Ya
saben que el flamante presidente de los Estados Unidos, además de
polémica y crujir de dientes, ha traído mucha guasa a la
actualidad. No hay cosa más española que sacarle el chiste a lo que
no lo tiene, pero bueno, como la suerte está echada y este tío va
a montar el circo, sólo nos queda darle a la carcajada. El otro día,
sin ir más lejos, nos lo pasamos de charanga en cierto grupo de
Facebook© sobre libros
para niños. La ocurrencia de turno (en este caso mía) fue: “¿Qué
libro infantil recomendarías a Donald Trump?” (Prefería que nos
divirtiéramos un poco en vez de ponernos a emular los debates
televisivos, que si llegan a algún sitio, ese es al del enfado). Y
cómo no, se desató la euforia. Se citaron títulos monstruosos a
diestro y siniestro. Hubo incluso quién cito con mucha ironía el
empalagoso Adivina cuánto te quiero (yo me descojonaba, claro
está) y todo era algarabía a pesar del resultado electoral.
En
esas estábamos cuando recordé la cantidad de tiranos que pululan
entre las páginas de la literatura infantil. Muchos cuentos clásicos
hacen alusión a la tiranía de los gobernantes, a caudillos y
dictadores, al sufrimiento de los pueblos, a los héroes que se
enfrentan a ellos con inteligencia y astucia y que liberan a los
ciudadanos de sus insanas decisiones. Y me vino a la cabeza cierto
libro con que me había encontrado en la librería un par de días
atrás...
La pajarera de oro,
escrito por Anna
Castagnoli, ilustrado por Carll Cneut y publicado por Barbara Fiore,
es uno de esos cuentos de corte clásico sobre los tiranos y sus
artes que te deja con muy buen sabor de boca (que no de bolsillo,
porque la verdad es que se han columpiado con el precio: 24 lereles
-telita- y con subvenciones de por medio... La lectura ya es un
artículo de lujo y espero que no le echen la culpa al formato...
¡Ea!, nos tocará ir a la biblioteca para disfrutarlo, si es que lo
compran...).
Este álbum de gran
tamaño se centra en los deseos y caprichos de los poderosos y en su
sed (de atención en este caso) insaciable. En ese sentido me
recuerda a dos obras de Andersen. En primer lugar a El ruiseñor,
por basarse en la obtención de la belleza como fin último del poder
(en este caso a través del habla y la palabra que puede administrar
un ave desconocida), además de ser el elemento conductor de la
narración. En segundo lugar, tiene cierta vis a El traje nuevo
del emperador aunque en este caso los roles se intercambien: el
tirano está encarnado por la infancia y la sensatez por una figura
más adulta.
Sobre los aspectos
artísticos y técnicos podemos destacar el exquisito catálogo de
aves realizado por el artista belga para esta obra (me encanta la
abundancia de tonos amarillos, rojos y dorados, que en combinación
con el negro y el gris producen un contraste luminoso pero triste,
vivo aunque pausado), una en la que los pájaros son meros
observadores de la acción que transcurre, son imágenes especulares
del lector y dialogan con él; es como si la cosa no fuera con ellos
a pesar de ser el “leitmotiv” que mueve la narración. También
destacan los distintos tamaños utilizados en la tipografía, que
aportan énfasis y espacio, ritmo y pausa.
En definitiva,
bienvenidos a este libro que, sobre todo, nos habla de la soledad, de
esa que vuelve gris el alma cuando somos niños y de lo que queda
después, cuando el despotismo y la indiferencia se han retorcido
sobre el corazón.
Está en la biblioteca a la que solemos ir! Somos los primeros lectores, nos lo hemos traído calentito!!! ;-)
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