Bien
por lo evidente, bien por el contenido, solemos juzgar con cierta
ligereza todo lo que nos rodea. Unas veces se perfila como anecdótico
(es lo que hay que hacer: no dejarse engañar por las apariencias) y
otras trasciende al tiempo (una pena teniendo en cuenta que siempre
nos perdemos algo), pero los prejuicios siempre están presentes. Y
no crean que sólo llenan los rincones más mundanos de la vida, sino
que incluso están presentes en los resquicios culturales... No
obstante, cada día que pasa constato más que los juicios poco
fundamentados no valen nada, y que las parcelas humanas, o bien
acaban engullidas por alguna ¿mala? y fértil yerba que se sale del
tiesto, o siguen girando en torno a quien levante más la voz (¿A
eso lo llaman pluralidad? Que me meo...).
Como
muestra, ejemplifico con las opiniones que se vierten sobre un
servidor... Charlatán, malhablado, cínico, básico, provocador, y
hasta comercial, son apelativos con los que amigos y enemigos se
despachan de lo lindo. Menos mal que, como no soy río, me vuelvo
cuando quiero, respondo (¡pobres cuerdas vocales!), les doy unas palmaditas en la espalda, unos besicos y, aquí
sigo, sin poner la otra mejilla, dando guerra y capotazos...
Extrapolándolo
al mundo de los libros ilustrados me gustaría llamar la atención
sobre un punto.... Últimamente,
parece ser que sólo las editoriales denominadas “independientes”
son las únicas capaces de publicar libros de cierta calidad (se ve
que lo de ir a su aire les proporciona más objetividad y ojo
clínico, además de cierta heroicidad y estoicismo), pero el caso es
que, a pesar de ser denostados en los circuitos y sectores
especializados y críticos, los grandes grupos editoriales siguen
editando buenos libros, aunque sea a tenor de los primeros.
No
hay que negar que muchos gigantes editoriales están cegados por los productos
comerciales y de gran rentabilidad (¡Que levante la mano quien no!),
pero tampoco creo que sea una cuestión inherente a ellos, sino a cualquier empresa que quiera seguir creciendo y dando de comer a sus empleados. Es más: Goliat sigue mirando hacia David para proveerse de buenos productos, de libros geniales, algo muy necesario en un mundo de sinergias que algunos rechazan, e incluso abominan por su estrechez de miras (¡Qué malo es eso...!).
Así
que no se pongan a la defensiva. Ni todo es tan oscuro, ni todo tan
claro, y la industria editorial necesita de todos para dar voz a
buenos productos que, de otra forma pasarían desapercibidos. Yo lo
llamo “grandes oportunidades dentro de pequeñas editoriales con un
éxito comercial visible”...
Como
muestra, les traigo un botón: Abrázame, de Simona
Ciraolo y editado en castellano por el SM, es un álbum ilustrado que
seguramente muchos tacharán de ñoño, estéticamente pobre y
simplista, sólo por haber sido editado por uno de nuestros gigantes
editoriales. Pero lo que no saben es que fue Flying Eye Books, un
sello infantil inglés (Nobrow) tildado de independiente debido a su
gran apuesta por el álbum gráfico y el circuito de librerías
especializadas, quién adquirió los derechos mundiales de este álbum
debut hace unos años. Con ello quiero decir que me apuesto el cuello y no lo pierdo, a que
más de un detractor que lo ha conocido en alguna gran superficie de nuestro país, se hubiera corrido del gusto mientras lo leía en el pequeño
establecimiento que la casa editorial tiene en el hipster y londinense Shoreditch.
Despelótense,
les dejo... mientras tanto, no se preocupen, que como aquí el
único independiente y poco prejuicioso (tengo los míos, pero me
río/olvido con/de ellos fácilmente) soy yo, les traigo este
exquisito y tierno libro que, con mucho humor (ácido en ocasiones) y
unas ilustraciones fabulosas realizadas por una gran profesional que
ha estudiado bajo la tutela de Marta Altés y Martin Salisbury, nos enseña que todos los abrazos, son necesarios. Y al que le pinche
(guiño al libro), que se rasque.
Excelente reflexión! No debemos demonizar los aciertos literarios de la gran industria solo por ir en contra.
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