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lunes, 17 de octubre de 2011

Narrativa criminal



Desde unos años a esta parte, sobre todo desde que despuntó en el universo editorial la trilogía Millenium arropada por toda la serie de desdichas sufridas por su autor (ya se sabe que la publicidad no es más que un mero celofán impregnado de vísceras y chismes), la novela negra se ha convertido en un género muy aplaudido, no sólo por la venerada crítica, sino por un público que, harto de prosa poética y novela histórica edulcorada, ha preferido toparse con una realidad más directa y veraz.
Aunque ha sido un género bastante denostado en el pasado (que se lo digan a los organizadores de la Semana Negra de Gijón), la novela negra se ha erigido, quizá debido a los cambios, sobre todo económicos, con los que se enfrenta Occidente desde hace unos años -no olvidemos que los avatares de la vida no son exclusivos del individuo, sino también del espectro social…-, en uno de los más leídos del panorama librero. Quizá sea ese batido de lenguaje directo y callejero, tramas esquivas, humor sórdido, oscuridad a bocajarro y escenarios diarios y reconocibles, lo que envuelve a este género de una naturaleza mortal que relata con proximidad lo acontecido al más cutre de los mortales, al mercachifle del barrio que planta cara al sindicato del crimen, para transmutarlo en un héroe de carne y hueso con pasado policíaco y los cojones del tamaño de una sandía.
Bien mirado y por alusión a Propp, no deja de ser el cuento de una cenicienta mugrienta que va en busca de la verdad, eso sí, con muchas ojeras, pestazo a cantina y cargada de mala virgen y armamento bélico, cosa que siempre da morbo y, por supuesto, empatía.
Para finalizar la noticia de hoy y para que luego no digan los profesores de lengua que jamás recomiendo títulos legibles por sus discípulos, aquí les recomiendo Cuentas pendientes, una obrita de Juan Madrid, autor en castellano que abandera el género patrio.
¡Hasta más ver… y leer!

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