visto usted alguna vez algún “plan de lectura” o son una ficción administrativa/literaria como Macondo? Existen, créanme. La cuestión es que no los llaman así, sobre todo porque las personas que los idean, los llevan a cabo y recogen sus frutos, son muchos docentes y trabajadores anónimos, casi invisibles, que viven a la sombra de todos esos y esas que, a falta de un buen chorizo de Cantimpalo al que clavarle el diente, se han tragado varias escobas.
Ejnar Nielsen. 1896-1898. Den blinde pige.
-Oiga usted, ponga un “plan de lectura” en su vida.- Le dijo el Uno al Otro.
-Yo lo que necesito es un buen “plan de pensiones”.- Le dijo el Otro al Uno.
Así que nada, entre plan y plan, los políticos siguen engañándonos mientras se untan de billetes y saliva, las editoriales y los libreros se hacen de oro a base de subvenciones, las bibliotecas continúan medio llenas, medio vacías, los padres pensando en qué vitrina del salón ubicarán los premios Nobel de sus hijos, los hijos con los ojos llenos de pan y España a la cola del informe PISA.
(Continuará).
Creo que es mejor que las instituciones no hagan campañas o planes de lectura. Creo que sus resultados son ridículos considerando el dinero, tiempo y otros recursos que se dedican.Acallan sus conciencias y nos venden humo.
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