El cada vez más decadente pluralismo cultural deja entrever de manera clara que existen creaciones más recomendables que otras. No es que haya regresado la censura tal y como era antaño, sino que mejor enmascarada y disfrazada de buenas intenciones.
No sé si estoy hasta la pituitaria del paternalismo de izquierdas que nos asola a los que abogamos por la libre elección, pero lo que sí tengo claro es que cada vez es más difícil dejarse sorprender por libros juveniles sobrecargados de buenas intenciones, ñoñerías de toda índole, mensajes políticamente correctos y consignas anti-belicicistas.
No está mal que propaguemos a los cuatro vientos el papel educativo-dogmático de la Literatura ni que nos sirvamos de éste para luchar contra el analfabetismo social que algunos sufrimos, pero me estoy hinchando de tanto discurso literario carente de realismo (que a este paso, muchos escritores van a usurpar sotanas y púlpitos a los señores del clero…).
Luego, pasa lo que pasa… Organizar un botellón a base de Literatura Juvenil actual y conseguir emborrachar a las jaurías de adolescentes que se apostillan en parques y jardines de todo el país, es más complicado que Carmen Lomana deje de ser pija y entre en desaceleración económica (¿alguién recuerda este término?).
Y sin ser muy drástico, les propino con una obrita muy legible, El salvaje, de Antoni García Llorca, flamante premio “Gran Angular”. Aunque no serán pocos los profesores que la recomendarán entre sus alumnos, y habrá bastantes que la convertirán en lectura obligatoria durante este curso, aviso (y no me tome el autor demasiada tirria) de que, pese a ese acercamiento al realismo mágico que hace su lenguaje -y que me ha gustado bastante-, muchos estamos hartos de argumentos tan manidos: fachas y republicanos, republicanos y fachas. ¿Acaso esta España no tiene más historia? Por lo visto no… Tendremos que esperar a otra guerra civil para que se suceda una revolución argumentativa en la Literatura Juvenil.
No sé si estoy hasta la pituitaria del paternalismo de izquierdas que nos asola a los que abogamos por la libre elección, pero lo que sí tengo claro es que cada vez es más difícil dejarse sorprender por libros juveniles sobrecargados de buenas intenciones, ñoñerías de toda índole, mensajes políticamente correctos y consignas anti-belicicistas.
No está mal que propaguemos a los cuatro vientos el papel educativo-dogmático de la Literatura ni que nos sirvamos de éste para luchar contra el analfabetismo social que algunos sufrimos, pero me estoy hinchando de tanto discurso literario carente de realismo (que a este paso, muchos escritores van a usurpar sotanas y púlpitos a los señores del clero…).
Luego, pasa lo que pasa… Organizar un botellón a base de Literatura Juvenil actual y conseguir emborrachar a las jaurías de adolescentes que se apostillan en parques y jardines de todo el país, es más complicado que Carmen Lomana deje de ser pija y entre en desaceleración económica (¿alguién recuerda este término?).
Y sin ser muy drástico, les propino con una obrita muy legible, El salvaje, de Antoni García Llorca, flamante premio “Gran Angular”. Aunque no serán pocos los profesores que la recomendarán entre sus alumnos, y habrá bastantes que la convertirán en lectura obligatoria durante este curso, aviso (y no me tome el autor demasiada tirria) de que, pese a ese acercamiento al realismo mágico que hace su lenguaje -y que me ha gustado bastante-, muchos estamos hartos de argumentos tan manidos: fachas y republicanos, republicanos y fachas. ¿Acaso esta España no tiene más historia? Por lo visto no… Tendremos que esperar a otra guerra civil para que se suceda una revolución argumentativa en la Literatura Juvenil.
yo pertenezco sin duda a la de los monstruos que defienden la lectura. excelente idea para un blog... saludos desde la tierra de Rulfo..
ResponderEliminar