¡Estoy de un perro...!, tanto que intuyo un comienzo de año con una pendiente del veinte por ciento, asunto escabroso este si tengo en cuenta que lo que me espera durante este mes de enero no es un camino de rosas, sino algo menos mullido. De buena gana pediría un mes sin empleo y sueldo para invertir mi tiempo entre vahos, aguas termales y almohadas de plumón, cosa imposible hoy día a menos que la diosa Fortuna se acerque hasta el umbral de mi puerta. Y ustedes pensarán que ya estamos con la misma historia de siempre, el típico maestro quejica y apesadumbrado que no contento con sus privilegiadas vacaciones quiere todavía más… No es eso. Soy consciente de mis privilegios (también de mis deberes y labores, que conste), pero uno no puede evitar ser humano y querer vivir como un marqués, cosa que me empieza a preocupar ya que un servidor nunca se ha sentido tan gandul o, al menos, no lo percibía.
¡Ahora entiendo lo que sienten mis alumnos cuando el regreso a la escuela se hace inminente! Madrugones, libros, cuadernos, quehaceres navideños sin terminar, exámenes de recuperación, afilar lápices, volver a copiar las interminables peroratas de ese cabrón que imparte las naturales… Si la escuela fuese una fiesta (a veces lo es, sobre todo para el alumno, que hoy día se encuentra con toda una suerte de actividades extraescolares y divertimentos ajenos al puro leer y escribir… a veces sólo faltan los cubatas y la píldora del día después), sería más fácil regresar a ella…, pero ¿será posible llevar a cabo eso que muchos pedagogos, psicólogos y experimentólogos llaman “reinventar la escuela”? Lejos de contestarles (cada uno que piense lo que le dé la real gana) les dejo con La excursión, de Tjibbe Veldkamp y Philip Hopman–editado en Libros del Zorro Rojo-, un librito tela de divertido que habla de eso mismo, de inventarse una escuela.
¡Ahora entiendo lo que sienten mis alumnos cuando el regreso a la escuela se hace inminente! Madrugones, libros, cuadernos, quehaceres navideños sin terminar, exámenes de recuperación, afilar lápices, volver a copiar las interminables peroratas de ese cabrón que imparte las naturales… Si la escuela fuese una fiesta (a veces lo es, sobre todo para el alumno, que hoy día se encuentra con toda una suerte de actividades extraescolares y divertimentos ajenos al puro leer y escribir… a veces sólo faltan los cubatas y la píldora del día después), sería más fácil regresar a ella…, pero ¿será posible llevar a cabo eso que muchos pedagogos, psicólogos y experimentólogos llaman “reinventar la escuela”? Lejos de contestarles (cada uno que piense lo que le dé la real gana) les dejo con La excursión, de Tjibbe Veldkamp y Philip Hopman–editado en Libros del Zorro Rojo-, un librito tela de divertido que habla de eso mismo, de inventarse una escuela.
¡Es muy duro volver al cole! Es muy duro volver a cualquier rutina que nos resta la mitad del día dejándonos sólo la noche... Pero que no nos sirva de excusa para no vivir.
ResponderEliminarGRacias por la recomendación, Román. El humor es una necesidad diaria. Saluditos, Miriam