Seguramente esperaban una síntesis de todo lo acontecido durante los días pasados en los que los pseudodemócratas (¿alguien comprende el contenido panfletario de ciertos discursos a caballo entre la Segunda República y el comunismo?, ¿algún leído me lo explica?… soy algo estrecho de miras y, de paso, bastante analfabeto) salieron a la calle, en los que la jornada de reflexión se convirtió en un mercadillo de ropa de marcas falsificadas, en los que la libertad -esa que dan los bolsillos vacíos- opinó en las urnas…, pero no, hoy hablaré de la esperanza…
Muchos, de más, viven en un halo nostálgico, embebidos en un romanticismo rancio, como si de algo sirviese en un mundo rodante, mutable…, una cuestión que me hace pensar en sus mentes desesperanzadas. El hombre, siempre, ha de mirar atrás e intentar no cometer los errores que lo hicieron desgraciado, pero avivar consignas desmedidas, inventar nuevos gritos de guerra, con tal de vivir en el estulto panorama que nos acorrala durante los últimos años, me hace encoger de hombros y esbozar una mueca de extrañeza. Anquilosarse en una situación estática, inamovible, donde el progreso es una noria, mata la esperanza, el motor del corazón.
Quiero decir con esto que, lejos de inclinaciones políticas, signos y discursos demagógicos que soplan de un sitio u otro, es nuestra supervivencia el único valor que nos une, por lo que, sacrificando los intereses personales, hemos de obrar por un bien común, por entreabrir la ventana y dejar que los soplos de aire fresco erradiquen la peste que unas veces se extiende desde la derecha y otras, desde la izquierda.
Muchos, de más, viven en un halo nostálgico, embebidos en un romanticismo rancio, como si de algo sirviese en un mundo rodante, mutable…, una cuestión que me hace pensar en sus mentes desesperanzadas. El hombre, siempre, ha de mirar atrás e intentar no cometer los errores que lo hicieron desgraciado, pero avivar consignas desmedidas, inventar nuevos gritos de guerra, con tal de vivir en el estulto panorama que nos acorrala durante los últimos años, me hace encoger de hombros y esbozar una mueca de extrañeza. Anquilosarse en una situación estática, inamovible, donde el progreso es una noria, mata la esperanza, el motor del corazón.
Quiero decir con esto que, lejos de inclinaciones políticas, signos y discursos demagógicos que soplan de un sitio u otro, es nuestra supervivencia el único valor que nos une, por lo que, sacrificando los intereses personales, hemos de obrar por un bien común, por entreabrir la ventana y dejar que los soplos de aire fresco erradiquen la peste que unas veces se extiende desde la derecha y otras, desde la izquierda.
http://www.youtube.com/watch?v=UtTW72F8xo0&feature=share
ResponderEliminarDe vez en cuando los ratones nos hartamos de los gatos y por lo menos hay unos cuantos que lo dicen abiertamente, y no me refiero a los bares, que es donde se quejan el 99% de los españoles.
Hartarse está bien, manifestarse públicamente, mejor (yo lo hago cada vez que escribo aquí), pero, al menos, que lo que se diga, lo que se opine, está bien fundamentado y sea conexo... ¿O no?... La lectura no le vendría mal ni a los que se llaman de izquierdas, ni a los partidarios de la derecha... Es lo que yo llamo "lectura democrática"... Un saludo.
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