Quentin Blake
Aunque la
biblioteca escolar siempre ha sido un espacio en crisis, la realidad
económica que nos golpea durante estos últimos años ha llevado
casi al borde de la extinción a muchas de ellas. Es por eso que,
aprovechando el inicio del curso escolar, abro esta pancarta para,
por un lado, hacer visible lo que acontece en muchos de estos
espacios tan necesarios y, por otro, ofrecer algunas sugerencias e
ideas que, si bien pueden tomarse como cuidados paliativos, quizás
también ayuden a aupar estos espacios dentro de colegios e
institutos. Sin más preámbulos, he aquí mi grano de arena para
insuflar un poco de aire a las bibliotecas escolares, lugares en los
viven los monstruos, esos que se pirran por el verbo LEER.
Isabelle Arsenault
Situación de partida.
Unas pinceladas.
Todos sabemos las consecuencias que ha
acarreado la crisis económica global, no sólo a nuestros hogares,
sino a toda la sociedad. De entre las soluciones más viables,
apretarse el cinturón es la más plausible, una decisión que
conlleva a la escasez presupuestaria, un escollo a la hora de
desarrollar multitud de planes y programas que desde las diferentes
administraciones se habían puesto en funcionamiento antes del bache
monetario. Esta falta de dinero ya no sólo afecta a los recursos
materiales, muchos de ellos existentes y en buenas condiciones, sino
también a los personales y humanos que hacían posibles unas
acciones necesarias en la sociedad del bienestar. Pero… ¿cómo
está afectando esta recesión económica a las bibliotecas
escolares?
Aunque muchos docentes, padres y
alumnos, piensan que, una vez que se ha dotado a la biblioteca
escolar de nuevo material, se ha organizado temporalmente el uso de
este, se han instalado recursos informáticos y se han programado una
serie de actividades, este espacio se autogestiona por los siglos de
los siglos (amén), hay que bajarlos de ese limbo optimista y
hacerles partícipes de que sin una renovación del fondo
bibliográfico, sin personal que atienda la biblioteca escolar y sin
un contexto que permita la organización espaciotemporal, cualquier
biblioteca escolar es crónica de una muerte anunciada.
De entre los problemas con los que
muchos centros educativos se han encontrado estos últimos años,
destacan:
- la escasez presupuestaria para la
adquisición de fondo bibliotecario y de mobiliario, y para la
realización de actividades complementarias,
- la escasez de espacio para hacer
frente a nuevas adquisiciones,
- la escasez de personal para atender
la biblioteca del centro,
- y la escasez de tiempo para paliar el
resto de trabas.
¿Alguna idea para solventar estos
tropezones...? ¡Empezamos!
Hanne Türk
Escasez de recursos:
educación, imaginación y donación
Como bien reza el dicho, “A perro
flaco, todo son pulgas”…, y entre nuestras flaquezas destaca la
escasez de recursos (el pan de cada día…).
Bien porque las adquisiciones se
realizan de forma periódica, bien porque se cuenta con pocos
ejemplares de un mismo título (no olvidemos que las bibliotecas
escolares deben realizar un servicio a su público), bien porque en
su momento se consideró que debía primar la variedad y calidad de
las obras frente a la cantidad, o bien porque algunos de estos lotes
han quedado diezmados por las numerosas pérdidas o hurtos -N.B.:
¡Ojalá nos diese a todos por robar libros… y los leyésemos!-,
muchos fondos de las bibliotecas han sido esquilmados o son poco
diversos. Ante esta realidad se proponen diversas soluciones.
El primero es el de educar en el
respeto por lo colectivo. Los alumnos deben saber, no sólo el dinero
que cuestan los libros que se apilan sobre las estanterías, sino la
procedencia del mismo, es decir, del bolsillo de todos los
contribuyentes. Creo que uno de los mayores escollos de la Educación
es la concienciación del alumnado sobre el esfuerzo que nos supone a
todos el que ellos dispongan de recursos con los que formarse (otra
cosa es utilizarlos…). Reposiciones por parte del alumnado y un
exhaustivo control de la morosidad en los prestamos, supone una ardua
tarea aunque necesaria, por lo que no hay que obviarla a la ligera.
También pueden rebuscar en los departamentos y seminarios
didácticos, lugares donde muchas veces están olvidadas decenas (por
no decir cientos) de libros que pueden volver a circular entre los
estudiantes. Una vez hecho esto ya nos podemos plantear las posibles
compras o adquisiciones que dependen (¡¿cómo no?!) del
presupuesto.
Peter H. Reynolds
Partidas presupuestarias las hay de
todos los tipos: pequeñas, grandes, excesivas, innecesarias,
realistas e imaginarias…, un hecho que condiciona la adquisición
de nuevo fondo para la biblioteca escolar. Aunque todavía son muchos
los centros educativos que, con presupuesto limitado, pueden comprar
nuevos títulos, útiles y necesarios para la labor docente, hay
otros que por una mala gestión o una insuficiente dotación
presupuestaria no tienen ni para pipas (ríanse, es muy saludable…).
A todos ellos les recomiendo una elevada dosis de ingenio (como a
cualquier padre de familia), las rebajas, las ofertas editoriales,
atesorar las colecciones de Literatura Universal que muchos rotativos
“regalan” para captar nueva clientela, e incluso acudir al
gigante de las compras “on-line”: Amazon (la Administración
debería empezar a plantearse el facilitar a los centros el uso de
estos lugares virtuales y las tarjetas de débito, ya que tanto aboga
por lo virtual).
A pesar de que la donación no es una
fórmula muy utilizada por los centros educativos para aumentar los
fondos bibliotecarios, sí lo es del resto de bibliotecas públicas,
muchas de ellas expertas en unas lides que pasan por aceptar las
bibliotecas temáticas que algunos particulares ofrecen de manera
altruista por diferentes motivos. Por ello, bibliotecarios escolares,
¡tomen nota! Realizar peticiones altruistas a personas físicas,
editoriales o autores con los que los distintos centros han tenido
relación en el pasado no es ninguna idea descabellada, sobre todo si
tenemos en cuenta que los segundos siguen enriqueciéndose de los
programas de gratuidad de libros de texto escolares y que los
terceros han cobrado suculentas cantidades monetarias por realizar
encuentros con alumnado durante las épocas de bonanza económica…
Pese a sus caras de extrañeza les diré que me consta que son
bastantes los escritores de Literatura Infantil y Juvenil que se han
prestado a donar lotes de libros a centros educativos, así como
casas editoriales que han remitido colecciones enteras para su
disfrute entre los jóvenes lectores (ninguno de ambos gestos supone
grandes pérdidas ya que aportan su grano de arena en la medida de
sus posibilidades, a la par que ennoblecen). Es un acto solidario que
da buena cuenta de que la humanidad está por encima de los intereses
comerciales, que la responsabilidad de esta crisis es compartida, y
que existe una concienciación social de las carencias que este yermo
paisaje nos muestra.
Jean-Jacques Sempé
Espacios… Dándole
vida a la biblioteca escolar
Como en cualquier otra biblioteca, una
de las trabas con las que muchos responsables de planes de lectura
y/o bibliotecas escolares se van topando durante los últimos años,
es la escasez de espacio en la que ubicar nuevas adquisiciones, así
como el deterioro del mobiliario existente.
Dentro de las bibliotecas escolares
tenemos pequeñas bibliotecas de colegio o de I.E.S.O. con poca
capacidad para el fondo, o por el contrario tenemos centros de
Educación Secundaria donde se imparten Bachillerato y Ciclos
Formativos Medios y Superiores, con bibliotecas provistas de obras de
consulta específica. Si a ello añadimos que muchos (quizá
demasiados) espacios bibliotecarios se han convertido con el paso de
los años en grandes depósitos de libros en desuso, podríamos decir
que el usuario, además de encontrar poco atractivo un cementerio de
papel, queda abrumado frente a estanterías repletas de bibliografía
técnica.
Y así llega la hora del expurgo. Un
momento triste y compungido, pero necesario, que se puede realizar
del siguiente modo:
En las bibliotecas del ámbito
educativo hay que contar con todo el personal docente para eliminar
aquellos volúmenes inservibles, por lo que se debe informar al
claustro del centro que, debido a la falta de espacio, se llevará a
cabo un expurgo, conminando a todo el profesorado a participar en la
selección de éste dado que los criterios varían de unas materias a
otras. Es así como se eliminan decenas de libros carentes de valor
intelectual (libros de texto anticuados o publicaciones
institucionales y periódicas) y otras ediciones con algún valor
añadido.
¿Y después? ¿Qué hacemos con
ellos?... Algunos pueden ubicarse en el espacio de las bibliotecas de
aula, donde se supone que deberían tener más uso ya que ampliarían
los recursos de los docentes y facilitarían el proceso-aprendizaje
de las materias. Aquellos de cierto valor se destinarán al depósito
de la biblioteca o a otros centros de interés, véanse museos,
instituciones educativas o fundaciones encargadas de velar por el
patrimonio escolar español. También podemos realizar donaciones a
diferentes organizaciones no gubernamentales, asociaciones o
particulares que necesiten ejemplares, bien para la lectura, la
enseñanza o, porqué no, la realización de manualidades con papel.
Conozco otros centros de enseñanza que han optado por regalar estos
volúmenes en desuso a estudiantes desfavorecidos económicamente o a
todos aquellos alumnos que necesiten material de estudio adicional
(muchos son los alumnos del segundo curso de Bachillerato que
necesitan libros de texto para complementar la preparación de las
pruebas de acceso a la universidad). Son las rifas y mercadillos, las
actividades que más éxito tienen en centros de educación
especializada como Centros de Enseñanza de Personas Adultas y
Escuelas de Idiomas, donde el perfil del estudiante es otro, ese que
da un valor monetario a sus lecturas, aunque este sea simbólico, y
ayuda de manera altruista a la adquisición de nuevos títulos que
amplíen el fondo de la biblioteca o sirvan para otras causas.
Quint Buchholz
A esta situación de la biblioteca del
centro debemos añadir la de las bibliotecas de aula, espacios
reducidos en cada aula (muy abundantes en los colegios y no tanto en
institutos) que engloban una serie de títulos para su uso dentro de
la hora de lectura o con fines didácticos. Aunque en la Educación
Primaria, más agradecida y controlada, tienen mucho sentido, es en
la Secundaria donde escapan a cualquier control, terminando por estar
cubiertos de polvo o desaparecer, unos fines que se alejaban mucho de
las buenas prácticas y el disfrute de la Literatura, por lo que en
muchos de estos centros se han eliminando estas mini-bibliotecas
bienintencionadas. De este modo, los fondos que están en las aulas,
retornan a la biblioteca del centro, estando más controlados y a
disposición del resto de la comunidad educativa.
Aunque el mobiliario es importante a la
hora de crear un ambiente propicio para la lectura y el estudio,
puedo afirmar que jamás he visto una biblioteca escolar (excepto de
nueva hornada) cuyo equipamiento sea enteramente adecuado, impecable
y esté en perfecto estado de conservación, ya que la mayoría se
nutren de restos, sobras y objetos en desuso, cosa que, por otro
lado, no importa mientras cumplan su cometido. En lo que respecta al
gusto estético, es un aspecto que depende enteramente del buen hacer
del responsable, punto en el que confieso haber visto auténticas
maravillas construidas sobre cajas de fruta, cartón o tablas
recicladas.
Sin usuarios, una biblioteca bien
dotada y preciosa, es NADA. Por ello, después de la puesta a punto,
necesitamos “clientes”. Aunque muchos docentes creen que es
difícil hacer que los alumnos la utilicen, la realidad es otra: sólo
hay que crear una necesidad. Para ello hay que tener en cuenta la
biblioteca, no sólo como lugar de castigo, sino como un espacio útil
y/o de ocio. Si tenemos que realizar un trabajo en grupo con los
alumnos, ¿por qué no llevarlo a cabo en la biblioteca e insuflarle
así un soplo de vida?... Si programamos una actividad teatral, ¿por
qué no se desarrolla en la biblioteca?… Las bibliotecas, además
de templos llenos de quietud y saber, deben ser lugares cambiantes,
nunca estáticos, que dentro de un orden, se encuentren en constante
movimiento e interaccionen con toda la sociedad escolar.
Manon Gauthier
Colaboración entre
entidades
Son muchos los Planes de Lectura que
integran entre su repertorio de actuaciones, actividades de lectura
conjunta o clubes de lectura que, bajo nombres tan variopintos como
“Leyendo con los cinco sentidos”, “No leas que no te oigo”,
“Padres leyendo” o “Libroforum”, aglutinan a estudiantes,
familiares o profesores que leen un mismo título para comentarlo en
todo el proceso de la lectura. Leer en grupo, una actividad
generalmente opcional y voluntaria, suele realizarse de forma
periódica, es decir, semanal, quincenal, mensual o trimestralmente,
y en horario diurno o vespertino, y se puede acompañar de cine,
teatro, música o incluso arte, la excusa para aglutinar gran
disparidad de opiniones en torno a un libro y generar una mesa
redonda donde se viertan todo tipo de sensaciones.
Seguramente la mayor parte de los
centros piensan que estas actividades son muy costosas, pero… ¿por
qué no se hace uso de los recursos existentes para desarrollarlas?
¿Por qué no buscar alternativas que minimicen el coste sin
detrimento en la calidad de estas?... Para tal efecto se crearon los
lotes de libros que existen en las redes de bibliotecas públicas
estatales, autonómicas, provinciales y locales de nuestra geografía,
un servicio al que se puede acceder tras institucionalizarse como
“club de lectura” -que a fin de cuentas es lo que son- y
solicitar el préstamo de aquellos lotes que interesen por un tiempo
más que suficiente (alrededor de un mes). Por un lado hacemos uso de
un servicio público sin más coste que el de los impuestos de todos
(¡que ya es!), y por otro, podemos realizar una lectura individual
pero conjunta durante un largo periodo de tiempo. Como valor añadido
hemos de destacar la ganancia de espacio para aumentar la diversidad
de títulos de la biblioteca del centro, ya que los lotes de libros,
aunque contribuyen a la lectura colectiva, suponen una renuncia a la
riqueza literaria, y por otro, la colaboración con otras entidades.
Komako Sakaï
Vecinos echando un
cable
Durante los pasados años en los que la
bonanza económica no sólo permitía hincharse de cerveza en los
bares, darle un uso desorbitado al plástico de nuestra cuenta
corriente y llenar las bibliotecas escolares (decida cada cuál lo
más provechoso…), también había presupuesto para realizar
actividades paralelas a la lectura y que ayudaran a afianzar ese amor
por los libros. Como ejemplo podríamos citar los encuentros con
autores, obras de teatro originales o adaptadas, recitales de poesía,
contadores de historias y cuentacuentos de toda condición,
conciertos y charlas, conferencias o seminarios.
Aunque nadie duda de la valía de todas
estas actividades para incentivar, desarrollar y mantener el gusto
por la lectura, si es cierto que todas ellas tenían un coste mayor o
menor dependiendo de quién las llevase a cabo y cómo se
desarrollaran, un lujo que hoy día es impensable para centros
modestos, sobre todo los pequeños centros del ámbito rural que en
muchos casos dependían de los presupuestos de los centros de
profesores (CEP) o los centros de recursos y apoyo a la escuela rural
(CRAER). Es por ello que debemos agudizar el ingenio para
complementar la tarea de la lectura de un modo activo y
participativo… Y han vuelto a renacer los concursos literarios y
los grupos de teatro escolares (¿dónde se habían escondido todos
los aficionados?), y han vuelto a acudir a las escuelas los autores
locales y los familiares… Se oye como muchos abuelos se ofrecen a
contar viejos recuerdos, como un conocido de otro conocido va a
declamar sus poesías consonantes, o como la vecina del quinto se
ofrece a preparar chocolate el Día del Libro, unas acciones que no
se deben despreciar por el mero hecho de no ir avaladas por un
“ranking” de ventas, por cualquier universidad, o incluso por el
partido político de turno.
Aunque destellos de la vieja escuela,
de esa que todos hacíamos porque sí, se escapan por las rendijas de
la nueva, todavía queda mucho camino por andar, un recorrido en el
que cualquier ciudadano que tenga algo que ofrecer puede participar.
Patricia Metola
Tiempo, bendito tesoro
Aunque la imaginación depende de
nuestra propia naturaleza, el tiempo, aunque finito, es directamente
proporcional a nuestra voluntad, que como bien decía Ramón y Cajal,
es lo único verdaderamente divino en nosotros.
A pesar del aumento generalizado de
horas lectivas, a los docentes en nuestro país, siempre les quedan
resquicios en los que realizar otras actividades que, aunque no estén
relacionadas directamente con la labor docente del currículo, sí
pueden estarlo indirectamente, y para la tranquilidad de algunos, no
me refiero a desempolvar libros (que también…). Si tenemos que
redactar un examen, ¿por qué no hacerlo en la biblioteca del centro
en vez de en cualquier despacho y dar la oportunidad a algunos
estudiantes de utilizarla?... Si tenemos que leer algún documento,
cualquier libro ¿por qué no hacerlo en clase y de paso dar un
ejemplo tan necesario a nuestros estudiantes?... No sólo debe ser el
encargado de la biblioteca escolar o aquellos docentes con guardias
en dicha ubicación los únicos que se preocupen por ella por el mero
hecho de tener asignado en su horario un periodo de tiempo para tal
efecto, sino que todo el mundo, incluidos padres o alumnos (¿acaso
les hemos preguntado?), puede participar en su buen funcionamiento
El maestro, el profesor que
verdaderamente lo es, no se esconde bajo un barniz de comodidad y
arribismo intelectual, sino que debe hacer frente a los problemas con
entrega vocacional y prestar unos minutos a diferentes causas,
llámense estas familias desestructuradas, zoquetes de remate o
planes de lectura.
Chih-Yuan Chen
En definitiva…
Son muchos los docentes que creen en la
biblioteca escolar, como un espacio donde se puede leer, aprender y
relacionarse, pero para ello, necesita seguir vivo.
Siendo conscientes, no sólo del
victimismo que la situación económica actual está implantando en
la sociedad (a veces tan innecesario, otras dramático), sino de
nuestra responsabilidad laboral, debemos aupar el ánimo y activar la
imaginación, para idear soluciones prácticas, factibles y baratas,
que nos permitan salir a flote, no sólo por continuar con el trabajo
que en su día iniciamos con los planes lectores, sino por fertilizar
lo que consideramos el futuro: nuestros estudiantes.
Maurice Sendak
*Nota:
Este artículo fue publicado originalmente en el número 33 de la
revista Mi Biblioteca: La revista del mundo bibliotecario, llevando por título ¡Plantándole
cara a la crisis! Imaginación, voluntad y lectura, ocupando las
páginas 36 a 42 de la misma.
Bibliotecas: uno de mis temas favoritos... ¿Cómo podemos vincularnos emocionalmente a un libro digital? Recibimos tantos estímulos digitales, que no tienen ningún valor para nosotros... Tenemos hartazgo digital.
ResponderEliminarCreo que esa es la gran baza del papel, y por eso debemos seguir apostando por él en lo que queremos sea impactante, relevante en nuestras vidas.
¡Viva las biblitecas!¡Larga vida a las bibliotecas!!!
Román, feliz vuelta al casi otoño. Me ha gustado mucho esta entrada.
Un abrazo.
Hola, soy responsable de la biblioteca escolar del CEU Sevilla. Si que es verdad que nuestro colegio es privado y contamos con un presupuesto para la biblioteca. Pero cuando se creó el colegio en 2012 escribí a unas cuantas editoriales para que nos donaran libros de lectura y conseguí unos 100. Sobre todo recomiendo escribir a las editoriales de los libros de texto del colegio, suelen volcarse más que las otras. Además, todos los años hacemos una Campaña de donación de libros (ya vamos por la 3ª) entre los alumnos. Luego colocamos en los libros una pegatina que dice "Este libro ha sido donado por" y añadimos el nombre del donante. a ellos les hace mucha ilusión que otros niños lean sus donaciones. El primer año tuvo un gran éxito, con el paso de los años hay menos, pero buenos son.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias a las dos por vuestros comentarios. Inma, doy fe de lo que dices, yo puse en práctica todas estas ideas en la biblioteca de mi centro anterior, y respecto al caso de las donaciones el resultado fue de lo más positivo: 2 autores nos enviaron dos lotes de sus obras y otras dos editoriales otros 2 lotes, por lo que aumentamos el fondo bibliográfico en unos 100 volúmenes. Si además añadimos el lote de clásicos que nos regalaron al participar en un concurso, sumaríamos 200 en total. Yo creo que es una opción bastante productiva. ¡Un saludo!
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