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lunes, 23 de noviembre de 2009

Gestando ciudades


Según un estudio (¿o era una encuesta?) realizado recientemente sobre diferentes aspectos y servicios de las ciudades españolas, véase transporte urbano o programaciones culturales, la población en la que vivo, Albacete, se encontraría en la sexta posición en lo que se refiere a calidad de vida. No sería bueno eso de disentir, ya que uno siente verdadero apego por sus concurridas calles y bajos precios, pero a veces no puedo evitar ser carcomido por la ira del verdugo y tratar mal a mi ciudad natal. Escrutando con cercanía, nunca con la mirada distante de un turista, lo que es Albacete, se podrían extraer numerosas conclusiones que echarían para atrás a más de un japonés, pero como no me interesa recibir comentarios grávidos y poco sutiles, prefiero dejar la apostasía ciudadana para otro momento de más ira y dejadez.
Es innegable que ciudades hay de todas las clases, para todos los gustos: unas más apagadas, otras exultantes de sabor, gigantescas o pequeñitas como cajas de fósforos, repletas de gente o tristemente fúnebres, de grata fisionomía, de geométrica utilidad o con mucha solera y tronío. Sean de un tipo u otro, todas, a la postre, se resumen en montañas de ladrillos, acero, asfalto y cemento… ¿O no? ¿O quizá una ciudad es algo más? Puede que una ciudad sea el latido de todos los corazones que la pueblan, puede que sea una melodía orquestada por las vidas que por sus calles corren, puede que sea un mero invento… Mientras lo piensan, les dejo con Popville (Anouk Boisrobert, Louis Rigaud y Pablo Guerrero), un libro de la editorial Kókinos muy colorido, dinámico y bien gracioso, que habla de eso, de ciudades: cómo se gestan, cómo nacen, crecen y se transforman.
Y si les resta algo de tiempo, dibújense dentro de sus páginas, los autores se olvidaron de lo más importante en las ciudades: quienes las habitan.

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