Aunque
los maestros contemos la vida por cursos (gajes del oficio…), el resto del
mundo prefiere contar la historia en una unidad de tiempo, el año, que a la
(macro)evolución o la geología, y hablando en plata, se la suda.
Se
acaba un año y empieza otro. Entramos en un dígito nuevo y deseamos que el que
viene sea mejor que el que hemos dejado atrás, una incongruencia humana (esa
del control) que va en contra de unos grilletes del tiempo que nos moldean a su
antojo, que nos llenan de cicatrices. Nosotros, un experimento al que la
naturaleza nos ha concedido el don de la memoria, no estamos capacitados para
controlar el tiempo, sino que, a modo de muñecos de cera, nos llenamos de los
golpes y magulladuras que trazan las hojas del calendario. El hombre está hecho
de recuerdos, está hecho de lágrimas, de hermosas sonrisas, de cuentos a la luz
de la lumbre, de caricias, de besos de buenas noches, de caminos perdidos y de
otros más visibles, de funerales y bautizos, de plantas que no cesan de crecer,
de ratones correteando bajo nuestros pies, de libros preciosos, de las olas del
mar, de helados, de palabras…
¡Lo
siento! ¡No se pongan nostálgicos¡ ¡No dejen que mis palabras les afecten! Hoy
toca vivir el presente, no dejar que el pasado se pose sobre nuestros hombros y
buscar nuevos recuerdos que nos alivien el paso del tiempo, algo así como
cuando las mejillas buscan entre la fina niebla, la soleada (aunque fría) tarde
de invierno.
Quizá
sería mejor terminar el año en pleno verano y soñar con los veleros mecidos por
el tiempo y el canto de la chicharra, pero los hombres hemos preferido abandonar
diciembre entre árboles desnudos y sonidos que hacen eco en callejones oscuros.
A pesar de ello, todos tenemos una varita mágica que, alimentada por nuestra
imaginación, nos permite traer escenas menos lúgubres, imágenes más luminosas
para luchar contra el reloj y dar buena cuenta de que la vida merece la pena
pese a todos sus desagravios. Por ello para despedir el año les traigo Había una vez un recuerdo, un hermoso álbum
escrito por Nina Laden e ilustrado por Renata Liwska (editorial Corimbo) que
nos retrotrae a la dulce infancia y sus encantos.
Recuerden
lo alegre del año que dejamos y brinden por los derroteros a los que nos
llevará el venidero. ¡Feliz 2015!
¡Feliz 2015, Román!
ResponderEliminardesde que te leo me haces sentir niño nuevamente, me gusta como te expresas, muy sincero, saludos.
ResponderEliminarEspero que aunque pase un año, os sigáis sintiendo niños siempre. ¡Un abrazo a los dos!
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