No crean que son pocas
las madres recién estrenadas que logran perforarme los tímpanos
diciendo sandeces como “Yo hubiera preferido una niña... Dan mucho
más juego a la hora de vestirlas...” Razones tan abyectas me
llevan a pensar que el nivel de decadencia cerebral ha rozado cotas
nunca vistas, todavía más si el comentario procede de una mujer
instruida... Luego se quejan del machismo y las feminazis...
Aunque algunos se dejen
el caballo en la puerta (anacronías visuales) y prefieran jugar a
las muñecas en vez de críar a sus hijos (¡Qué pena más grande y
qué pequeña ha sido la crisis!), aquí está un servidor para
recordar la austeridad que rodeaba a las familias hace no mucho
tiempo... Corrían los años setenta y ochenta, y las madres todavía
se pasaban las horas en la pila, dándole con jabón de sosa a los
pañales de tela, bastantes progenitores no tenían un duro y se
apañaban como buenamente podían. Nos vestían con lo que pillaban
(toda una suerte de prendas de vestir habían ido pasando de primo a
primo hasta deshacerse en mil pedazos) y no tenían muy en cuenta las
diferencias de género.
Así pasaba, que mi
hermana y muchas chicas de su edad, en vez de lucir como princesitas
(me producen cierta grima esas nenas merengueras y dulzarras, a
rebosar de tul rosa a modo de pimpollos de la corte borbónica), se
las componían con pantalón de pana, peto, chándal y jersey
heredados de sus antecesores. Si a ello le añadimos que no usaba
pendientes (¡La de guerra que dio hasta que se los hizo!) y que mi
padre, en su alarde de autosuficiencia y ahorro extremo, le cortaba
el pelo al tazón, se pasaba el día desmintiendo su condición de
nene para abanderarse como mujer y acallar así las críticas de
tántos abuelos que se entrometían ante tan poca feminidad.
Cuando leí ¡Soy una
niña!, un álbum de Yasmeen Ismail publicado en castellano por
Corimbo, no pude evitar recordar este episodio de mi niñez. El libro
está protagonizado por una chica la mar de alegre y pizpireta que,
como hacia en su día mi hermanica, se harta de repetir hasta la
saciedad que ella no es un niño. Unas ilustraciones coloristas y
cargadas de dinamismo, y la insistencia a modo de retahíla son los
dos recursos estilísticos elegidos por la autora para conectar con
el lector desde una faceta humorística y construir un discurso
exento de sentimentalismos. ¡Ya basta de tanto amaneramiento!
Cómo me gusta este tema. Lo mejor es que hay mujeres en pantalón y en vestido. Pintada o a cara lavada... De azul, de rojo, de rosa o de lo que sea. Y todas nos sentimos mujeres.
ResponderEliminarLo que pasa es que algunas salen más en los medios que otras. Algunas ni salen.
Muy linda está muchachilla azul.
Gracias, me encanta la reseña y seguro que me gustará el libro.
ResponderEliminarAunque hay libros sobre el mismo argumento con planteamientos más elaborados y abiertos, es un libro la mar de alegre y vitalista, que al fin y al cabo, es lo que más me gusta de él.¡Gracias por los comentarios a las dos y un abrazo!
ResponderEliminarBuenas tardes! Algún otro título a destacar para ilustrar y educar en igualdad a un niño de 5 años? Sólo he visto este título, Rosa Caramelo y Daniela Pirata pero me gustaría saber si me dejó alguno interesante. Muchísimas gracias!
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