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lunes, 9 de diciembre de 2013

¿Capitalismo, altruismo o meritocracia?


Que el mundo va fatal lo sabemos todos (o eso parece), pero no hacemos nada para remediarlo. Los ricos siguen siendo ricos, y los pobres son más pobres que las ratas. Quizá la solución sea nacer dos veces, una vez rico y otra pobre, y vivir así satisfechos y no sentirnos minus o sobrevalorados por nuestras circunstancias, esas que son la fuente de toda envidia. El problema de semejante entuerto sería que la mayoría no sabe ser rico, algo que sabe todo millonario desde el momento del parto.
Yo he conocido algún que otro rico (no sé porqué, sinceramente) y lo cierto es que los niveles, a pesar del saber estar de estos señores (el mío siempre se ha puesto en tela de juicio…), diferían en sumo grado, cosa que no me ha sucedido con otros advenedizos y estiracuellos aspirantones, que mucho lirili, pero poco lerele…
El rico nace, crece, se educa a golpe de institutriz, no derrocha impunemente, ve reproducir sus ganancias y se muere habiendo catado todo lo imaginable. Si además, el susodicho tiene talento, no hay más que hablar: da igual que tenga cuartos porque, sencillamente, se hace dueño del cotarro.
El pobre, hambriento y poco instruido, revienta antes que sobre, una ley que junto con la de la envidia (ya nos podría dar por el conformismo, un valor seguro), mina el mundo con tanta mezquindad, y por ende, de mucha infelicidad.
Y así pasa, que a veces a uno le da por pensar y constatar que es mejor dejarse guiar por acaudalados ilustrados que contemplar la cena de los mendigos en Viridiana… ¡No se ofusquen y me sobresalten con consignas libertarias y comunistas! ¡No! Sigo sin creer en el honor y la honradez (muy lícitas, por cierto) de un pobre ahogado por tantos y tantos problemas. Sigo creyendo en la ausencia de interés material (no hablo del poder, que siempre corrompe) de aquellos que tienen todas sus necesidades y caprichos cubiertos. Y sigo pensando que necesitamos más ricos preocupados por las carencias de los pobres. Más filantropía. Más humanidad.


Tómense la libertad de leer el Denver de David McKee (Editorial Océano – Travesía), la historia de un billonario que constituye el eje económico de todos sus vecinos hasta que un extraño personaje siembra la discordia entre estos para obligar a Denver a repartir su fortuna… ¡Hasta ahí puedo leer! Es por ello que, den con este libro, desmenúcenlo con cautela y háganme llegar sus opiniones al respecto… ¿Es Denver una oda al capitalismo? ¿Es Denver un símbolo de pensamiento altruista y meritocrático? ¿Es Denver un espejismo? ¿Es Denver una síntesis de nuestra realidad? Decidan por sí mismos, un servidor ya lo ha hecho…


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