Las buenas maneras, lo políticamente correcto, el pulimento, en definitiva, todo eso a lo que yo llamo cariñosamente “el adobo”, es casi una peste social. Como no viajo mucho, desconozco si también se habrá globalizado el mamoneo, ustedes dirán… Lo cierto es que, como greda reseca, tanto engendro sonriente y adulador, más que favorecer el florecimiento de todo tipo de disciplinas, se antoja homogeneizador y al que saca los pies del tiesto para poner en tela de juicio ciertos asuntos, le asestan una buena colleja en toda la cepa de la oreja. Por listo, que aquí no se cantean ni los del grupo Prisa (y eso que son los que más mandan…).
A veces, bajo esa capa de mugre que es la hipocresía, se puede encontrar algo que reluzca, aunque sea una pizca. Y durante mis lecturas, esta vez de ensayo, he encontrado algo que me ha gustado, y mucho. Y aquí se lo traigo.
¿Alguien sabría definirme “Literatura Infantil y Juvenil”? Echen mano del medio que quieran y seguramente llegarán a la misma definición: “literatura dirigida a niños y jóvenes”. No más. La segunda cuestión: ¿Qué características debe reunir dicha literatura? Y ahí es donde pinchamos. ¿Debe ser inofensiva, cursi, de fácil lectura o subversiva, cruel o compleja? Siento no poderles ayudar con un razonamiento coherente y preciso. No sé la respuesta. Todavía menos desde que leí De Robinson Crusoe a Peter Pan. Un canon de literatura juvenil, de Vicenç Pagès Jordà (editorial Ariel).
Este libro, además de reunir un conjunto de obras cumbre de la literatura infantil (yo leí muchas de estas obras siendo un niño, ¿por qué no llamarlo así?) y juvenil, establece una serie de consideraciones que me han hecho pensar más todavía en muchos aspectos de este tipo de literatura que, no nos engañemos, lo definen enteramente.
Si quieren saber cuáles son los títulos de la selección elaborada por el autor –para gustos, los colores-, tendrán que echarle un vistazo, pero les sugiero que si algo no deben perderse todos los profesores de la asignatura de “Lengua y literatura” que pululan por este sitio de vez en cuando, es su decálogo sobre lo que no debemos hacer con los libros, porque: No cabe duda de que una convicción cualquiera gana una infinidad en cuanto otra alma cree en ella (Novalis).
A veces, bajo esa capa de mugre que es la hipocresía, se puede encontrar algo que reluzca, aunque sea una pizca. Y durante mis lecturas, esta vez de ensayo, he encontrado algo que me ha gustado, y mucho. Y aquí se lo traigo.
¿Alguien sabría definirme “Literatura Infantil y Juvenil”? Echen mano del medio que quieran y seguramente llegarán a la misma definición: “literatura dirigida a niños y jóvenes”. No más. La segunda cuestión: ¿Qué características debe reunir dicha literatura? Y ahí es donde pinchamos. ¿Debe ser inofensiva, cursi, de fácil lectura o subversiva, cruel o compleja? Siento no poderles ayudar con un razonamiento coherente y preciso. No sé la respuesta. Todavía menos desde que leí De Robinson Crusoe a Peter Pan. Un canon de literatura juvenil, de Vicenç Pagès Jordà (editorial Ariel).
Este libro, además de reunir un conjunto de obras cumbre de la literatura infantil (yo leí muchas de estas obras siendo un niño, ¿por qué no llamarlo así?) y juvenil, establece una serie de consideraciones que me han hecho pensar más todavía en muchos aspectos de este tipo de literatura que, no nos engañemos, lo definen enteramente.
Si quieren saber cuáles son los títulos de la selección elaborada por el autor –para gustos, los colores-, tendrán que echarle un vistazo, pero les sugiero que si algo no deben perderse todos los profesores de la asignatura de “Lengua y literatura” que pululan por este sitio de vez en cuando, es su decálogo sobre lo que no debemos hacer con los libros, porque: No cabe duda de que una convicción cualquiera gana una infinidad en cuanto otra alma cree en ella (Novalis).
Voy a pedirlo ya mismo a la editorial... Tiene muy buena pinta.
ResponderEliminarLo tengo y es excelente felicitaciones por el blog está buenisimo!!
ResponderEliminarMariela