Román Belmonte: Su
nombre, junto al de Ulises Wensell, Pilarín Bayés, Miguel
Calatayud, Luis de Horna o Asun Balzola, es ya historia en el mundo
de la ilustración infantil, pero ¿qué es la ilustración infantil
para Carme Solé Vendrell?
Carme Solé Vendrell:
Ilustrar es dar forma visual a un texto o a una idea, de modo
personal y único. García Márquez al ver las ilustraciones que hice
para su cuento La luz es como el agua, me lo dedicó: “Escrito
para que Carme lo hiciera ver”. Así, magistralmente, contó lo que
es ilustrar.
R.B.: De entre todos los
libros para niños que ha ilustrado, escoja uno y dígame porqué...
C.S.V.: Los niños del
mar de Jaume Escala. Nos dieron el premio Octogone la Fonte de la
crítica francesa por considerar que marcaba un punto de inflexión
en los álbumes ilustrados. Para mí es importante por su temática,
porque habla de los niños que no tienen acceso a los libros, plantea
la tragedia de los niños que viven en la calle en un trayecto que
pasa por los temas mas recurrentes en la literatura infantil haciendo
un parangón con la vida de los que no tienen nada. Un libro
fundamental que en este momento está descatalogado.
R.B.:
Yo las quería es uno de esos álbumes ilustrados que siempre he
tenido presente, no sólo como niño, sino como adulto. Me encanta el
tratamiento tan sútil y poético que en él se hace sobre el dolor,
la muerte, el duelo, la transición a la vida adulta o las relaciones
paterno-filiales. ¿Fluye ese lenguaje fácilmente a través del
pincel o es un proceso complejo de interiorización-exteriorización?
C.S.V.: Este es uno de
los libros que más me ha costado ilustrar. Justamente porqué cuenta
mi historia. Tuve que ilustrar mis recuerdos más hermosos y más
dolorosos al mismo tiempo. Lo hermoso de tener una madre como la mía
y lo duro que fue para mí perderla.
R.B.: Me llama mucho la
atención que la mayoría de sus personajes aparezcan frecuentemente
con los párpados entornados, como una mirada soñolienta. ¿Es sólo
una marca identificativa o tiene algún significado?
C.S.V.: La mirada es muy
importante en mi obra. Quizá sí. Hay sueños en las miradas,
deseos, tristezas y gozos, pero siempre son algo central en mis
dibujos. Las personas contamos con la mirada, nos expresamos.
R.B.:
Pedro y su roble, Los niños del mar, La luna
de Juan... A mi juicio, su obra está cargada de gran
sensibilidad, ¿cree usted que los niños del siglo pasado éramos
más sensibles o que a los de hoy día no se les ayuda a extraer
todas esas emociones?
C.S.V.: Creo que los
niños que fuimos teníamos un mundo muy distinto del que tienen
ahora los pequeños que nos rodean. Nosotros no teníamos apenas
nada. Hasta los 70 apenas la televisión tenía influencia, ahora con
tanta información se dispersan y no tienen tiempo para soñar, para
estar en calma. Los niños son niños y tienen emociones y deben
tener espacios para confrontarlas.
R.B.:
A pesar de ser una artista polifacética en lo que a
ilustración infantil se refiere, se le podría calificar como una
ilustradora tradicional. ¿Qué tienen las técnicas como la acuarela
o el gouache que las hacen tan adecuadas a la mirada infantil?
C.S.V.: La técnica está
al servicio de lo que queremos contar. Las técnicas tradicionales
tienen la calidez del material, la vibración del que las hace.
Ahora, casi diría que sorprenden. Recientemente he ilustrado un
libro para un editor francés, lo he pintado con acrílico, está
teniendo un éxito extraordinario, sorprende el tipo de ilustración,
como si fuera algo nuevo!
R.B.:
Usted se incluye dentro del grupo de autores que lucharon por
una nueva literatura infantil en los años 70 y 80 en una España tan
distante entonces de Europa y otros países en los que la literatura
infantil era una realidad. ¿Qué premisas guiaron su trabajo y
cuáles otras dejó a un lado a la hora de enfrentarse a un nuevo
momento?
C.S.V.: Nosotros fuimos autodidactas y eso nos hizo mas difíciles los primeros pasos, pero al mismo tiempo, fuera de maestros influyentes, encontramos nuestro lenguaje personal. Mi premisa ha sido siempre hacer lo mejor, dar el máximo, sencillamente, no dar nada por bueno hasta conseguir que contara lo que yo quería, y sigo así.
R.B.:
¿Qué ha cambiado desde entonces en el panorama editorial
para niños?
C.S.V.: Hay muchos más
libros pero hay muchos que no tienen ningún interés y saturan el
mercado. El público se pierde entre tantos títulos y los libros
duran muy poco en las librerías. Habría que crear la necesidad,
como se hace con tantas otras cosas que no merecen la pena. La
cultura y la educación merecen un mejor espacio.
R.B.:
Desde unos años a esta parte se han empezado a reeditar
libros de producción propia que parecían condenados al olvido o
relegados a los depósitos bibliotecarios. ¿Por qué cree que está
tan presente en nuestra ideosincrasia el renegar de lo nuestro y
ensalzar lo venido de fuera?
C.S.V.: Somos
provincianos y además, a los editores les cuesta menos coeditar que
editar ellos desde el principio. Aunque hubo editores que apostaron
por crear y vender fuera, consiguiendo revertir el proceso, esto no
ha sido y no es lo más frecuente. No sé si queda alguno.
R.B.:
¿Se puede hablar de ilustración infantil española
propiamente dicha? ¿Qué características conjuntas presentan los
ilustradores de aquí que les imprimen carácter propio y los
diferencian de otros?
C.S.V.:
Hay globalización, como en todo. Salvo en casos aislados, no veo
grandes diferencias con lo que se hace en otros lugares. Aquí hay
muy buenos profesionales, ilustradoras e ilustradores magníficos que
trabajan también para editoriales extranjeras.
R.B.:
¿Cree usted que la mujer se encuentra más cómoda en el
ámbito de la literatura infantil que en otros ámbitos, o se ha
topado con hostilidades sexistas dentro del mundo editorial?
C.S.V.: Creo que es de
los pocos sectores donde la mujer ha encontrado un espacio que no le
fuera hostil. Hay un detalle curioso que nos ha dejado espacio a las
mujeres, quizás tenga algo que ver... He conocido algunos pintores
que querían ser ilustradores y cuando vieron el percal se dedicaron
a la pintura. Queda dicho.
R.B.: Después de tantos
años trabajando, seguro que se le han quedado cosas en el tintero,
¿qué obra de las que no ha ilustrado le hubiera gustado ilustrar?
C.S.V.: Tengo un proyecto
con Juan, el de la Luna, que quisiera hacer. Una trilogía que
cerraría la ausencia que mi madre dejó en mi al morir tan joven
siendo yo tan niña. Pero sabe, aunque no me falte reputación ni
credibilidad, no me es fácil encontrar editor.
R.B.:
Con su experiencia y bagage, ¿qué consejos le daría a un
ilustrador en ciernes?
C.S.V.: Que no se deje
vender y haga lo que crea mejor, que busque su propio estilo al
margen de las modas y que dibuje a mano también. Me encontré en
Colombia con jóvenes ilustradores que sólo sabían dibujar por
ordenador y eran buenos, pero te enseñaban lo que hacían al dibujar
al modo tradicional y estaban perdidos. Se sentían mal. Saber
dibujar es imprescindible.
R.B.:
A modo de despedida y para divertirnos un poco, ¿a qué juega, cuál
es su plato favorito y qué lecturas prefiere la Sra. Solé Vendrell?
C.S.V.:
Juego al Rummikub en Menorca con mis amigas y a pelota con mis
nietos, siempre he sido buena con el balón. Mi plato favorito es el
“pa amb tomàquet i truita”, la cosa mas sencilla y la mejor.
Suelo leer narrativa aunque me gusta cuando tiene algo que ver con
cosas vividas, me gustan los clásicos y algunos autores
contemporáneos de los que soy una fan empedernida. Me gusta la
literatura, el modo cómo me cuentan las cosas más que lo qué me
cuentan.
Carme
Solé Vendrell (Barcelona,1 de agosto de 1944) es una de nuestras
ilustradoras más queridas y reconocidas. Tras especializarse en
pintura en la Escola d'Arts i Oficis Massana de la Ciudad Condal,
publicó en 1968 su primer libro y desde entonces ha trabajado en más
de trescientos títulos entre los que se deben destacar Cepillo
(Premio Lazarillo 1981), La luna de Juan (su
primer libro realizado íntegramente por ella y publicado en 1982),
El aniversario (1983),
Yo las quería (Premio Apel.les
Mestres 1983) y Los niños del mar (1991).
En todos ellos destacan el
amplio sentido poético, la expresividad de sus personajes, la
importancia del paisaje como vínculo emocional con estos y el uso de
técnicas tradicionales de ilustración como la acuarela, el gouache,
el lápiz de color o la tinta china. Dos veces condecorada con el
Premio Nacional de Ilustración -la primera (1979) por El
niño que quería volar, Peluso
y la cometa y Pedro y
su sable, y la segunda (2013)
como reconocimiento a toda su carrera-, Carme Solé Vendrell, además
de obtener otros muchos galardones, también ha sido candidata al
premio Andersen en dos ocasiones, lo que pone en evidencia el
reconocimiento y admiración que, tanto dentro de nuestras fronteras,
como fuera de ellas, le tiene el mundo de la Literatura Infantil y
Juvenil.
Gracias por ofrecer este entrañable reportaje.¡ Hasta pronto!
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