Los
recuerdos, el mejor de los alimentos en la dieta del ser humano, son los únicos
capaces de transformarnos instantáneamente en los otros que éramos, haciéndonos
olvidar las penas del presente y anhelar la dicha del pasado. ¿Quién no guarda
en el cajón de la memoria los hechos de otros tiempos…?
Todos
creemos haber olvidado la niñez en aras de una madurez que hoy poco nos sonríe
mientras la realidad cae como un crudo peso sobre nuestros hombros, pero
debemos hacer un intento por recuperar esos momentos que se han quedado en la
recámara para constatar, día tras día, que los niños que fuimos quedan ahí.
Mis
recuerdos están hechos de bolas de anís, de fritillas caseras, de susos de
crema, de carreras por el parque, de paseos en bicicleta, de melón atragantado,
de riñas con mis primos, del olor grave de la matanza, de funciones teatrales,
de ramos de flores silvestres, de romper el hielo del invierno, de papel y
lápiz, e incluso, de Robinson Crusoe.
Seguro
que los suyos están fabricados de sopa y chocolate, con la algarabía de los
patios de colegio, de trompos, canicas y cromos, y hasta de cicatrices. Unas
materias primas que, de golpe y porrazo, prenden en nuestra mente, crecen y van
hinchándose hasta llenarnos de gozo…, para irse en un soplo. Puede que sean
momentos efímeros, pero la mayoría de las veces, muy hermosos… No sé porqué
nuestro cerebro olvida con facilidad aquello inservible y fútil, lo doloroso y
triste, para, en cambio, recuperar lo bello y alegre.
Se
avecinan fechas que a muchos se les antojan melancólicas y vacías de todo
júbilo. A todos ellos les recomiendo un bonito ejercicio: rebusquen en los
armarios, la cocina o el salón, recopilen objetos que les inspiren felices
momentos, métanlos en una caja de zapatos y, cuando llegue la desazón, hurguen
en ella y sigan viviendo el presente con la ayuda del ayer.
Sigan el ejemplo del protagonista de El diario de las cajas de fósforos, una
exquisitez de Paul Fleischman (al texto) y Bagram Ibatoulline (¡Qué
ilustraciones!... realistas, evocadoras, ¡fantásticas!... como las de El prodigioso viaje de Edward Tulane-Editorial Noguer-), que, mirando de soslayo al Emigrantes de Shaun Tan, mezcla parte de
la historia reciente, con la mirada infantil y el deseo de la escritura en un
exquisito viaje a través de los objetos que se guardan en una vieja caja de
puros.
No
lo duden: escarben en lo más profundo de su corazón y hallen algo que les
esboce una sonrisa y, como una flor, préndanla en su pelo para lucirla estos
días.
Muy bonita la entrada!!
ResponderEliminarSolo un apunte: ya se editó hace años en español el libro de Kate DiCamillo, "El prodigioso viaje de Edward Tulane", la editorial Noguer. Lo digo porque yo lo tengo!!! :) Y es una maravilla!
http://www.planetalector.com/el-prodigioso-viaje-de-edward-tulane
¡Ups! Ya me extrañaba... Me lo encontré por tierras anglosajonas pero no por estos lares... ¡Gracias por el apunte! ¡Cambio la información!
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