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lunes, 24 de noviembre de 2014

Impreso en España


España tiene un sabor especial. No sólo por la tortilla de patatas, el buen jamón, o los  personajes que por aquí pululan (véanse la Duquesa de Alba o Isabel Pantoja, dos grandes del no-se-qué), sino por las buenas (y malas, que también son necesarias) empresas que ha parido este sitio a caballo entre el Mediterráneo y la vieja Europa.
Desde que la crisis se hizo patente hace unos años, hemos sido muchos los que hemos apoyado los productos “made in Spain” (mucha gente anónima, no sólo Bertín Osborne), tanto dentro, como fuera de nuestras fronteras. Desde electrodomésticos hasta productos alimenticios, pasando por los coches o el mercado textil, en España contamos con una industria inmejorable que sufrió mucho la deslocalización (muchas empresas cerraron sus fábricas y plantas de montaje en nuestro territorio para abrir otras en países como China, donde los sueldos eran paupérrimos y los costes infinitamente menores) por la que ahora nos vemos lastrados (y peor que nos veremos a tenor de la falta de inversión privada y pública).
Aunque no lo creamos, esto también se ha hecho notar en el mundo editorial, mucho más todavía en el mundo del libro infantil, concretamente en el del álbum ilustrado, un tipo de producto bastante caro (tapa dura y a todo color), que ha pasado a imprimirse regularmente en China y ha dejado de lado a las imprentas patrias, un sector que está viviendo momentos dramáticos a pesar de estar considerado uno de los mejores del mundo (no olvidemos que nuestras artes gráficas tienen solera, tradición, pata negra y ¡olé!).



Siento tristeza al constatar en los créditos que las grandes editoriales del libro infantil prefieren encargar sus pedidos al gigante asiático y esperar durante meses la mercancía en buques mercantes, mientras muchos negocios familiares de la tinta y el papel que están a la vuelta de la esquina han echado el cierre durante estos años por la escasez de trabajo. Una verdadera pena.
Entiendo que el empresario ha de tener en cuenta el balance de costes y ganancias en su negocio, pero a ello hay que añadir que, muchas veces no es tanta esa diferencia y, con una adecuada gestión y buenos acuerdos, podemos repercutir de manera positiva en nuestra economía y sociedad aportando un poco más de voluntad (fíjense en alemanes e ingleses, unos que blindan sobremanera sus negocios al intrusismo extranjero de manera que todo redunde en ellos).
Por todo ello, abogo por el álbum ilustrado impreso y encolado en España, y aplaudo desde aquí a todas las editoriales (grandes o pequeñas) que han tomado la decisión más que acertada de apostar por las imprentas de nuestro país y dar trabajo de manera indirecta a impresores y operarios.



Y cómo ejemplo de álbum ilustrado completamente español, les traigo El patio de doña Amelia, con texto de Arturo Abad (andaluz), ilustraciones de Leire Salaberria (vasca), editado por Alba Editorial (catalana) e impreso en Barcelona, que nos cuenta la historia del dios Ramón y la señora Amelia que, a base del vuelo de los pájaros y una pinza para tender la ropa, aprenden que la casualidad y los vecinos traen agradables sorpresas.

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