Hace un par de días comprobé que es mejor pecar de astucia que dejarse llevar por los nervios. La cosa no sólo está en templar las fibras axónicas como si fuesen cables del mejor acero, sino en que no se note que éstas tiemblan al mínimo roce emocional… ¿Por qué? Hay una razón muy obvia: siempre hay algún zorro agazapado a la espera de que lo hagas para asestarte un buen golpe en la nuca y ganar tu cabeza como si del mejor trofeo se tratase. Y no nos engañemos, raposas hay tantas como conchas en el mar.
No se asusten, todos nos hemos comportado alguna vez como conejos despavoridos. de esos que elevan orejas y cabeza repentinamente, al mínimo tremolar de la yerba, ante un insignificante movimiento…
Pero no nos compadezcamos de nosotros mismos, de eso trata la vida, de aprender. Comprender que el campo no está lleno de orégano, que hay garbanzos negros que amargan el sabor de la olla y que las manzanas podridas son capaces de pudrir el resto del saco. En definitiva, que buena cuenta nos trae estar en alerta ante las amenazas. Porque hoy en día no se estilan las batallas campales de antaño, no son batallas sangrientas del pasado, sino las que se desatan en los despachos, en las comilonas derivadas del trabajo, entre compañeros, en las que penden de los lazos familiares, donde la estrategia se basa en el instinto, en el razonamiento puro y duro, en el lenguaje adornado, en la pantomima, el drama y esas migajas de ironía que llenan nuestras horas.
Y así, con El sastrecillo valiente de Arnica Esterl y las (por cierto, bellísimas) ilustraciones de Andrej Dugin y Olga Dugina -me encantan las imágenes de estos creadores… su aire flamenco, sus filigranas-, les dejo con una buena dosis de sagacidad, muy necesaria para los días que vivimos.
No se asusten, todos nos hemos comportado alguna vez como conejos despavoridos. de esos que elevan orejas y cabeza repentinamente, al mínimo tremolar de la yerba, ante un insignificante movimiento…
Pero no nos compadezcamos de nosotros mismos, de eso trata la vida, de aprender. Comprender que el campo no está lleno de orégano, que hay garbanzos negros que amargan el sabor de la olla y que las manzanas podridas son capaces de pudrir el resto del saco. En definitiva, que buena cuenta nos trae estar en alerta ante las amenazas. Porque hoy en día no se estilan las batallas campales de antaño, no son batallas sangrientas del pasado, sino las que se desatan en los despachos, en las comilonas derivadas del trabajo, entre compañeros, en las que penden de los lazos familiares, donde la estrategia se basa en el instinto, en el razonamiento puro y duro, en el lenguaje adornado, en la pantomima, el drama y esas migajas de ironía que llenan nuestras horas.
Y así, con El sastrecillo valiente de Arnica Esterl y las (por cierto, bellísimas) ilustraciones de Andrej Dugin y Olga Dugina -me encantan las imágenes de estos creadores… su aire flamenco, sus filigranas-, les dejo con una buena dosis de sagacidad, muy necesaria para los días que vivimos.
¡Qué maquiavélico!
ResponderEliminarTe recomiendo tambien (supongo que ya lo conocerás) "Las plumas del dragón", también en FCE.
Tengo curiosidad por saber cómo trabajan a dúo estos ilustradores.