Bataille, Marion. 2008. ABC3D. Kókinos.
Andaba yo redactando estareflexión en torno al juego en el álbum infantil, cuando me vino a
la cabeza la comparativa entre los álbumes franceses (esos que tanto
alborotan) y los de cuño patrio (más quietos y evidentes). Con este
frío que pela y la testa recién rapada, estas ideas se han
despabilado, así que, como el arte “me se” rebela (o se congela,
que todo puede ser...), aquí traigo una de hispanos y gabachos.
No cabe duda de que,
dentro del panorama editorial europeo (y de un modo casero) se
distinguen entornos (si gustan, llámenlos mercados) creativos
diferentes de entre los que destaca el francés. Quizá esté detrás
del inglés en cuanto a ventas, pero tiene una mayor entidad
artística, algo que se desprende de la gran influencia que tiene, no
sólo en el mercado y el producto español, sino en otros entornos,
entre los que podemos destacar los países de habla francófona
(similitudes lingüísticas y arraigos históricos y culturales) y
otros países vecinos que, como España, Alemania e Italia, comparten
con ellos rasgos puntuales.
Strady, Sophie y Martin, Jean-François. 2016. Souvenirs de Marcel au Grand Hôtel. hélium.
Aunque el álbum es un
invento anglosajón, son los franceses los que más han diversificado
este producto dándole una vuelta de tuerca y potenciando el llamado
álbum contemporáneo (¡Esperemos que al final no se adueñen de su
autoría!). No hay que dudarlo, el mercado francés reinventa el
género a través de enriquecer una y otra vez (a mi juicio) dos
premisas básicas: apostar por las artes gráficas y potenciar el
objeto libro desde sus más variadas perspectivas.
Las artes gráficas en
general y la ilustración en particular, cuentan con una larga
tradición en Francia y otras zonas francoparlantes, que continua en
estos días gracias a un amplio mercado editorial, no sólo del
libro-álbum, sino del cómic y la novela gráfica. Esto favorece una
continuidad laboral de los profesionales que trabajan en este sector
de una manera digna y libre. Esto no es algo que no ha ocurrido en
otros ámbitos europeos, como por ejemplo el español, donde las
artes gráficas sufrieron un gran declive hace bastantes lustros.
Pollet, Clémence e
Icinori. 2009. Residus de sirenes. Icinori
Por otro lado hay que
apuntar a la importancia que el mercado francés presta al objeto
libro.Las páginas hace mucho que dejaron de ser planas en el álbum
francés. Adquirieron una tercera dimensión (e incluso una cuarta:
les remito a los discursos complejos). Se empezaron a concebir con
formas y tamaños nunca antes vistos, con materias primas diferentes.
Usaron los pliegues del origami para darle movimiento a la lectura,
sopesaron los elementos pop-up para imprimir otro valor al libro.
Retomaron técnicas de impresión tradicionales mezcladas con nuevos
tratamientos... Y así, el álbum se convierte en un objeto de
diseño/deseo (llama poderosamente la atención los tirajes limitados
de algunos títulos) que fomenta su consumo como pieza artística
enriquecida.
Boisrobert, Anouk, Rigaud,
Louis y Guerrero, Pablo. 2009. Popville. Hélium (Kókinos en castellano)
Aunque estas son las
principales características que más me llaman la atención del
libro-álbum francés y que creo que lo definen bastante aunque de
una manera reduccionista en el nuevo universo global de este género
(de unos años a esta parte la distancia entre unos ámbitos y otros
se ha acortado considerablemente), sí me gustaría hacer hincapié
en las diferencias que veo entre los libros franceses y los
españoles. Helos aquí.
1. El álbum francés,
por lo general, está muy pensado. Quizá esto se deba a la enorme
competencia en un sector donde infinidad de buenos títulos pugnan
por el éxito comercial y/o de crítica. Los autores se forman a
conciencia en el género y ello les sirve para reafirmar su calidad
como artistas. En España, la mayoría de los ilustradores son
multidisciplinares, no están tan especializados y esto, en muchos
casos, hace que el engranaje del producto no funcione lo bien que se
esperaba, algo que provoca la no optimización del esfuerzo final.
Creo que en España hay ideas geniales, pero que no están bien
resueltas.
Anne Bertier. 2006.
Chiffres en tête. Éditions Mémo
2. El humor español es
más evidente y canalla, más vehemente y rápido. Directo. Más
grotesco y burlón (Es lo que tiene ser menos críptico...). Ellos
son más sutiles e irónicos, algo que se debe, principalmente, a que
son los reyes de la disyunción (N.B.: Aunque las imágenes y el
texto se complementen, cada uno nos habla de una cosa, incluso de lo
contrario, lo que resulta paradójico para al lector. Es chocante,
incomprensible, ridículo...) y eso, claro, nos lleva a la sonrisa.
Bachelet, Gilles. 2004.
Mon chat le plus bête du monde. Seuil Jeunesse (RBA en castellano)
3. El juego está
presente en multitud de álbumes de autoría francesa. Nos llevan a
despejar incógnitas, a buscar soluciones, a trazar distintos
caminos, a tropezar en la lectura, y de paso, también divertirnos.
Por el contrario el álbum español es más lineal, unidireccional, y
desemboca en un discurso con menos posibilidades. Quizá esto se deba
a la poca experimentación en el panorama de nuestro álbum, más
tradicional que posmoderno... No sé, pero el caso es que jugamos
poco.
Morlot, Phillipe. 2014.
Mon ABCD. Autoedición.
Pero, ¿son estas razones
suficientes para que en España se traduzcan tantos álbumes
franceses?... Me consta que no soy el primero que se ha fijado en
todo esto y que son muchos los autores y editores que vienen
observando lo que acontece allende los Pirineos, una realidad que
está modificando la de nuestro libro-álbum. Ni qué decir tiene que
el intercambio de ideas es el pan de cada día, pero sí es cierto
que, la influencia del mercado francés es muy potente, algo que se
puede deber a las siguientes coincidencias:
a) Los españoles
(inclúyase quien quiera) somos provincianos por tradición (lo del
vecino siempre es lo mejor aunque sea una mierda), por imitación
(Hemos compartido reyes, ¿por qué no leyes? Sólo les voy a
enumerar las educativas, unas que, después de treinta años, ha
quedado claro que de poco valen) y por ósmosis (esto lo dejo para un
monográfico...).
b) La aparición a
finales del siglo XX y principios del nuevo milenio de muchas casas
editoriales independientes ha supuesto una diversificación de
nuestro mercado. Estas empresas necesitan productos diferentes a los
habituales para competir en un sector que tradicionalmente había
sido controlado por unos pocos. Es entonces cuando muchos de estos
editores empiezan a mirar a otros horizontes y publican títulos
procedentes de editoriales similares del ámbito francés, que
tendrán éxito comercial. Por otro lado, estos editores deciden
producir libros-álbum “afrancesados”, por un lado, para ampliar
las miras de nuestros libros, y por otro, para favorecer la venta de
derechos de autor a empresas francesas (cada vez más y más). Es lo
que yo llamo (permítanme el símil con los palos del flamenco) los
“álbumes de ida y vuelta”.
Benegas, Mar y Capdevila, Olga. 2016. Jeux et poèmes pour petits Boute-en-train. p'titGlénat (A buen paso en castellano)
c) Algo que tampoco se
debe obviar es que la mayor parte de las casas editoriales que se
dedican al género del álbum infantil en España están radicadas en
Cataluña, una zona con una clara influencia francesa. Cataluña es
uno de los puentes hacia Europa y la influencia que recibe de ésta
es visible en muchas facetas de su vida cotidiana. Su cercanía
geográfica permite las transacciones con el continente y las
radiaciones de este tipo de productos hacia el resto peninsular.
Minne y Fortier, Natalie. 2004. Me encanta. Kókinos
Ruillier, Jerôme. 2005. Por
cuatro esquinitas de nada. Juventud.
d) La proliferación en
las últimas décadas de las agencias de compra-venta de derechos de
autor de cuño francés en nuestro país, ha generado un aumento en
la edición de este tipo de obras. Agencias como Isabelle Torrubia o
Garbuix, extienden las creaciones del país vecino en el catálogo de
muchas editoriales del nuestro a través de la mediación
comercial-cultural de tipo internacional.
e) Existe cierto sector
de críticos y especialistas LIJ que se decantan por estos
libros-álbum (fetichismos tenemos todos... hay otros que prefieren
el anglosajón o el libro-álbum asiático...) y es de esperar que, a
la hora de ilustrar sus teorias o recomendaciones, echen mano de él
con frecuencia. Todo esto puede deberse a la gran influencia que los
estudiosos franceses, encabezados por Sophie Van der Linden (ver
Álbum [es], editorial Ekaré), están teniendo en el ámbito
internacional a través de medios especializados muy interesantes como la revista Hors Cadre[s] (Fuera [de]Margen en su edición española), arropando así a este tipo de
artefacto cultural y dándole una mayor visibilidad dentro del ámbito
de la LIJ.
f) Por último, llamar la
atención sobre todos aquellos autores españoles (ilustradores sobre
todo) que han preferido desarrollar su actividad en el mercado
francés, una plataforma inmejorable para dar el salto internacional,
bien porque su estilo tenía más cabida en él, bien porque tienen
más facilidades por su amplitud. Sin olvidar que muchos de ellos
traen despues sus obras al país donde se engendraron.
Chabbert, Ingrid y Guridi.
2016. Graou. Samir
Pez, Ana. 2004. Mon
petit frère invisible. L'Agrume.
Aunque todo esto puede
ser bastante positivo (todo lo que sea gestar nuevas concepciones
discursivas me parece genial) y que la buena literatura (incluyo aquí
al libro-álbum aunque sigamos debatiendo si pertenece a otras
esferas artísticas) tiene un carácter universal, debemos notar que
cuando un libro adquiere forma, lo hace inserto en un contexto, algo
que le confiere ciertas características que pueden hacerse o no
extensivas a otros entornos. A veces sucede que muchos de estos
productos creados al abrigo de la sociedad francesa no tienen la
aceptación que debieran en nuestro país a pesar de ser de impecable
factura, y pasan a la esfera de lo desapercibido. Quizá esto se deba
a la sobriedad y la sensatez con la que muchos se presentan en
nuestro mercado, quizá sean demasiado minimalistas para nuestro afán
por buscar los detalles explícitos en el preciosismo de las
imágenes. Ellos son juguetones, nosotros cachondos. Su concepción
estética es subconsciente e informal, y la nuestra, barroca y
formal.
Es por ello que, aunque
esta relación puede tener multitud de resultados, son los autores,
los editores, los mediadores, y, sobre todo, los lectores, quienes
deben velar porque estas sinergias sumen y no resten. Para que ambos
caminos se llenen de encuentros sin dejar a un lado la propia
identidad de cada uno, esa que debe responder al hecho cultural de
cada una de sus sociedades.