Mediados de septiembre.
El verano ya toca su fin (¿suspiro o resoplo?). Descanso y feria
(sobre todo la feria) han terminado, y la rutina se instala poco a
poco en la vida de un cuerpo que está más preparado para irse a un
buen balneario que para ponerse a guerrear en el aula. Espero que ustedes
hayan cargado las pilas, porque un servidor está hecho escombros...
No obstante, hay que
poner la mejor de las sonrisas y mirar hacia delante, hacia los meses
que nos vienen y lo que nos queda por hacer, ver y sentir (o no...).
Pero antes de internarse en el otoño (si es que llega... ¡Qué
escéptico ando hoy!) les recomiendo que no se dejen muchas cosas en
el tintero, no sea que se lastren a otro tiempo ya olvidado... Eso sí, aunque
sea partidario de pasar página (nunca mejor dicho, tratándose este
de un blog ¿literario?), siempre podemos volver y releer alguna que
otra frase, retomar palabras en otros significados e inspirarse en
proyectos apartados o ideas recahuchutadas.
Es por ello que,
revisando mi cuaderno de apuntes, en este lunes septembrino retomo un
libro al que he ido cogiéndole el gusto cuanto más lo he leído...
Una vaca de Juan Arjona y Luciano Lozano (editorial A buen
paso), aunque en un principio puede parecernos una historia con poca
chicha, es un álbum ilustrado en el que, conforme nos detenemos,
descubrimos detalles que nos hablan del tiempo y sus juegos, de como
las historias individuales forman parte de un todo, de lo sincrónico
de los minutos y lo variopinto de la especie humana (algo que viene
al pelo en este principio de curso cargado de coincidencias y
casualidades personales). Si a ello unimos las ilustraciones de toque
tan, a mi juicio, anglosajón y de cierto aire vintage, el resultado
es bastante adecuado para hablar de la dinámica de lo cotidiano
tomando como excusa el paseo descontextualizado de una vaca por las
calles de la ciudad.
Y así espero dar
carpetazo a lo que nos trajo el curso pasado en cuanto a nuevos
álbumes ilustrados se refiere, para, como bien hace la protagonista
de este libro, intentar no mirar demasiado hacia atrás.
Jajaja! Comparto lo de empezar septiembre hecha escombros, física y mentalmente. Que dura es la adaptación al cole para los padres, así que para los hijos y los profes no puede ser menos. En fin, seguro que con cuentos tan bonitos como el que presentas se nos hace un poco menos cuesta arriba y volvemos a ilusionarnos.
ResponderEliminarUn abrazo!