Se suele decir que la gran asignatura pendiente de este mundo de tinta y papel es la de animar a la lectura. Unas veces se achaca a la escasez de presupuesto, otras a la falta de formación de aquellos sobre los que recae dicha tarea y otras a esta “maldita” sociedad de las tecnologías de la información. Pero da igual, si todo esto se soluciona, se sigue sin leer, incluso menos. Se dice, se comenta que nadie tiene un arma infalible, un recurso efectivo o una actividad llamativa que provoque una voracidad sin límite por los libros…, siempre se recomiendan cosillas, como tener siempre presente la figura del libro o hablar de ellos, e incluso, ver a alguien leer, asunto este que se relaciona con el discurso de hoy.
El pasado fin de semana, hurgando por la red, di con gran cantidad de páginas dedicadas a los libros que aparecen en la serie televisiva Perdidos (de hecho pueden husmear en uno de estos espacios desde la lista de enlaces que tienen a la derecha), todas ellas con comentarios sobre estos títulos que, generalmente lee uno de los protagonistas, un tal Sawyer (en honor al Tom de Mark Twain), un rubiales de bandera, llamativo y fornido. Esto es una prueba evidente de que la animación televisiva a la lectura tiene éxito…, aunque, si mal no creo recordar, desde el gobierno de nuestro país se llevó a cabo una campaña televisiva donde aparecían todo tipo de famosos leyendo fragmentos de este o aquel libro y que tuvo poca repercusión. ¿Y dónde está la diferencia entre ambas realidades? Aunque dichos personajes tengan su notoriedad (bien por actuar en un teatro, robar de las arcas públicas o fornicar con quién se ponga por delante), muchos son completos desconocidos, por los escasos minutos que aparecían en la pantalla, porque excepto sus ocupaciones ¿laborales? no sabemos nada más de ellos, cosa que no ocurre en el caso del tal Sawyer. Este personaje entabla una íntima relación con el televidente, con el seguidor de la serie: lo va conociendo poco a poco, su personalidad, sus inclinaciones, sus miedos y debilidades, llegando incluso a identificarse con él (lo que se llama empatía), por ello les interesa lo que hace, llegando a imitarlo, hasta el punto de leer escrupulosamente lo mismo que él (títulos nada desdeñables, por cierto).
Todo ello puede parecernos una curiosidad más, pero por no irme así, sin más, les dejo con una pregunta: Si los seguidores de Sawyer leen lo que éste lee por el mero hecho de que lo consideran una persona como ellos, no un personaje ajeno, ¿por qué nuestros escolares, aun viendo a sus padres, profesores y amigos -personas reales todas ellas- leyendo, no leen ni a tiros?... Y les adelanto mi respuesta: porque todavía falta algo… Admiración.
Banda sonora original: En honor a esta serie televisiva de la hoy hablo y que no he visto jamás, les invito a que escuchen Rescatando a Jack Shepard del grupo Diecinueve (si no la encuentran, les sugiero que se vayan al esta dirección http://www.youtube.com/watch?v=-y_-Ok4JnWc).
El pasado fin de semana, hurgando por la red, di con gran cantidad de páginas dedicadas a los libros que aparecen en la serie televisiva Perdidos (de hecho pueden husmear en uno de estos espacios desde la lista de enlaces que tienen a la derecha), todas ellas con comentarios sobre estos títulos que, generalmente lee uno de los protagonistas, un tal Sawyer (en honor al Tom de Mark Twain), un rubiales de bandera, llamativo y fornido. Esto es una prueba evidente de que la animación televisiva a la lectura tiene éxito…, aunque, si mal no creo recordar, desde el gobierno de nuestro país se llevó a cabo una campaña televisiva donde aparecían todo tipo de famosos leyendo fragmentos de este o aquel libro y que tuvo poca repercusión. ¿Y dónde está la diferencia entre ambas realidades? Aunque dichos personajes tengan su notoriedad (bien por actuar en un teatro, robar de las arcas públicas o fornicar con quién se ponga por delante), muchos son completos desconocidos, por los escasos minutos que aparecían en la pantalla, porque excepto sus ocupaciones ¿laborales? no sabemos nada más de ellos, cosa que no ocurre en el caso del tal Sawyer. Este personaje entabla una íntima relación con el televidente, con el seguidor de la serie: lo va conociendo poco a poco, su personalidad, sus inclinaciones, sus miedos y debilidades, llegando incluso a identificarse con él (lo que se llama empatía), por ello les interesa lo que hace, llegando a imitarlo, hasta el punto de leer escrupulosamente lo mismo que él (títulos nada desdeñables, por cierto).
Todo ello puede parecernos una curiosidad más, pero por no irme así, sin más, les dejo con una pregunta: Si los seguidores de Sawyer leen lo que éste lee por el mero hecho de que lo consideran una persona como ellos, no un personaje ajeno, ¿por qué nuestros escolares, aun viendo a sus padres, profesores y amigos -personas reales todas ellas- leyendo, no leen ni a tiros?... Y les adelanto mi respuesta: porque todavía falta algo… Admiración.
Banda sonora original: En honor a esta serie televisiva de la hoy hablo y que no he visto jamás, les invito a que escuchen Rescatando a Jack Shepard del grupo Diecinueve (si no la encuentran, les sugiero que se vayan al esta dirección http://www.youtube.com/watch?v=-y_-Ok4JnWc).
Hola Román, bueno, yo sigo la serie y puede que la empatía haya surgido porque Sawyer es un paleto americano. Es decir, no es un estirado intelectual, no es un padre adoctrinador,... es un jeta que tiene su lado canalla e interesante. Y tal tipo, duro y curtido se pone a leer un libro. ¿Pero qué lee Sawyer? Yo también me he fijado y le he visto leer algún libro que yo tengo ganas de leer. Así es la tele... Marketing. Debe ser que no usamos el marketing adecuado para hacer llegar los libros... Es para reflexionarlo. Como siempre, un placer leerte. Saluditos, Miriam
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