A pesar de la
democratización del deporte (ya saben ustedes que hace unos años,
la hípica o el esquí no estaban al alcance del populacho) y los
hábitos de vida sana y saludable a los que nos abocan los medios de
comunicación, la actividad física que más me convence es el paseo.
No porque los traumatólogos estén llenos de atunes treintañeros
que destrozan sus articulaciones a base de carrera de fondo y
bicicleta (tengo en alta estima tendones y ligamentos..., necesito
que duren el mayor tiempo posible,,,), sino porque el paseo, nos
ayuda a disfrutar de lo que nos rodea a una cadencia ideal, a una
velocidad que es la nuestra; sin ese ritmo vertiginoso que
últimamente nos llena el cerebro de necesidades innecesarias y que
nos permite pensar dejando a un lado la gravedad a la que nos
acostumbran agoreros y trágicos.
Aunque me gustan los
paseos en grata compañía, también son necesarios los caminos
solitarios, esos en los que te evades de lo personal y te empapas de
lo cotidiano. Por un lado miras el mundo pasar y por otro lo
contemplas desde otra perspectiva más lúdica. Sonríes ante lo
repetitivo del tiempo, por los resultados electorales, por la
seriedad con la que algunos pasan, por la ligereza con la que otros
pisan la tierra. También sonrío ante la estupidez humana, por
nuestros miedos y complejos, de las sorpresas luminosas que te dan
los amigos, del aprecio correspondido por los alumnos, de los regalos
que nos hacen los desconocidos y de los besos que mendigamos.
No olviden que también
es necesario hacer un alto en el camino, sentarse en un banco bajo la
sombra de los tilos, y escuchar a los pájaros, las risas de los
chavales, las conversaciones ajenas, o, absorto, ver gente, mucha
gente pasar. Me entretiene ver a los demás, observarlos y jugar a
las adivinanzas. Quizá muchos lo vean como una sandez, pero si les
soy sincero, los parques y las calles me han abierto más la mente
que cualquier otra cosa, no sólo por las sobredosis de realidad que
te propinan (siempre superan a la ficción), sino porque avivan tu
imaginación y te proporcionan argumentos y personajes con los que
acompañarte.
Algo similar ha debido
pasarle a Nono Granero cuando le dio forma a su ¿Un paseo?, un
simpático libro editado por La Guarida Ediciones en el que René y
Botón se pierden entre los muchos muchos recovecos que forma, no
sólo la ciudad, sino el mundo.
Gracias, ha sido todo un placer leer esta entrada y estoy convencida de que el libro de Nono no me defraudará, nunca lo hace. Gracias también por descubrirme este título
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