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lunes, 29 de noviembre de 2010

¡Dichosas entrevistas!



¿Quién dijo que en este sitio no tuvieran cabida los premios literarios? Creo que fui yo… (Ríanse). En cualquier caso, hoy les voy a hablar de la última escritora condecorada con el Premio Cervantes, Ana María Matute, y de la desastrosa entrevista que le realizó en su día David Cantero y que reemitieron en la segunda cadena de Televisión Española el jueves pasado. Les anticipo: una colosal mierda.
Se creen estos dueños y señores de los medios de comunicación que los espectadores somos lo más parecido a un gran corro de abuelas y que nos tornamos locos a base de nostalgia, clichés y lágrimas…, pero no, algunos queremos curiosear en el camino de los demás, dejarnos sorprender por la vida de otros, en definitiva, aprender dejando a un lado la baba caída y la media sonrisa de mortuorio.
Siéndoles sincero les comento que las preguntas de este presentador de telediario metido a entrevistador cultureta, hicieron parecer a la señora Matute como una vieja medio boba a pique de fenecer, decrépita e insustancial, cosa que me jode cantidad...
A ver: ¿Nadie le ha explicado a ese señor lo que es un cuestionario en condiciones? (cosa que debería haber aprendido en la Facultad de Ciencias de la Información) ¿Nadie le ha dicho que a los mayores y los niños no hay que hablarles como si fueran imbéciles? (cosa que debería haber aprendido en la calle).
Siento no poder ilustrarles con ejemplos apabullantes -más que nada porque el asunto era insufrible, tanto que pensé en acudir al baño y dedicarle un pedo bien sonoro-, pero considero que hasta Leire Pajín hubiese tenido más gracia y salero… ¿Y nos quejábamos de Pedro Ruiz…?
Les puede parecer un capricho ridículo que me ensañe con el (ex)chico de moda de la tele pública, pero no puedo soportar que gracias a su intervención, muchos lectores potenciales de Doña Ana, no cojan un libro suyo jamás. Por todo ello, en un intento de redimir la imagen de esta escritora de cuentos que son novelas y novelas que podrían ser cuentos, les invito a pasearse por los numerosos libros que ha escrito, desde el ya clásico Olvidado Rey Gudú hasta sus relatos para niños como El polizón del Ulises o Sólo un pie descalzo.
Y prométanme algo: desconecten su televisor.

viernes, 26 de noviembre de 2010

De la comunidad LIJ


Procuro llevar al día este espacio que, aunque no lo parezca, da mucho trabajo. Recorrer bibliotecas, leer revistas especializadas, frecuentar librerías y hablar con este o la otra, se figura poco si quieres tener actualizado un sitio como este. A veces no me da tiempo a presentar novedades y otras me las veo negras para dar con un título que reseñar, pero he aprendido que no importa, que cada vez somos más los que sentimos una pasión descontrolada por los libros para niños, que cada vez son más numerosos y variados los blogs que sobre esta materia se crean, que los hay de opinión, de reseñas, sobre mediación lectora, los hay más generales y más específicos, pero lo mejor de todo es que todos trabajamos por un fin común: para que la lectura nos impregne.

Voy con las riendas tensas
y refrenando el vuelo,
porque no es lo que importa llegar solo ni pronto,
sino llegar con todos y a tiempo.

León Felipe.
Antología poética.
1981. Madrid: Alianza.
Ilustración: Arnold Lobel.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Limpiar, fijar y ¿dar esplendor?


Tras muchos años limpiando, fijando y dando esplendor a esto que muchos usamos a diario, es decir, las palabras, la Real Academia Española (sigue llamándose así pese a lo empeñados que están los medios de comunicación en añadir la nota aclaratoria “de la Lengua”) se ha subido a esa carroza que tanto se engalana en los últimos tiempos, la de la ignorancia y el analfabetismo, para salirse de madre con unas modificaciones algo impertinentes. Y es que tiene un pase lo de añadir extranjerismos o validar expresiones coloquiales, pero lo de ciertas tildes y el re-bautismo a mi querida “y”, ha sido una verdadera patada en los cojones.
Tocándome los cuernos mientras hablo en plata, me parecen decisiones propias de mis alumnos del segundo curso de E.S.O.: “Como el nene no sabe escribir correctamente guión, elimino esa regla que obliga a poner una tilde sobre la o y me como un mojón”. Claro está, ellos, los de los sillones con nombre de letras, se escudan en que nos hacen “muchismo” bien a todos los hispanohablantes, los de un lado, los del otro y los de más allá, que así, con “ye” y “Sion”, ya “semos” “tos” uno… ¡Y una mierda! (¿Ven? Yo también sé incluir tacos en las entradas de mi blog, emulando a ciertos académicos…), ¡que aquí cada uno tiene su identidad!
Todo esto me recuerda a un discurso muy conocido de Gabo que abogaba por eliminar las reglas ortográficas y dejar que cada cual escribiese como le saliera de la minga. Bien pensado: como yo ya sé escribir a los demás que les parta un rayo.
Lo cierto es que comprendo a estos abuelos con amagos de erudición, creyéndose dioses mientras reglan lo más noble de nuestra condición humana, la lengua… Unas veces lo llaman compasión, otras, comprensión o justicia, y las más, puro egoísmo.
Sólo espero que Zapatero no haya sido el artífice de semejantes decisiones, sería el último sitio donde le faltaría meter el morro para enmascarar de algún modo obsceno el patente fracaso escolar que nuestros estudiantes padecen en lengua materna.
Y si están igual de contrariados que un servidor, mi profesora de alemán (¡habrase visto que un idioma se empobrezca en vez de enriquecerse!) y tantos conocidos y amigos, sólo les queda una medida para demostrar su descontento: objetar.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Plumas


A Jean y tantos otros...

No encuentro explicación a un hecho misterioso: en los últimos días mi vida se ha rodeado de plumas… Plumas por aquí, plumas por allá, plumas por todas partes, en cualquier rincón… Este otoño no caen hojas, ¡llueven plumas!...

a. Necesito un edredón de plumas para el sofá cama, no sea que algún incauto me visite de manera inesperada y se tope con las temperaturas glaciales rascándole los riñones.
b. “Domingo sí, domingo no, hay que matar un pollo” Papa dixit… ¡Odio el olor a pluma quemada!
c. Me he topado con una pluma de pavo real entre las páginas del Ébano de Ryszard Kapuscinski.
d. “¡No sueltes tantas plumas o pillarás un resfriado!” Le dijo el viento a mi chambergo de cuadros.
e. Soñando…: Si las palabras fueran plumas, los libros tendrían alas.
f. Preguntando…: ¿Y si las balas fuesen plumas?
g. Interlocutor 1: -¡La de pluma que tiene! ¡Jamás me enamoraría de él!
h. Interlocutor 2: -Yo sí… Me encanta volar.
i. El cielo está emplumado, ¿quién lo desemplumará? El desemplumador que lo desemplume buen desemplumador será.
j. Diez madejas de lana, nueve soldados de plomo, ocho tazas de té, siete alfileres chiquitos, seis llaves en fila india, cinco mentiras piadosas, cuatro besos te bordé en la mejilla, tres hojas de trébol, dos velas temblonas y una pluma de color carmín.

Y así, jugando con el peso liviano de las plumas, me despido hasta el próximo día con El pollo desplumado (editorial Thule), otra historia del coreano Chih-Yuan Chen que bien vale unas cuantas sonrisas y algún que otro pensamiento.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Adivina, adivinanza...


Y como hoy me he levantado un tanto misterioso y juguetón (los niños que vivimos bajo una envuelta madura sufrimos cambios inesperados… je, je, je), me voy a decantar por terminar la semana con unas rimas algo enigmáticas. Así que, pongan a trabajar a su ingenio y díganme la respuesta a este par de adivinanzas extraídas de un librito muy majo con el que pasar las horas. Y si no las hallan, siempre pueden acercarse a una biblioteca durante estos días de asueto y leer este libro allí mismo o pedirlo en préstamo para acurrucarse en un banco del parque con su pareja e intentar adivinar las soluciones juntos.

Mis huesitos son de caña
y mi carne de papel
y tengo una cola larga
como la del Ratón Miguel.

* * *

En un solo pie parada
el viento me hace vivir
y siempre estoy por partir
volando…
Posada.


Mauricio Rosencof.
En: Lo grande que es ser chiquito.
Ilustraciones de Miguel Carini.
2010. Alcalá La Real: Mil y un cuentos-M1C

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Verdades


Con bastante frecuencia suelo preguntarme qué pensarán ustedes de mi… No puedo evitar hacerme semejantes cuestiones sobre todo cuando vierto mis descaradas palabras en este lugar un día sí y otro también… Bien saben los que me conocen -en persona- que peco de sinvergüenza, cualidad esta que me ha granjeado más de una guerra, muchas enemistades y, a lo poco, algún que otro tirón de orejas. Sé que a veces me paso de la raya, pero ¿para qué sino creé en su día este blog?... Ya andaba harto de cebarme a todas horas con los mismos cafres, así que, por su bien y por el mío, tomé la sana decisión de vomitarle al mundo toda la mierda que voy aprendiendo a guardarme… Lo sé, es algo que no es de recibo… Como dice aquel, más se saca lamiendo que mordiendo…, comportarse de manera sibilina es buena decisión, inscribirse en ese nuevo partido político llamado “mamoneo” facilita mucho la vida, al igual que cambiarse de chaqueta a cada hora y jugar con todos y con ninguno... Denoto por su sonrisa que saben la lección: a veces es mejor callar que decir la verdad.
En muchas ocasiones he pensado en dedicarme a reseñar libros sin ton ni son: escribir el título, resumir el argumento y decir si me gusta o no, todo ello aderezado con una bonita foto de la portada, dejando a un lado todas estas pamplinas que sobre política, lengua, literatura, ciencia, religión, filosofía y biblioteconomía baratas les lanzo como dardos en cada noticia…, pero la verdad es que me gusta lanzar mamporros a diestro y siniestro y reírme un poco del mundo a pesar de que, en un momento u otro eso que pregona mi señora abuela a todas horas tenga lugar: que quien dice la verdad se queda sin ella.
Así que, haciendo gala de verdades que duelen, verdades a medias, verdades como templos y diminutas verdades, les dejo con Toda la verdad, un libro cojonudo y graciosísimo (tanto para niños, como para mayores) de Monique Zepeda e Ixchel Estrada editado por Oceáno-Travesía, que nos invita a discurrir sobre otro eterno dilema: ¿sinceridad, silencio o mentira?

lunes, 15 de noviembre de 2010

Exposiciones necesarias


Llego del fin de semana como si hubiera recibido una manta de palos. Y es que no se puede esperar menos de un viaje relámpago a la ciudad vecina de Alicante, que aunque pueda parecerles poco, no crean que sábado y domingo dan poco de sí…
Siento cierto pudor al aclararles que nunca había visitado Alicante (las paradojas son así: he recorrido media Europa y no he visitado un lugar a cien kilómetros de distancia), y tras pasar dos días allí afirmo que es un sitio muy agradable, por su clima (la eterna primavera que allí se instala no sólo hace bien a los ajados huesos de los viejos, sino a los casi jóvenes como los de un servidor), por sus gentes, su fisionomía y su turrón -hago una cuña publicitaria para defender las bondades del turrón a la piedra, una exquisitez-. Lejos de la gastronomía (lo cierto es que he regresado más hinchado que un pellejo gracias a las artes culinarias del David, mi anfitrión, ¡es lo bueno/malo de tener amigos cocineros!), comentar que una de las cosas que me empujó a darme un garbeo por allí fue la celebración de las Jornadas del Álbum Infantil Ilustrado, concretamente el poder visitar la exposición “Arte y Álbumes Ilustrados”, una buena excusa para aprender sobre imágenes, palabras y arte… Les recomiendo su visita enteramente ya que es de agradecer, no sólo que se dedique un espacio a mostrar los entresijos de la labor del ilustrador, sino a acercar al público general esta pasión tan desconocida que tenemos algunos (la idea de ubicar en la exposición ejemplares de álbumes ilustrados me ha encantado: si el contexto son los libros, que haya libros).
También me hubiese gustado asistir a algunas ponencias y charlas (por ejemplo la conferencia inaugural de Roberto Innocenti y las dos mesas redondas tituladas “El niño en el álbum ilustrado” e “Ilustrar la vida, entender el mundo”) que se han programado para la ocasión en las antiguas instalaciones tabacaleras, hoy llamadas Centro Cultural “Las Cigarreras”, pero me es imposible dado que se han celebrado en jueves y viernes… Ea, los maestros no podemos elegir las fechas vacacionales… Visítenla, y si les pilla muy lejos siempre conocerán a algún alicantino que disuadir para que este veneno que son los álbumes ilustrados siga propagándose por nuestra geografía.

P.S.: ¡Luis! ¡A ver si puedes recordar en un comentario de esta entrada el título y la ubicación de la exposición que aunaba álbumes ilustrados y comida! ¡Que no me acuerdo! ¡Gracias de antemano!

viernes, 12 de noviembre de 2010

Esclavos del amor




Por estar muy encerrizados en eso que se llama libertad, la inmensa mayoría de los hombres que frecuentamos este mundo no podemos evitar el ser esclavos. He visto tantos ya, que me es imposible censarlos…
Esclavos de los regalos navideños del nene, de la nena y del tío Melquíades, que si la Barbie, que si los juegos de la “Play”, que si los tomates en aguasal... Esclavos de Internet, del Tuenti, de las páginas de contactos y del dichoso Facebook… Esclavos de Inditex y sus derivados de pret-a-porter… Esclavos del BodyPump, del BodyCombat y del Bodybell… Esclavos de los caprichos de la novia, del novio, de la suegra, del yerno, de la sobrina, del jilguero, del hámster y del chihuahua... Libros que nos esclavizan... Escolares esclavizados por el verbo “to be” para, una vez creciditos y dado el “sí, quiero”, patearse Nueva York escuchando a Julio Iglesias en cada chaflán… Esclavos de la ignorancia, de la erudición.... Esclavos de Belén Esteban, de González-Sinde y Ramoncín… Esclavos de la SER, la COPE e Intereconomía... Esclavos de lo que piensen o dejen de pensar los demás… Esclavos de nuestros propios pensamientos… ¿Alguien piensa aquí?... Esclavos de Nestle, Coca-Cola y la Mirinda (Ja, ja, ja… ¡Ya no sé ni lo que escribo! ¿Será porque soy esclavo de contarles cualquier cosa?)… Esclavos y esclavas viven su esclavitud con esclava paridad, mientras que otros esclavos, los de verdad, la viven con cruenta realidad… Esclavos hay de muchos tipos: esclavos de McDonald’s y esclavos del Burger King, ¡menos mal que yo soy esclavo de “Vinos el Gordo”!... A veces no es fácil ser esclavo, sobre todo si hablamos del tabaco, el alcohol, la cocaína y las drogas de diseño…, por ello preferiría serlo del pan, el queso manchego y un buen jamón… Pero si tuviera que elegir entre un tipo de servidumbre y otra, no dudaría en afirmar que gusto ser esclavo del amor, pese a todo su incordio, sus malas artes y tretas varias, porque al fin y al cabo, amando, uno siente lo que se llama libertad.

Flaubert, Gustave. 2001. Madame Bovary. Barcelona: Planeta-De Agostini.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Tesoros de la niñez


A Luis, bibliotecario escolar y fiel seguidor.

Conforme envejecemos (seamos fríos), no sólo peinamos canas, nos empeñamos en lucir como cuando éramos pipiolos o intentamos retomar aquellas aficiones que en su día nos parecían auténticas pesadillas, también dejamos de olvidar para empezar a recordar…
A muchos les parece triste eso de cambiar el lustre de la juventud por la carcoma de la vejez, pero siempre hay un dulce sabor en lo añejo de la vida que, si no nos permite estirar las patas de gallo, recuperar el tono muscular y poner el michelín a rajatabla , bien nos valida para adelantar a los mozos que nos siguen con unos cuantos errores y una migaja de sabiduría, mientras contemplamos con una grata sonrisa ese puñado de recuerdos que atesoramos en una destartalada caja de zapatos o en una lata oxidada… Cromos, un zompo, cartas de amor, juegos de naipes y una bolsa de canicas, la piedra que recogimos durante aquel verano o esa cinta de casete con la canción que bailó nuestro primer beso… Todos guardamos lo más importante de nuestra niñez, de nuestra adolescencia, en los detalles más diminutos, no por esperar que un día otros los hallen y queden perplejos mientras intentan descifrar ese ávido coleccionismo, sino para, una vez llegue ese día en el que nos creamos mera hojarasca, podamos mirarlos y sonreír a esa vejez con la juventud del ayer…, porque nadie es senil atendiendo a la fecha de nacimiento que aparece en el D. N. I., se es viejo por no haber guardado ni un ápice de lozanía en lo más somero del corazón.

Ventura, Antonio. 2010. La caja de los tesoros. Ilustraciones de Juan Vidaurre. Barcelona: Sinsentido.

lunes, 8 de noviembre de 2010

De lo imposible


Tras un fin de semana bastante ajetreado y pasar la mañana con un grupo de cincuenta adolescentes catando todos los experimentos y curiosidades reunidas en la llamada “Semana de la Ciencia”, sigo devanándome los sesos con una pregunta: ¿Nacen árboles de los sombreros de copa?... No sabría qué responderles basándome en hechos científicos, pero lo cierto es que los ya fallecidos María de la Luz Uribe y Fernando Krahn hallaron la respuesta y gracias a la editorial Libros de la Mora Encantada pueden compartirla…

En la copa de un sombrero
que se olvidó mi abuelito
comenzó a crecer un mirto
suave y silencioso, pero…

Sus hojas eran de cuero
y no había florecido,
parecía un pobre herido
después de la guerra, pero…

[…]

María de la Luz Uribe
En: Pero-Pero.
Ilustraciones de Fernando Krahn.
2010. Ávila: Libros de la Mora Encantada.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La ballena y el hombre


Hace unos años comenzaron una serie de reformas en la Facultad de Ciencias Biológicas (también la de Ciencias Geológicas, anexa a la primera) de la Universidad Complutense de Madrid, facultad en la que estudié durante un tiempo -no diré cuánto, por temor a posibles muecas de sorpresa…-, y, como en cualquier tanda de arreglos (que se lo digan a las amas de casa…), se sucedieron los más variopintos desastres. De entre los más sonados está el de la ballena…
Contamos en esta facultad con un excelente animalario, es decir, una exposición de todo tipo de esqueletos de animales vertebrados, que a lo largo de los años, entre profesores y alumnos, han ido repelando (no encuentro mejor verbo que exprese un trabajo propio de buitres). Normalmente los animales proceden de parques zoológicos, viajes y donaciones, y se suelen guardar en enormes congeladores.
De entre las toneladas de carroña congelada, era por todos conocida la existencia de una ballena (no sé decirles la especie). Se decía tanto y nada sobre ella, que nadie sabía si era real o ficticia... Hasta que llegó el apagón y los congeladores se desconectaron. Y la ballena se reveló tan poderosa en la tierra como en el ancho mar. Imaginen cientos de kilos de carne putrefacta expeliendo un hedor insoportable, un vaho agrio que recorría todos los rincones y pasillos… Imaginen al animal más grande de la Tierra demostrando ante la insignificante osadía del hombre, su misma inmensidad después de muerto. Eso es Moby Dick.
Se ha hablado mucho de la parábola moderna de Melville, de sus paralelismos con las Sagradas Escrituras o de esa revisión que lleva a cabo de la clásica naturaleza humana –el Hombre es estático, ¿no creen?- desde un punto de vista contemporáneo, pero yo sólo veo una narración completa, de prosa firme y argumento atemporal: el Hombre es una dualidad evidente cuando es capaz de retarse a sí mismo, a sus miedos y a sus pasiones.
Por entresacar otro aspecto de esta lectura (sin pensarlo dos veces les recomiendo la edición íntegra de Anaya: cinco estrellas), me reafirmo en la idea de que la cultura también evoluciona. Lo que antes eran meros cuentos para niños, hoy día son claros ejemplos de alta cultura. En un cercano pasado muchos aspectos recogidos en la literatura, eran comprensibles por la mayor parte de la población, hoy día, excepto frases de simple factura y argumentos propios de los cuentos de hadas, la literatura clásica se figura una perfecta extraña ante los ojos de la mayor parte de los escolares. Ejemplos de esta degradación cultural los encontramos a decenas en Moby Dick, novela que recoge una enorme cantidad de referencias geográficas, religiosas o relativas a la jerga marinera, que son incomprensibles para la mayor parte de sus hipotéticos lectores. Seguramente, si Melville hubiera escrito esta novela en nuestros días, con toda seguridad sería enterrada bajo la losa de ignorancia en la que se nos instruye.
Léanla. Es una orden.