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miércoles, 26 de octubre de 2016

Buscando la felicidad: sencillez y conformismo


Cuando alguno de mis pupilos, en aras de la inocencia o por puro desacato (algunos hacen siempre de su capa un sayo), me dice, “Román, ¿te puedo hacer una pregunta?”. De inmediato tuerzo el morro: “¿Tiene que ver con algo de lo que estamos hablando?” “Sí.” Miente como un bellaco, pero pienso que la cuestión quizá nos aproveche más que la dieta mediterránea, una sobre la que empiezo a creer que es una entelequia a tenor de lo que mis alumnos se llevan a la panza. Enderezo el gesto, respiro y espero. “¿Cómo se puede ser feliz?” Ya la hemos cagado. A ver cómo salgo de esta... No creo que nadie (filósofos incluidos) tenga respuesta a semejante dilema, más que nada porque la subjetividad lo ronda y cuando los pareceres se inmiscuyen en los argumentos, éstos cada vez son más y más tortuosos.


“Pepito, basándome en mi experiencia, podría decir que el conformismo siempre ha jugado un papel bastante claro en mi felicidad. Ser consciente de la realidad en la que vives, evitar las comparaciones, aprovechar lo que tienes, ser generoso con uno mismo y con los demás, no minusvalorar las oportunidades, marcarse metas alcanzables y dejar a un lado las frustraciones, son puntos claves a la hora de alcanzar un grado de felicidad, si no pleno, bastante óptimo.” Todos embobaos. No han entendido ni media. “Como veo que el martes ha hecho mella en vosotros más de la cuenta y que todavía andáis demasiado espesos para cogerlo al vuelo, lo dejamos para mañana.”


He pensado en hacer una lluvia de ideas o en plantear una tanda de situaciones cotidianas en las que puedan buscar sus propias respuestas, pero al llegar a casa me he acordé de Última parada de la calle Market, un libro-álbum con texto de Matt de la Peña e ilustraciones de Christian Robinson, publicado en castellano por Corimbo este otoño. Fui a la estantería y lo abrí. Ahí seguían Jackson y su abuela en la parada del autobús, saliendo de la iglesia bajo la lluvia, para esperar a Dennis, su chófer particular. Jackson le pregunta a su abuela porqué ellos no tienen coche, a lo que ésta le responde - Pero, hijo, ¿para qué lo queremos? Tenemos un autobús lanzallamas y al señor Dennis, que siempre te enseña un nuevo truco de magia. Hay mucha verdad en sus palabras, unas que, poco a poco, van cambiando la forma de percibir el mundo del pequeño Jackson... ¡Decidido! Nada mejor que este álbum, muy laureado, por cierto, para hacerles comprender lo que para mí es la felicidad, más que nada porque no creo que sus vida difieran mucho de la mía. Y si difiere, tendrán que seguir buscando su propia respuesta, con esta historia o con otra.


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