Como
muchos de ustedes se habrán percatado, en muchos álbumes ilustrados se utilizan
argumentos parecidos, algo que, tras mucho pensar, creo que sucede por una
cuestión de necesidad y obligación. Me explico…:
-Por
un lado es la propia literatura la que nos centra, nos encauza en ciertos temas
inherentes a la infancia o la juventud. El amor, las relaciones
paterno-filiales, la amistad, las emociones, la escuela o incluso la muerte,
son algunos de los manidos argumentos que recogen libros ilustrados y novelillas
para adolescentes.
-Por
otro lado los autores, en su búsqueda de nuevas técnicas, de formas innovadoras
de expresión, necesitan retomar estos temas universales para reformularlos
dentro de otros contextos, de nuevos libros.
A
pesar de que muchos critican una desmesurada falta de imaginación, otros como
el aquí firmante, suscribimos que en las obras infantiles los argumentos quedan
limitados a un puñado de situaciones (¿Acaso no hablan de lo mismo los cuentos
populares eslavos y los cuentos populares africanos? ¿Acaso Grandes esperanzas no tiene mucho que
ver con Cien años de soledad?).
Quizá,
al leer estos pensamientos míos, los tan críticos aduzcan “Oiga usted, enterao,
¿y la escritura experimental? ¿Dónde están las nuevas corrientes literarias?
¡Úsenlas, que para eso están”, a lo que yo podría objetar que, en bastantes
ocasiones, la narrativa experimental dirigida a niños ha resultado ser un
fiasco.
A
lo que quiero llegar es que hay muchas vías de ahondar en un tema, desde la
fantasía hasta el realismo, pasando por el sinsentido (nonsense), los libros
sin palabras, la poesía o el cómic, pero todas confluyen en un mismo punto que es
el lector, sus gustos estéticos y su
capacidad para empaparse de las palabras. Es decir, el fondo es el mismo pero
con múltiples formas.
Por
todo ello he querido traer aquí hoy un pequeño (podríamos llamarlo) estudio a
tenor de mis impresiones sobre tres álbumes ilustrados que mucho se parecen,
pero poco tienen que ver. Oliver y Patch
de Claire Freedman y Kate Hindley (Editorial Miau), Amigos de Andrea Hensgen y Béatrice Rodriguez (Editorial Libros del
Zorro Rojo) y Este alce es mío de
Oliver Jeffers (Editorial Fondo de Cultura Económica), versan (atendiendo a sus
líneas básicas) sobre la relación que entabla un niño con un animal que,
finalmente, pasa a ser un vector que provocará que ese niño conozca a otra
persona que resulta ser el dueño del animal. Si escarbamos un poquito más,
observamos que, mientras que en Oliver y
Patch y Amigos, el animal es un
perro, no ocurre lo mismo en la obra de Jeffers en la que es un alce. También
podemos establecer diferencias en cuanto a la edad de los diferentes dueños
señalando que en Oliver y Patch, el
dueño es de la misma edad que el protagonista, mientras que en Amigos y en Este alce es mío, los dueños son de edad avanzado, en un caso
masculino (Amigos) y en el otro,
femenino. Por último decir que las historias de Amigos y Oliver y Patch
se desarrollan en un ambiente urbano, mientras que en Este alce es mío la acción se desarrolla en un medio más rural.
Si
lo pensamos bien, son detalles mínimos, pequeñas variaciones que van
modificando poco a poco el desarrollo de una historia y que se amoldan a una
misma realidad pero con fines diferentes. Por un lado Claire Freedman y Kate
Hindley crean una historia que trata del conocimiento entre iguales, por otro,
el tándem entre Andrea Hensgen y Béatrice Rodríguez, abogan por el
entendimiento inter-generacional, y por último Oliver Jeffers aboga por una
historia en la que el choque intergeneracional y las emociones modelan una
historia a caballo entre lo subversivo y lo realista.
Seguramente,
en mis tres percepciones cabe señalar la importancia del estilo en cuanto a la
ilustración y la narración (no cabe duda que la concepción estética de Este alce es mío es mucho más
transgresora que las líneas a-“cartoon”-adas de Oliver y Patch y Amigos), pero cabe destacar que las tres logran alcanzar el
objetivo prefijado desde perspectivas muy diferentes, dando lugar así a un trío
de buenos álbumes infantiles cuya interpretación depende, en último término, de
sus lectores.
Una entrada muy interesante. ¡¡Gracias por compartirlo!!
ResponderEliminar¡No hay de qué! Espero verte por los comentarios más a menudo. ¡Un saludo!
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