Que
el egoísmo es innecesario, es una auténtica falacia, no sólo por el buenismo
que nos ampara en una sociedad del bienestar como esta, sino por las leyes “non
scripta” que la madre naturaleza nos recita asomándose a nuestra cuna.
Fuertemente
criticado, el egoísmo, ese que deriva del individualismo (cositas vanas del
lenguaje), habita en todos nosotros –y no precisamente como el espíritu santo…-
para, de una forma u otra, modelar nuestro comportamiento para con los demás y
nosotros mismos.
Aquí
todo el mundo es egoísta. Los primeros,
los padres (sobre todo cuando sus grilletes sobre la prole se hacen demasiado
patentes o cuando prefieren hacerse los suecos ante los requerimientos
filiales), después van los hijos (sobre todo cuando exigen más cariño del que
ellos ofrecen), les siguen los hermanos/as (sobre todo cuando la cuota de
envidia supera al respeto co-sanguíneo), detrás quedan las parejas (sobre todo
cuando te consultan todas las gilipolleces y toman las decisiones importantes a
la ligera y unilateralmente). También tenemos amigos (sobre todo cuando pasas
de patente a inexistente si en sus vidas se cruzan hombres, mujeres y
viceversa… ¡Ah! También los niños, que no se me olviden), a los compañeros de
trabajo (sobre todo cuando se trata de horas libres, guardias y festivos) y a
todos los demás (esos siempre son egoístas porque no necesitan bailarte el
agua).
¡Pero
no olvidemos que este post es una oda en pro del egoísmo! ¡Ese que nos provee
de la realidad! ¡El que nos aporta soledad! ¡Individualismo! He ahí el
verdadero valor de convertirse en un egoísta nato: la calma propia, la
tranquilidad personal y el tiempo intransferible. Todo ello permite que, de
repente, las ideas emerjan de entre la sustancia gris y fluyan por todo nuestro
organismo para decidir sobre el existir y el vivir. Quizá algunos prefieran
desaparecer de un mundo difícil y extraño que, muchas veces se olvida de
nuestra existencia, pero otros, los supervivientes como el de Soy Pepín
Pinzón (un personaje maravilloso ideado por Alexis Deacon, ilustrado por
Viviane Schwarz y editado en castellano por Milratones/Milrazones) y un
servidor, preferimos elucubrar debidamente, no cejar en el empeño, y salvarnos
de las fauces de cualquier bestia que quiera engullirnos sin razón.
Muchas gracias por este Blog. Nos hace un gran servicio a Bibliotecas como la mía. Yo trabajo en un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, Villar de Olalla, y llevo bastante actividad como narrador y todo tipo de actividades de Animación a La Lectura, y estoy encontrando un gran apoyo y recursos en tus publicaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias de nuevo
No hay de qué, Juan José. Me alegra saber que uno es útil. ¡Espero seguir viéndote por aquí! ¡Un saludo!
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