Recién llegado de otras latitudes y asombrado por la cantidad de baba que corría estos días por las alfombras del Congreso de los Diputados, me creo con el derecho de comentar al unísono dos idiosincrasias tan distintas como la española y la inglesa, y de paso, relatarles algo de mi viaje…
Se ve que es hora de untar con jabón a todo aquel con el que compartamos escaño, y así pasa, ¡menuda fiesta de la espuma liaron ayer Don José Bono y compañía…! Cortas se quedaron aquellas míticas de Pachá, comparadas con la que ayer se gastaron sus señorías a costa del aniversario de nuestra carta magna… Y lean: no me extrañaría que, a tenor de unos contribuyentes exprimidos, la acompañaran con tripas de uro en salsa de miel y otras exquisiteces propias de las escupideras romanas… Lo que sí quedó más que claro son las tremendas ganas de figurar de algunos y la poca dignidad de otros, costados ambos de una política absurda y clasista. Y así, como si de una pintura abstracta se tratara, la cámara alta nos regala la misma imagen, legislatura tras legislatura: políticos dedicándose todo tipo de agasajos y caricias que, en vez de redundar sobre la patria, ese concepto que tanto odian los de dentro y tanto aman los de fuera, envilecen sus mismas almas.
Para patriotismo el de los hijos de la Gran Bretaña, hombres y mujeres que reparten orgullo nacional a manos llenas, no sólo en lo que se refiere a política, belicismo o ciencia, sino también en literatura y otras artes, leamos museísticas o musicales. Como ejemplo tomemos su LIJ… No hartos de producir ediciones limitadas -para regalar o limpiarse el ojahio- de sus libros para niños, son capaces de adaptarlos al cine o el teatro, hecho que queda reflejado en los más de ocho musicales inspirados en literatura infantil inglesa que llegué a contar en las vallas publicitarias de espectáculos navideños. Y no crean que les hablo de títulos clásicos, no, sino de otros mucho más modernos como El muñeco de nieve de Raymond Briggs un álbum ilustrado con solera y calidad, o la Matilda de Roald Dahl, suficientemente conocida en el mundo de las letras infantiles.
Gestos como estos, aunque sobrados de chovinismo, hacen grande a una nación, la aúpan y crean un sentimiento unido y solidario que empuja a mantener viva una cultura y, de paso, otras parcelas de la vida, porque, sólo aquel que ama el pedazo del mundo que pisa, es capaz de extender ese sentimiento a otros confines de este vasto planeta.
Se ve que es hora de untar con jabón a todo aquel con el que compartamos escaño, y así pasa, ¡menuda fiesta de la espuma liaron ayer Don José Bono y compañía…! Cortas se quedaron aquellas míticas de Pachá, comparadas con la que ayer se gastaron sus señorías a costa del aniversario de nuestra carta magna… Y lean: no me extrañaría que, a tenor de unos contribuyentes exprimidos, la acompañaran con tripas de uro en salsa de miel y otras exquisiteces propias de las escupideras romanas… Lo que sí quedó más que claro son las tremendas ganas de figurar de algunos y la poca dignidad de otros, costados ambos de una política absurda y clasista. Y así, como si de una pintura abstracta se tratara, la cámara alta nos regala la misma imagen, legislatura tras legislatura: políticos dedicándose todo tipo de agasajos y caricias que, en vez de redundar sobre la patria, ese concepto que tanto odian los de dentro y tanto aman los de fuera, envilecen sus mismas almas.
Para patriotismo el de los hijos de la Gran Bretaña, hombres y mujeres que reparten orgullo nacional a manos llenas, no sólo en lo que se refiere a política, belicismo o ciencia, sino también en literatura y otras artes, leamos museísticas o musicales. Como ejemplo tomemos su LIJ… No hartos de producir ediciones limitadas -para regalar o limpiarse el ojahio- de sus libros para niños, son capaces de adaptarlos al cine o el teatro, hecho que queda reflejado en los más de ocho musicales inspirados en literatura infantil inglesa que llegué a contar en las vallas publicitarias de espectáculos navideños. Y no crean que les hablo de títulos clásicos, no, sino de otros mucho más modernos como El muñeco de nieve de Raymond Briggs un álbum ilustrado con solera y calidad, o la Matilda de Roald Dahl, suficientemente conocida en el mundo de las letras infantiles.
Gestos como estos, aunque sobrados de chovinismo, hacen grande a una nación, la aúpan y crean un sentimiento unido y solidario que empuja a mantener viva una cultura y, de paso, otras parcelas de la vida, porque, sólo aquel que ama el pedazo del mundo que pisa, es capaz de extender ese sentimiento a otros confines de este vasto planeta.
¡Hola!Encontre tu blog buscando a Guennadi Pavlishin, y me encanto. Volvere seguido.
ResponderEliminarsaludos,
Fer Gris