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jueves, 6 de agosto de 2009

De piratas y corsarios (IV)


En los últimos años asistimos a un fenómeno tremebundo, la aparición de los “chachabuelos” (¡con qué facilidad invento nuevo vocabulario!). Pese a que muchos hijos lo niegan, la esclavitud de la tercera edad está al orden del día. Seguramente me llamarán retrogrado y hasta fascista –esto de decir lo que uno quiere es la mar de sufrido…-, pero opino que la integración en el mercado laboral de todo bicho viviente ha dejado muy desfavorecidos a los abuelos y abuelas de este país, más todavía si el anciano en cuestión está jubilado. ¿Este es el modelo “zapatista” para salir de la crisis? Manda lereles que esto del amor paterno-filial se traduzca en un ahorro de unos cuantos miles de millones a las arcas públicas. ¡Así también monto yo un estado del bienestar! Lo peor de todo es que ya lo pagaran en traumatólogos y fisioterapeutas (o eso esperamos los que tenemos una fe ciega en la asistencia sanitaria pública española), porque a base de carricoches, nenes llorones, columpios, bolsas de la compra, plancha, lavadora y sartén, nuestros pobres abuelos y abuelas van a terminar con la espalda hecha bicarbonato. Aun así, seguiré confiando en la vitalidad de todos esos mayores que, más que criadas, parecen piratas.
El ejemplo más claro de esta actividad ilimitada lo tenemos en el título de hoy, Mi abuelo es pirata, obra descatalogada de Jan Lööf, autor también de La historia de la manzana roja (algún día tendré que dedicarle unas líneas…).
Aunque integrada dentro del género del álbum ilustrado, bien podría tratarse de un libro de aventuras, porque escúchenme: entre la búsqueda de un tesoro, la lucha con el malvado Omar, escapar de una prisión y pilotar un dirigible, ¡este abuelo tiene cuerda para rato!... ¡Jo, yo también quiero un abuelo pirata!

Banda sonora original: Love of my life, Erykah Badu.

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