Pecar de impetuosos, algo
que en muchas ocasiones nos granjea enemistades con los que nos
rodean, no es algo negativo si se le sabe coger las riendas, algo
bastante difícil cuando somos jovenzuelos desbocados, pero bastante
común cuando los años son quienes nos dominan a nosotros, porque al
final, todos acabamos controlando a esa fierecilla que habitaba
antaño en nuestro interior, lo que no quita para que, cuando nos
toquen los testículos/ovarios, lo hagan a manos llenas... Así pasa, que abrimos
las fauces y somos capaz de zamparnos a cualquiera.
Cuando vivimos en la edad
del pavo no escatimamos ni en ímpetu, ni en intensidad, pero
conforme se van dejando atrás los quince años y a uno le llueven
primaveras, el morro pasa a enderezarse y se tuerce con menos
frecuencia, no sea que se lo partan sin aviso previo y tenga que
acudir a urgencias (hay que darse cuenta de que, sobrepasada cierta
edad, es preferible concienciarse de nuestras limitaciones -físicas
o intelectuales- y no dejarnos llevar por nuestro mal carácter...
que luego nos dan una paliza y nos quedamos medio tontos en un
catre).
No obstante, he de
aclarar que esta cosa llamada arrojo no es en exclusiva un mal de
juventud. Vamos que también hay gente con poco temple, véanse
padres, parejas y maestros (N.B.: Cuando quieran, están invitados a
entrar en una de mis aulas y ver con sus propios ojos cuan subversiva
es la adolescencia, una que, además de natural, es una sobrecarga
añadida. ¡Ea! Los alumnos son especialistas en tocar la mandanga y,
si les replicas, seguir tocándotela hasta niveles exasperantes...).
Pero bueno, no desesperen..., como bien dice el refranero, Así que,
respiren, cuenten hasta diez, echen mano del dulce vocabulario (o de
la paciencia, que también puede ser...) y verán como las aguas
vuelven a su cauce.
Es por eso que, para
todos aquellos que se desbocan ante la hermana gritona, la suegra
insufrible, los hijos revoltosos, el jefe cabronazo, el marido
huevón, la novia tardona o la parva de gilipollas que nos rodean
física y virtualmente, les recomiendo un álbum ilustrado bastante
tranquilo titulado El caballero impetuoso, la
simpática obra de Giles Bachellet (editada por Juventud) nos
narra la historia de un caballero que, aunque coge con mucho brío la
espada y la armadura para enfrentarse a su opositor, se ve envuelto
en toda suerte de avatares que cambian el rumbo de su odisea...
¡Ufff! ¡Qué alivio!
Me encanta Gilles Bachelet y este álbum ilustrado!
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