Siempre
había creído que el gobernante, como cualquier profesional, cobraba por trabajar
para los “ciudadanos” (¡qué palabra tan fea!). Craso error si tenemos en cuenta
que la llamada clase política, además de enriquecerse por deshonesta, lo hace
por viciosa y corrupta, una evidencia ante la que el público replica “Bienaventurados
ellos que pueden hacerlo”.
Mientras
los japoneses empujan la industria del videojuego y la economía española se
sumerge en mitad de una tempestad en la que unos pocos se mantienen a flote,
ideólogos y partidistas de toda inclinación, imponen al funcionario público putadas
de cualquier índole basadas en el consabido beneplácito de las clases bajas,
ese lumpen corroído por la insana envidia que asola este país. Y así ocurrirá
por los siglos de los siglos, amén de una industria diezmada por las reformas
europeas y una banca que viste salvavidas estimados en cien mil millones de
euros –no se olvide de la fecha de caducidad...-.
También
podemos hablar estos días de llevar al paredón a todos los maestros (era raro…
no tanto a los médicos, se ve que esos tienen cogida la sartén por el mango -o
al toro por los huevos-)… Por gandules, por las vacaciones que disfrutan, por
la cantidad de deberes que sufren los alumnos de este país -poco se nota…- y
por los coches que conducen (N.B.: ¿acaso no sabrán los envidiosos esa de
“rebota, rebota y en tu culo explota”?)… Un servidor, en su sino de maestro,
lleva grabado a fuego eso de “pásalas canutas, te lo mereces”; por lo que
obviaré todas las horas de estudio, todo el dinero invertido en aprendizaje (no
sé si me hubiera aprovechado más un fisioterapeuta), todos los exámenes, todos los kilómetros que acarrea mi cuerpo, todas las noches que duermo fuera de lo que llamo hogar, todas las horas que prescindo de los que me quieren y todo
el esfuerzo que he hecho; tomaré buen asiento (allá donde me destierren… ¡como si no tuviera
ya bastante!) pondré cara de tonto y, atónito, veré discurrir los
acontecimientos que se cernirán sobre este país en los próximos años.
Y
a todos aquellos encumbrados por los votantes -que no por el currículum vitae- que
piensan que tras mi oficio de maestro se esconde la mejor de las vidas
secretas, les dedico un libro gracioso, esta canción de desilusion y un pedo
maloliente.