Últimamente
me pongo en “modo Camarón” e imagino nuevas galaxias donde se respire un aire
nuevo, donde pueda sentirme a mis anchas, sin corsés ni otros grilletes. Puede
resultarles un ejercicio absurdo y carente de sentido, a lo que objetaré que si
no hubiera sido así, mi alma hubiera acabado marchita…
Hacía
tiempo que mi imaginación no se nutría de pensamientos hermosos, de las cosas
bonitas que todos hemos hecho y que a todos nos quedan por hacer, de los sueños
de juventud, ni del absurdo cotidiano… Pero en vez de dejarla morir, me puse
manos a la obra: busqué un tiesto nuevo, lo aboné convenientemente y, tras
verter un par de regaderas, vi crecer de nuevo lo que siempre había estado ahí,
lo que quedaba del que siempre he sido.
La
mayoría de las veces intentamos deshacernos de ella. “Son cosas de niños”,
decimos… Pero por favor, no pierdan su imaginación. No la dejen escapar. Es
ligera como el plumón que recubre los nidos de las golondrinas, como las
semillas del diente de león. Ocupa muy poco lugar (puede vivir entre sus rubios
cabellos o adentro de una flor). No se deshaga de ella, es lo único que le
queda. Esta ajada humanidad necesita sobrevivir a las ataduras de un tiempo en
el que, queramos o no, estamos anclados, para construir nuevos puentes con los
que descubrir otros momentos.
Imaginar,
fantasear, es a veces la única salida, la única evasión posible. Para aquella
que sueña con el hijo perdido, para quien busca ese puesto de trabajo que nunca
llega o para quien intenta regresar de la diáspora. Hoy más que nunca es la
imaginación y no otra medicina, la que nos guía en un recorrido incierto, la que
nos hace volar lejos de aquí.
Y
si un día la perdieron (a veces la borran las lágrimas, la desesperación o las
agujas del reloj), sólo tienen que seguir los pasos de los protagonistas de Imagina, de Aaron Becker (editorial
Kokoro) uno de los mejores álbumes ilustrados del año en España (ya lo fue el
año pasado en la edición inglesa)… Tomen una tiza de color entre sus dedos y
dibujen una puerta en cualquier lugar para, de vez en cuando, abrirla, cruzarla
y poder vivir a través de ella lo que no les ofrece este mundo.
Estoy contigo. Nos salva. Nos libera. Nos hace felices y más niños... Gracias por la reseña.
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