Aunque
están acostumbrados a verme deambular entre libros, muchos de ustedes no sabrán
que otra de mis pasiones es todo lo relativo al mundo de las plantas. Botánico
de formación y de vez en cuando por afición, gusto del mundo de la clorofila y
la fotosíntesis, ese que agrupa al Reino Plantae (ya saben que adoramos las
lenguas muertas) y que nos provee de la mayor parte de los recursos con los que
subsistir (den buena cuenta de sus sábanas y el algodón que las teje, de las
láminas de madera sobre las que dormimos, de los cereales del desayuno, del
café de media mañana, de todas las verduras, legumbres y frutas que componen
nuestra dieta, de los muebles que otrora eran robles, cerezos y árboles
exóticos, del caucho sobre el que se desplazan nuestros automóviles… ¡Nuestra
vida está llena de plantas!).
Seguramente
algunos prefieren la faceta más estética de nuestras verdes amigas a base de
parterres, bonsáis, arreglos florales e ikebanas (¡estos orientales siempre tan
contemplativos!), mientras otros se decantan por una orientación más científica
de sus pasiones, esa que trata de la taxonomía, la vegetación, la
biorremediación, la evolución de estos seres vivos o sus aplicaciones dentro de
los campos de la farmacia o los materiales biodegradables, tan de moda hoy día,
pero tampoco nos olvidemos de que hay muchos que aborrecen las plantas, no las
quieren ver ni en pintura, ni mucho menos en sus balcones, terrazas y salones
(estarán al tanto de que no deben habitar dormitorios ni otros lugares en los
que soñar) a tenor de la gran cantidad de bichos que atraen, la de hojarasca
que producen (supongo que hay gente muy limpia a la que le gusta comer en el
suelo…) y la esclavitud que supone el tener que regarlas con cierta frecuencia
(ya saben que hacerse cargo de cualquier “mascota” –quietas o no- supone cierta
responsabilidad para con ellas…).
Aunque
soy un poco maniático a la hora de recibir flores como regalo (las prefiero
enraizadas y en maceta para que perduren a lo largo del tiempo), me encanta
disfrutarlas en plenas facultades vitales (ya saben que estamos acostumbrados a
verlas en los cementerios, sobre las tumbas y en las habitaciones de los
hospitales). Olerlas y tocarlas es un placer, pero sin duda, el poder mirarlas a
lo largo del tiempo es la razón por la que muchos artistas han intentado captar
su belleza, encerrar sus líneas en la quietud infinita… Paisajes, bodegones y naturalezas
muertas son toda una suerte de representaciones botánicas que nos acercan a
nuestro entorno y nos ayudan a valorarlo convenientemente, unas premisas que
han llevado a la nipona (¡Otra! ¡Qué creativa es esta gente!) Sachiko Umoto a
crear un libro para aprender a dibujar a estos seres verdes titulado Plantas
y pequeñas criaturas (Nota: también tiene otro muy zoológico llamado Animalitos) que ha editado en castellano
la editorial madrileña Silonia para deleite de los más pequeños y que sin duda
constituye un regalo primaveral inmejorable, sea usted alérgico, amante de la
flora ibérica o vegano.
Este no lo conozco, me lo apunto! Veo que también eres maestro así que ánimo con el final de curso!
ResponderEliminarApuntalo porque es un gran recurso... ¡Mucho ánimo para ti también!
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